La suspensión de la violencia
Laura Sbdar (UNA)
RESUMEN
Este artículo se propone pensar la escenificación de la violencia de género y específicamente la puesta en escena de la violación. Teniendo en cuenta las manifestaciones de la corporalidad en la escena, y tomando el caso de La Wagner de ¨Pablo Rotemberg, se plantea la pregunta acerca de cómo producir a través de la ficción un posible freno a la reproducción sistemática de la violencia de género.
PALABRAS CLAVE
Violencia de género, violación, puesta en escena, puesta en abismo, suspensión de la corporalidad.
SUMMARY
This article aims to think about the staging of gender violence and specifically the staging of rape. Taking into account the manifestations of corporality in the scene and taking the case of La Wagner from ¨Pablo Rotemberg, the question arises about how to produce through fiction a possible brake on the systematic reproduction of gender violence.
KEYWORDS
Gender violence- rape- staging- put into abyss-corporality-suspension
Primero la sombra, después los cuerpos. La luz suspende la fiscalidad y La Wagner [1] inicia con el ingreso de un halo negro manchando un pasillo en altura. La música suspende el espacio que, vacío de objetos pero recubierto de sonidos, amenaza con ser ocupado. El cuerpo es denotado y, todavía ausente en su materialidad, late por aparecer en la promesa del reflejo oscuro que manifiesta la contigüidad. Lentamente las bailarinas ingresan y anudan el encuentro entre la alusión y la presencia de la corporalidad. La obra que apuesta a poner en primer plano los cuerpos desnudos y develados de las intérpretes para escenificar la violación, se inicia con un gesto que pone de relieve la ausencia de la materialidad. El ingreso de la sombra como suspensión revela la desaparición de un cuerpo que en algún lugar (cercano) sigue presente.
Pensar la violencia de género en el marco de las producciones escénicas genera la pregunta acerca de cómo producir a través de la ficción un posible freno a su reproducción sistemática. Indagar en las manifestaciones de la corporalidad en la escena (presencia, ausencia y suspensión) puede ser un modo de abordar la relación entre violencia, cuerpo, lenguaje y ficción.
El físico estar-en-el-mundo, el cuerpo, es el lugar donde se acoplan las implicancias de lo real y los destellos de la ficción de modo que no puedan ser separados. Siguiendo a Butler, “la fantasía es una acción física” (Butler, 1990, p. 113) es decir, no hay escisión entre cuerpo y fantasía. Esta perspectiva puede ser productiva a la hora de pensar la escenificación de la violencia de género y particularmente la puesta en escena de la violación. Al referirse a la violación, Segato afirma que:
Aún cuando incluye sin lugar a dudas la conjunción carnal, nunca es en realidad un acto consumado sino la escenificación de una consumación, inevitablemente atrapada en la esfera de la fantasía. En otras palabras, si para la víctima solo se consuma como violación en su interioridad, para el violador es la irrupción de una fantasía (2010, p.42).
Para evidenciar el aspecto simbólico de la violación, Segato se apropia de un léxico teatral y denota la diferencia entre el acto y la escenificación. A diferencia de la tradición aristotélica que define al drama por su acción, la autora toma el concepto de escenificación pero lo diferencia del acto y resalta su carácter de fantasía. En este sentido la pregunta por la puesta en escena de la violación, manifestación atroz de la violencia de género, es una pregunta por la escenificación de la escenificación, es decir por la puesta en abismo. Si, como afirma Segato, “la violación siempre es una metáfora, una representación de una escena anterior, ya producida y a la cual se intenta infructuosamente regresar“(2010, p. 42), entonces la puesta en escena de una violación es siempre la puesta en escena de una metáfora. Cabe preguntarse por las implicancias políticas y poéticas que conlleva esta puesta en abismo de la metáfora. ¿Qué sucede con el traslado de la violencia de lo real en violencia poética? ¿Cómo se produce el transito en el abismo de la puesta? ¿Es posible efectuarlo sin ejercer violencia? ¿Sin producir en el acto de simbolización una violencia que duplique o afirme?
