De cómo la cuarta ola feminista inunda la escena actual
Pilar Ruiz (UNA)
RESUMEN
¿El patriarcado del salario, concepto desarrollado por Silvia Federicci, tiene su reflejo en el campo intelectual de las artes escénicas?
No sólo es cuestión de reconocer la desigualdad de oportunidades, dentro del campo intelectual, sino de saber qué quiere decir, cómo se explica y qué tipo de escena nos presenta.
¿Qué consecuencias estéticas traerá a la escena contemporánea el actual cambio de paradigma a partir de la cuarta ola feminista?
PALABRAS CLAVE
Artes Escénicas. Campo Intelectual y proyecto creador. Escena. Patriarcado del salario. Feminismo. Silvia Federicci. Pierre Bourdieu.
SUMMARY
Does the patriarchy of salary, a concept developed by Silvia Federicci, have its reflection in the intellectual field of the performing arts?
It is not only a matter of recognizing the inequality of opportunities, within the intellectual field, but of knowing what it means, how it is explained and what kind of scene it presents to us.
What aesthetic consequences will the current paradigm shift from the fourth feminist wave bring to the contemporary scene?
KEYWORDS
Performing Arts. Intellectual field and creative project. Scene. Patriarchy of salary. Feminism. Silvia Federicci. Pierre Bourdieu.
El patriarcado del salario en el campo intelecutal
Si hablamos de patriarcado hablamos de capitalismo y si hablamos de capitalismo hablamos de patriarcado. Entonces, hablando de capitalismo me animo a introducir el concepto de patriarcado del salario desarrollado por Silvia Federicci. Se refiera a aquella organización social en la que prima la exclusión de las mujeres del salario, otorgando poder de control a los varones y desvalorizando e invisibilizando el trabajo doméstico y de crianza de la mujer, que al sistema le es necesario para explotar el gigantesco ámbito de la reproducción de la fuerza de trabajo. Esto sirve al capitalismo en su principal objetivo: construir un entramado de desigualdades a nivel mundial que le permita reproducirse.
Sí, estoy hablando de capitalismo, patriarcado y salario, tres palabras que, para una mirada desprevenida o más bien romántica sobre el arte y les artistas, parecieran estar lejos de las artes escénicas. Sin embargo, en la era en que se derrumba el concepto del amor romántico, también es tiempo de quitarle romanticismo al acto creador de les artistas y hablar del trabajo cultural que desarrollamos en la sociedad. Asumirnos como trabajadores y trabajadoras de la cultura me invita a introducir a Pierre Bourdieu con sus conceptos de campo intelectual y proyecto creador. Entendemos por proyecto creador al sitio donde se entremezclan, y a veces entran en contradicción, la necesidad intrínseca de la obra y las restricciones sociales que orientan la obra desde afuera. Según Bourdieu les artistas se definen sólo en y a través de todo el sistema de relaciones sociales que sostienen con el conjunto de agentes que constituyen el campo intelectual, como por ejemplo: otres artistas, la prensa y la crítica, programadores, productores, el ámbito académicos, concursos, premios, festivales.
¿Es posible que aquello del patriarcado del salario, que Silvia Federicci analiza a gran escala, tenga su reflejo en nuestro campo, más pequeño, pero parte del sistema en el que vivimos?
La respuesta se me escapa de la boca: si reconocemos que vivimos en un entramado de relaciones determinadas por un sistema machista patriarcal y si decimos que les artistas están condicionades a orientar su actividad hacia tal o cual región del campo cultural por las relaciones que pueden mantener con cada une de les demás miembros de la sociedad intelectual, estamos en condiciones de observar que el desarrollo artístico de las mujeres se desenvuelve en un plano de desigualdad por sobre el desarrollo artístico de los varones.
Pero no sólo es cuestión de reconocer ésta desigualdad de oportunidades, sino de saber qué quiere decir y cómo se explica. No se puede modificar algo que está velado por un sistema que reproduce aquello de forma inconsciente y termina imprimiéndole el carácter de natural, cuando es una construcción social, política, económica y cultural.
A partir de una investigación[1], se observó que se estrenan en un año la misma cantidad de obras escénicas creadas por hombres como por mujeres. Sin embargo, en los espacios de trabajo remunerados, como pueden ser el circuito comercial y el oficial, hay un mayor porcentaje de presencia masculina, sobre todo en los roles de dramaturgia y dirección. Es decir que el lugar de la mujer en las artes escénicas, ha venido corriendo la misma suerte de desvalorización e invisivilización, que el lugar de la mujer a nivel mundial.
