número 13 | Junio 2016
dossier 1. Directoras
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Siempre tuve muy claro que quería ocuparme solo de dirigir. Entrevista a Cheté Cavagliatto

Ana Seoane (UNA-UBA)

Nació como Celia Ester, pero para el teatro es y será siempre Cheté Cavagliatto. Es sin duda la directora más importante de Córdoba y esto sucede desde sus inicios, en los últimos años de la década del 60. Recibió el Premio al Mérito Artístico que entrega la provincia en el área de teatro (2014); el “Jerónimo Luis de Cabrera” otorgado por la Municipalidad de Córdoba (2013); el reconocimiento a la trayectoria en los festejos de los 50 años de la Comedia Cordobesa (2009); a la Trayectoria otorgado por el Instituto Nacional del Teatro (2009) y desde 1999 es  “Ciudadana Ilustre” de su ciudad declarada por el Concejo Deliberante.

     Sus direcciones no sólo marcaron a varias generaciones de cordobeses sino que sus puestas al aire libre de su versión escénica de la Divina Comedia de Dante Alighieri consiguieron que ese libro ocupara los primeros lugares de venta. El público que de manera gratuita se asombró con su Infierno en la Plaza España (1997), o su Purgatorio en la Isla de los Patos (1998) pudo cerrar esa trilogía con el Paraíso imaginado en los Tribunales cordobeses (1999).

      Estuvo en la gestión pública, aceptó ser subsecretaria de Cultura de la provincia de Córdoba durante cuatro años, desde 2007 hasta el 2011 y hoy reflexiona: “No era un puesto político, por eso le pedí al gobernador no ser la secretaria de Cultura, me sentí más útil en lo artístico, porque son mis aguas.”

     Llevó a escena numerosas óperas desde Mozart hasta Verdi en el teatro San Martín, antes Libertador que sería nuestro Colón porteño. Fundó su primer teatro en 1996, bautizado como “Medida x Medida”, hoy con un nuevo ámbito, ya que tuvo que mudarse, y dejó su dirección a la nueva generación de sus discípulos.

     “Estudiaba música –recuerda- debía ser concertista de piano, por mi familia y terminé el conservatorio. En paralelo hice el profesorado de alemán y por una vecina que me llevó por primera vez al teatro en 1966, nunca más lo abandoné. En 1968 fundé el elenco teatral del Instituto Goethe. Fue una profesora de la universidad quien me pidió que armara una obra y le dije que buscaría actores profesionales pero en castellano. Allí estaban: Rafael Reyeros (escenógrafo) y Mabel Brizuela (hoy investigadora y docente). Recibí una mención por divulgar autores como Peter Hanke que no se conocían aquí. Muchas veces, no todas, adaptaba los textos a la realidad nuestra, ya eran los 70 y teníamos un compromiso ideológico. Hoy creo que estar en el Goethe me salvó la vida.”

    Todavía su apellido sigue siendo sinónimo de la activad teatral de ese emblemático instituto alemán. Cavagliatto rememora sus inicios allí: “Había sólo un salón de actos, por eso nunca usé un ámbito convencional, incluí otras partes del edificio. Estuve muy influenciada por 1789 de Ariane Mnouchkine. Estrenamos Cándido y los Incendiarios de Marx Frisch (1969), después Insulto al público de Peter Handke (1971) y Leonce y Lena de Georg Büchner (1971). En 1973 con una beca estudié en Alemania y vi muchos espectáculos. Aquí la dictadura del 1976 fue terrible, se cerraron las universidades y los grupos debieron exiliarse. Tuve mucha gente cercana desaparecida, fueron tiempos en que no se podía dormir tranquila. Primero llegué a Barcelona con una parte del grupo del Goethe con un espectáculo infantil (Escuela con payasos) y ya había muchos argentinos. Cuando me tuve que exiliar una amiga alemana me invitó a ir a Berlín. Allí recibí mucha ayuda del Goethe y del Instituto Internacional de Teatro (ITI)”.

     Como varios argentinos, su vida fue marcada por el exilio. No quiso quedarse en el exterior y Cavagliatto explica las razones de su regreso cuando el infierno aún no había terminado. “Mi hermano estaba internado y decidí volver para estar con él. Estaba trabajando muy bien, como directora y asistente pero en 1980 me arriesgué y volví con miedo. Estuve cuatro años exiliada. En cuanto llegué el Instituto Goethe me llamó para que trabajase en la programación cultural. Dirigí De cómo el Sr. Mockinpot consiguió librarse de sus de padecimientos de Peter Weiss (1982) y nos invitaron del Festival Cervantino de México para llevarlo y Alemania nos ayudó, por lo cual fuimos representando a la Argentina y a la República Federal de Alemania”. 

     Imposible no dialogar con ella sobre la realidad de ser mujer en un mundo teatralmente masculino. “Me parece que en este país hay pocas mujeres dirigiendo ópera, en Alemania hay más, pero sucede igual en el mundo del teatro, donde sigue habiendo predominio masculino y eso pasa también en el mundo musical. Cuando estudié piano quería ser directora, no concertista. No sé la razón, porque en realidad nunca tuve contras en mi trabajo, los únicos que se opusieron fueron de mi familia”.

      Cuando se le pregunta si hay un teatro cordobés, Cavagliatto reflexiona: “Sí tiene un discurso que puede decirse que es cordobés, aunque no sé qué pasa en otras provincias. Se nos hace difícil ver las otras realidades. Creo que la gran diferencia está en los temas, aunque ahora siento que hay mucho parecido. Hay más autores en Buenos Aires, por eso la dramaturgia es porteña”.

     “Nunca escribí teatro –se confiesa-  y cuando decido hacer dramaturgia, convoco a alguien o de letras o de periodismo para trabajar en conjunto la adaptación. Jamás se me ocurrió escribir o actuar. Siempre tuve muy claro que quería ocuparme solo de dirigir. Creo que son muy pocos los que pueden escribir, dirigir y actuar. ¡Ni siquiera Mozart hacía tanto! Se puede hacer mucho, pero muy bien poco. Creo que hay que especializarse en algo. El teatro exige especialistas en distintos rubros. Siempre estoy haciendo algo, pero busco no sentirme atropellada por la vida. Viví corriendo y ahora no lo elijo. Fue y es muy difícil vivir del teatro, imposible del independiente.”