Entrevista a Cristina Banegas
Julia Elena Sagaseta y Ana Seoane
- ¿Cómo y por qué se gestó Medea?
-
Medea es un proyecto que yo generé. Invité a Lucila Pagliai, para hacer
esta versión, que ahora publica la Editorial Losada y tardamos un año en realizarla. Le quitamos todo lo que tenía de académico por las traducciones españolas,
que le daba una retórica difícil para los actores. No queríamos lo enunciativo.
Creo
que el problema es que los traductores académicos no lo escriben para que esos
textos sean actuados, sino leídos. Por eso la versión que hicimos con Lucila
buscó ser accesible, en cada uno de sus parlamentos. No hay un solo
"tú" en esta versión. No pusimos los nombres de los dioses
mitológicos, sino lo que ellos representaban, porque sentimos que distanciaba.
Hace
poco que conozco a Lucila Pagliai -serán tres años- y me la presentaron los
Gelman. Descubrí en ella a una académica muy grande, pero al mismo tiempo con
una posición de perfil bajo. Tiene unos antecedentes notables en el ámbito de
las letras, pero sin tener esos "caretajes" universitario. Ella da en
la Maestría de Letras, un seminario sobre Análisis del discurso. También está
en el CONICET. Tuvimos el privilegio de tener el texto en griego, agregamos la
edición francesa de "Belles Lettres". Buscamos todas las
traducciones al español, desde Gredos, Cátedra, Aguilar y hasta una argentina
que hizo un ex-alumno mío.
Luego
convoqué a Pompeyo Audivert como director. Al principio creíamos que íbamos a
actuar los dos, pero por suerte desistimos de esa idea. También llamé a Juan
José Cambre (escenógrafo) y a Carmen Baliero (música). Fui yo quien le llevó el
proyecto a Kive Staiff, al San Martín y aceptó. No había ningún otro espacio
posible para hacer este espectáculo.
Hasta
en la última función de diciembre del 2009 vivimos y palpamos la catarsis en
los espectadores. El público se emocionó cada día y se acercaba al final para
decirme a veces simplemente "un horror". Por la pasión que
palpábamos, cada final de función parecía el de un recital de rock. Creo que
tuvo que ver con el boca a boca. La gente llegaba a vernos con mucha carga
puesta, dispuestos a conmoverse, con una predisposición diferente a la de los
primeros días.
Desde
Antígona que habíamos hecho con Alberto Ure, nunca antes me había
atrevido con un texto griego. La verdad estudié durante meses Medea.
Hasta me hice análisis neurológicos, porque temía no acordarme la letra.
-¿Qué actualidad demuestran estos textos clásicos, como
el de Eurípides?
-
Es el mundo del poder y lo pensamos con mucha claridad. Las tragedias circulan
en los espacios de poder, como son los palacios. Escrita hace 2500 años, tiene
una repercusión notable, la gente aplaude de pie y grita bravos. No sé si queda
claro que Medea zafa, se salva. No sólo no es castigada sino que en el mito Medea
recupera su poder y asume un trono.
Elegimos
con Pompeyo Audivert (en la dirección) que aquí se vea la muerte de sus hijos,
algo impensado en el teatro griego. Pero esta fue nuestra actualización a
principios del siglo XXI, donde los crímenes están expuestos cotidianamente.
-¿Cuándo y cómo nace la docente?
-
Primero fui titiritera, porque me gustaba mucho trabajar para niños. Desde muy
joven di clases. Escribí durante siete años guiones para un programa de
televisión, también para la platea chica, en un programa que tenía mi padre, en
la televisión española. Después me fui cansando, y apareció con más fuerza la
dirección, la cantante de tango e hizo que me fuera corriendo.
-¿Y la necesidad de dirigir?
-
Fue una necesidad, un deseo, que empezó entre 1982 y 1983. Es una vocación
salteada. A veces al leer una obra la veo más para dirigirla, que para
interpretarla. Sentí que estaba bueno ponerme del otro lado. Creo que es parte
de la máquina teatral y que todos en algún momento necesitamos hacer este
ejercicio.
-¿La poesía te interesa mucho?
-
Si leo mucha poesía, a veces Paco Urondo, Juan Gelman, Lamborghini, y también
voy a actos y como cantante de tangos incluyo más lecturas.
- ¿Cómo mantiene su actividad docente en "El
Excéntrico de la 18?