También, hablar de la reproducción de un sistema, implica hablar de los espacios de formación, aquellos lugares que están para transmitir e inculcar la cultura canónica de una sociedad. Y en éste aspecto no sorprende observar que en la formación escénica (actuación, dirección, dramaturgia) se abordan muchos más textos, tanto teóricos como dramáticos, escritos por varones. Es decir que las mujeres siguen produciendo en igual medida, pero no es su producción artística la mayormente elegida para trabajar en los espacios de formación como pueden ser La Universidad Nacional de las Artes y la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, por nombrar sólo dos instituciones que pueden dar un panorama de la situación.
En el complejo entramado de campo intelectual y patriarcado del salario[2], nos encontramos con el campo académico artístico replicando la invisibilización de la voz y el hacer escénico de la mujer. La brecha de desigualdad se solidifica en el campo escénico al tener un agente, con la fuerza de la formación, legitimando el hacer de los artistas varones por sobre las artistas mujeres.
Así como tampoco sorprende observar, en ambas instituciones, una falta de paridad en los cargos de jefes y jefas de cátedra de las materias prácticas principales[3]. Todo parece acentuarse: hombres dando producciones de hombres como ejemplos legítimos del hacer escénico, para trabajar en clase, en una institución creada por hombres para reproducir el sistema de poder que beneficia a los hombres.
Por último, es necesario mencionar el sistema de premios y concursos en el área de las artes como agentes legitimadores, tal como dice Bourdieu en el análisis del campo intelectual y proyecto creador. Y, desde una perspectiva de género, bien sabemos que el lenguaje, utilizado de tal o cual manera puede excluir o incluir. Pero parece que quienes arman las ternas todavía no registraron que se las nombra en masculino, como por ejemplo mejor autor o mejor director, como si ese premio fuese sólo dirigido a varones. Sumado a la tendencia histórica a que los premios de dirección, dramaturgia y las áreas más técnicas como escenografía o iluminación, en su mayoría son otorgados a los varones. ¿Será que mujeres y otras identidades tienen menos talento o será que son territorios del hacer donde aún no hay un real reconocimiento del trabajo escénico creador de quienes no son varones?
La ola feminista: cambio de paradigma y sus consecuencias estéticas.
Parece que “casualmente” algunos números cambiaron justo éste año, no en los espacios de formación pero sí en la programación de obras en los teatros oficiales[4]; no así en el circuito comercial[5]. Pareciera que la brecha laboral sigue existiendo, pero va disminuyendo. ¿A qué se debe realmente esto?
Desde la primera marcha #NiUnaMenos[6], del 3 de junio del 2015, pasando por el debate en el Congreso de la Nación por Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, hasta el último 8M, la ola feminista viene inundando todas las áreas. Y desde ese momento, mujeres del ámbito artístico comenzamos a tomar conciencia de nuestro lugar en el campo intelectual. Entonces, podemos decir, en términos psicoanalíticos, que una vez que algo se nos devela y se pone en palabras, pasando del inconsciente al consciente, ya no hay vuelta atrás y comienzan a generarse cambios de conductas. Y en términos teatrales sería así: hemos vivido la anagnórisis y ya no hay retorno. La revelación de lo que estaba oculto/naturalizado nos obliga a generar algún cambio desde la acción.
Es cierto que el camino de la deconstrucción es largo y no es de un día para el otro. Pero nosotras ya hicimos un primer y gran movimiento, empezamos a organizarnos, a construir espacios para encontrarnos y cuestionar nuestras prácticas y nuestra cultura machista en la vida cotidiana y en la escena actual. Comenzamos a hablar de nuestro rol en las cooperativas; de la invisibilizacion de nuestro hacer; del abuso de poder y casos de abuso sexual que se ejercen en el ámbito del trabajo y en los espacios de formación; del micromachismo dentro del campo intelectual, de la dificultad para poder combinar nuestras jornadas laborales, remuneradas, con la carga horaria que implica un proyecto creativo independiente y a la vez, el cuidado en nuestros hogares, porque seguimos siendo mujeres en este sistema. Nosotras, el último tiempo empezamos a estar verdaderamente juntas, a construir red y espacios de encuentros, contención, cuidado y acción con verdadera pedagogía popular y diálogo intergeneracional como forma de deconstrucción.[7]
Ahora, invitamos a los varones a pensarse en una nueva cartografía de la escena contemporánea, más justa e igualitaria para todes. Invitamos a los varones a asumir la co-responsabilidad del mapa de trabajo en el campo de la cultura, en las artes escénicas, con su total complejidad.