En La Wagner los cuerpos se auto infringen violencia y trastocan el acto carnal y real que intenta apropiarse de algo que no puede robarse, de eso huidizo, de esa “exhalación de lo femenino en el ciclo confirmatorio de la masculinidad” (Segato, 2010, p.43). Las bailarinas se apropian del ejercicio de la violencia y la ejecutan sobre ellas mismas. La escenificación exige los cuerpos, demanda resistencia, dolor y transpiración. Mientras la música se intensifica, los cuerpos desnudos respiran exhalaciones agotadas que nos atrevemos a traducir en palabras[2]: ¿Cuánto soporto? ¿Cuánto puedo aguantar? ¿Hasta cuándo seguiré resistiendo? ¿Qué siento? ¿Este cuerpo sigue siendo mío? ¿Estoy muerta si me muevo? ¿El dolor es una comprobación de la existencia?
Parecería que los cuerpos de las bailarinas en la escena reproducen el orden de lo real: sudor y dolor. La inquietud por el alcance de la duplicación de la violencia aparece de inmediato. ¿Por qué la obra reproduce la violencia? ¿Por qué las bailarinas se auto infligen dolor? ¿Acaso el hecho de que se enmarque dentro de una ficción exime al acto violento? ¿Pero si coincidimos con Segato en que la violación cuenta con un aspecto fantasioso, la justificación de la violencia ficcional no sería en última instancia un argumento que podría justificar la violación? ¿Dónde está el límite si no es en el dolor? ¿En la metáfora? ¿Pero si la violación también es una metáfora, entonces dónde está el límite?
La duplicación de la violencia trae amarrada la duplicación de la metáfora que por acumulación y revulsión permite abrir un hueco en el proceso. Si la violación puede ser pensada en su aspecto simbólico como metáfora, la exhibición metafórica de esta, es decir la puesta en abismo de la metáfora en cuerpo, devela la conjunción inescindible, que marcaba Butler, entre acción y fantasía. En el impacto cuerpo a cuerpo, La Wagner provoca una tensión física entre quienes bailan y quienes miran. La fiscalidad se manifiesta en sus excesos para concretar una unión entre los cuerpos del convivio teatral. En el intercambio perceptivo se produce un hiato entre los cuerpos que duelen materialmente y aquellos que duelen en la contemplación. De este modo, la fantasía se propone como “la escena misma que suspende” a la acción y “en su suspensión, propicia la indagación critica de lo que constituye la acción” (Butler, 1990, p. 113).
El carácter simbólico de la violación, aquel que la define como un acto instrumental de la violencia para la adquisición de un prestigio es desnudado, mientras el acto carnal producido es ejecutado por los cuerpos de las mujeres. En el cruce liminal de la crudeza del físico-estar-en-el-mundo que (re)produce la violencia y la suspensión de la metáfora abismada, se vuelve visible la violación como “acto inteligible” (Segato, 2010, p. 43) Son los cuerpos propios quienes respiran y balbucean las (re)presentaciones de la violencia. Son los cuerpos quienes duelen, traspiran y lastiman sus consecuencias mientras la metáfora como suspensión de la denotación de primer rango, como predicación impertinente construida sobre las ruinas de la literalidad (Ricoeur, 1997), habilita “el hueco en el proceso, lo otro en el retorno de lo igual, el balbuceo en el texto mudo, el agujero en la eternidad” (Müller, 1990, p.5).
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Judith (1990), “The force of fantasy: feminism, Mapplethrope, and discrusive excess”, Differences: A Journal of Feminist Cultural Studies, Duke University Press pp.105-125
Fisher- Lichte, Erika (2011), Estética de lo performativo, Madrid, Abada Editores.
Müller, Heiner (1990) Descripción de un cuadro, Turia: Revista cultural: Nº 13
Ricoeur, Paul (1997) La métaphore vive, Paris, Éditions du Seuil
Segato, Rita Laura (2010), Las estructuras elementales de la violencia: ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Prometeo Libros.
[1] La Wagner de Pablo Rotemberg fue estrenada en el año 2013 en el Centro Cultural General San Martin y continúa haciendo funciones.
[2] Esta traducción efectuada a los fines de la reflexión es en realidad una contradicción respecto a la argumentación que haremos a continuación sobre el valor del diálogo cuerpo a cuerpo (sin necesidad de palabras) entre las bailarinas y la expectación.