-
Este año sólo tuve sólo un grupo, porque entre la televisión y Medea no
hubiera podido tener más. Trabajamos sobre Macbeth y algunos sonetos de
William Shakespeare. Invité tanto para el primer como para el segundo
cuatrimestre al teórico Carlos Gamerro, para que hablara del tema de las
traducciones y la historia del teatro isabelino. Mi taller es para avanzado y
es casi monográfico, tomo sólo un tema, puede ser clásico y complejo. Tratamos
de ponerlos en aprietos.
- ¿Hubo cambios en su teatro independiente?
-
Hace muy poco hicimos un acuerdo con la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín). En "El Excéntrico de la 18" residirá el Instituto de Artes
de la UNSAM. Ya está la carrera de Teatro, de la cual seré su Directora, la de
Audiovisuales que creó Tristán Bauer y la de Danza, Oscar Araíz al frente.
También hay carrera de Objetos y de Títeres, se agregará la de Circo, a cargo
de Hochbaum.
Junto
con mi hija (Valentina Fernández de Rosas) tenemos varios grupos y nos
encargamos de la selección de la programación. Sigue siendo un ámbito de
experimentación, como cuando lo fundé, aunque su actividad docente también es
prioritaria. Valentina dicta numerosos cursos de actuación, para niños,
adolescentes y adultos y yo tengo algún curso también. Este lugar ya cumplió
veintitrés años. Aquí estrenamos El padre y Antígona, con las
direcciones de Alberto Ure.
-¿Cuál fue tu formación como actriz?
-
Mi primer maestro durante cinco años fue Augusto Fernandes, después seguí con
Carlos Gandolfo, Lito Cruz, mucho con Hedy Crilla. Creo que de ella heredé toda
la relación con la palabra gracias a su seminario "de la palabra en
acción". También estudié con americanos, como Dominique Di Fazio, con los
dos Strasberg, padre (Lee) e hijo (John). Y después me lo encontré a Alberto
Ure, con quien trabajé siete años. Fue muy importante en mi formación, para
pensar el teatro, política e identidad
-¿Te cambió Ure?
-
Absolutamente. Empecé a mirar más a Tita Merello que a Mary Streep y me dediqué
más al imaginario argentino. Para mí fue una experiencia extraordinaria. Me
mostró el país a partir de nuestras marcas culturales y de nuestras
tradiciones. Además de su técnica de improvisación y los ejercicios para
trabajar con los textos, que son herramientas de oro, con él aprendí los cruces
y la fragmentación.
La
técnica de improvisación que inventó Ure es la que utilizo en la actualidad, al
igual que sus ejercicios. Es un Método Industria Nacional. Su primer libro Sacate
la careta es obligatorio en mi escuela, ahora gracias al Instituto Nacional
del Teatro (INT) pudimos publicar lo que denomino el tomo II: Ponete el
antifaz.
También
están inéditas las dramaturgias de Ure, íbamos a hacer Acreedores de
Strindberg y tiene otra sobre Señorita Julia. Siempre que hacía una obra
tocaba su dramaturgia, también armó una obra de teatro sobre la narración Las
noches blancas de Fedor Dostoievsky. Escribió y está inédita su propia
obra: La familia argentina. Allí Ure nos iba a dirigir a Norman
Briski, Belén Blanco y a mí. Quiero llevar a escena su versión de Edipo rey,
tal vez lo pueda hacer en el 2011.
-¿Quiénes más usan estas técnicas de Ure?
-
Muchos de los que estudiaron conmigo, como Graciela Camino y Fabián Bril.
También Ricardo Bartís hace algo bastante parecido, cuando le habla al oído a
sus actores, se acerca a lo que hacía también Kantor.
- ¿Habrá más textos de Ure?
-
Sigo tratando de publicar más de sus textos. Todavía hay mucho material escrito
por Ure que es inédito.
-¿Que no soporta Banegas espectadora?
-
El mal teatro. Me dejo encantar cuando hay buenas actuaciones y buena
dramaturgia, no me importa dónde las vea. Me sigo sorprendiendo con el teatro,
me considero una buena espectadora. Me gusta mucho ver y no me enrosco.
-¿A qué creadores sigue?
-
Me gusta mucho Ricardo Bartis. Me interesa: Ciro Zorzoli, Lola Arias, Federico
León, Alejandro Catalán, Alfredo Ramos y hay más.