¿Cómo sigue esto? Del mismo modo, que la crisis del 2000 devino en nuevas formar de pensar y hacer teatro; o el avance de la tecnología abrió campo a nuevas estéticas como por ejemplo a una escena tecnológica, el actual cambio de paradigma, el avance del feminismo y por lo tanto la mayor presencia de la mujer dentro del campo intelectual, específicamente en todos los roles de las artes escénicas, traerá inevitablemente nuevas formas de hacer, nuevos vínculos, nuevos modos de contar, nuevas poéticas, nuevas voces y nuevos contenidos.
Todo este movimiento quizás devenga en un nuevo campo intelectual, contagiado de feminismo, dispuesto a revisar la lógica binaria hetero-normada; a crear desde una verdadera horizontalidad (como en las vigilias feministas que no se marcha de pie en la verticalidad individual, en una única dirección, sino que se sale al encuentro con otras, a estar entre otras bailando, abriendo el cuerpo en todas sus direcciones); a desterritorializar los espacios misóginos, construir paridad y abrir la circulación de la palabra y la escucha, dando lugar al disenso como posibilidad.
Estamos viviendo un cambio de paradigma, con la llegada de una ola que puja por abrir los espacios de trabajo, a mujeres creadoras, legitimar la voz de las mujeres, desde la visibilización de sus textos dramáticos y espectaculares, en una programación equitativa en todos los circuitos teatrales y festivales escénicos.
Estamos viviendo un cambio de paradigma, con la llegada de una ola dispuesta a inundar la escena; abrir posibilidades estéticas, saliendo del canon establecido, saliendo de esa escena abusiva falo-centrista llena de testosterona, tanto en el contenido como en su forma y en su modo de vincularse en el campo intelectual. Y no me refiero a que ahora todas las obras tienen que tocar temáticas de género, me refiero a una escena dispuesta a abandonar esa imposición del director/dramaturgo para dar lugar a una escena que enlace y se abra para ser habitada desde un lugar más deseante, sororo, disidente y festivo, en términos de marea verde.
Estamos viviendo un cambio de paradigma, con la llegada de la cuarta ola al campo intelectual, abriendo paso a una escena feminista y por ende igualitaria.
Como dijo Simone de Beauvoir: “Si las dificultades de la vida son más evidentes en las mujeres independientes es porque no han elegido la resignación, sino la lucha”.
BIBLIOGRAFÍA
Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Editorial De Bolsillo. Buenos Aires. 2017.
Bourdieu, Pierre. Campo de Poder, Campo Intelectual. Editorial Quadrata. Buenos Aires. 2004.
D'alessandro, Mercedes. Economía Feminista. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 2017.
Federicci, Silvia. El patriarcado del salario: criticas feministas al marxismo. Editorial Traficantes de sueños. Madrid. 2018
Ni Una Menos. www.niunamenos.com.ar
[2] Sistema capitalista que se sigue reproduciendo a partir del trabajo doméstico no asalariado de las mujeres y posibilita el desarrollo del trabajo de los varones.
[3] Algunas referencias que pueden dar cuenta de la situación:
*(El relevamiento de las carreras de dramaturgia –de la UNA, la EMAD y el Paco Urondo- fue hecho por LA COLECTIVA DE AUTORAS comisión Estadística. El relevamiento en las carreras de Actuación y Puesta en Escena de la EMAD fue hecho por trabajadoras y trabajadores docentes de la EMAD, el relevamiento en las Licenciaturas de la UNA – actuación y dirección- fue hecho por La Agrupación Estudiantil Tu Eterno Chicharrón)
[4] Algunas referencias que pueden dar cuenta de la situación:
[6] Ni Una Menos es un grito colectivo contra la violencia machista. Surgió de la necesidad de decir “basta de femicidios”, porque en Argentina cada 30 horas asesinan a una mujer sólo por ser mujer. La convocatoria nació de un grupo de periodistas, activistas, artistas, pero creció cuando la sociedad la hizo suya y la convirtió en una campaña colectiva. A Ni Una Menos se sumaron a miles de personas, cientos de organizaciones en todo el país, escuelas, militantes de todos los partidos políticos.
[7] Por nombrar algunos de los espacios de encuentro: