La vis cómica, de Mauricio Kartun: la fragilidad del teatro
Por Liliana B. López
Autor: Mauricio Kartun
Actúan: Cutuli, Mario Alarcón/ Horacio Roca, Luis Campos y Stella Galazzi
Diseño de sonido: Eliana Lluni
Diseño de iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño de escenografía y vestuario: Gabriela Aurora Fernández
Dirección: Mauricio Kartun
Espacio: Teatro San Martin / Caras y Caretas
En un juego metateatral, La vis cómica actúa sobre las dificultades de actuar y no es un juego de palabras. Mediante la actuación, un grupo de actores expone los laberintos intrincados que les impiden hacer lo que saben y quieren hacer. Como una profecía de lo que vendría, la acción se sitúa en la Buenos Aires colonial y se dispara hacia el presente que estamos transitando.
En las acciones reina el espíritu de la picaresca española, plenas de los trucos que el pícaro ejercitaba para poder sobrevivir en un medio hostil. Y así sería para las aventureras compañías de actores que llegaron a estas costas, a veces huyendo de algún pleito en la metrópoli. Una colonia donde el poder real estaba muy lejos, donde las instituciones eran un pálido reflejo, casi un simulacro de la vida cortesana.
La obra exhibe un enorme trabajo con el lenguaje, un español arcaico mezclado con portuñol y los modismos locales, propio de un período de indecisión lingüistica. Y esto aparece desde el título, ya que, curiosamente, "la vis cómica" es casi la única expresión en español -en desuso- que emplea este vocablo latino (vis: fuerza, potencia) aplicado -también exclusivamente- al campo de la actuación, en referencia a la capacidad del actor para hacer reír.
El humor campea al menos en tres esferas: lo verbal, lo situacional y lo gestual, ya que como suele ocurrir con la obra cómica, resulta presentativa al dirigirse a los espectadores en una doble dimensión, la del marco y la de las "representaciones internas", como el sublime monólogo a cargo de Stella Galazzi.
El risueño espíritu cervantino aparece en la leyenda del supuesto autor Angulo, citado en el Quijote, y también en el personaje a cargo de Cutuli , el perro que narra y presenta las escenas, tomado de una de sus más célebres Novelas ejemplares, "El coloquio de los perros".
Por lo expuesto, se observa una búsqueda de distanciamiento constante -el narrador/ perro, el metateatro, el teatro dentro del teatro, el humor- lo que nos obliga a repensar las convenciones y los artificios de la práctica teatral en cualquier época.
Son actores y quieren actuar, pero este deseo que los moviliza tanto como convoca a los espectadores, no siempre resulta alcanzable. El teatro siempre está al borde de la transgresión y del peligro, por un motivo o por otro.
En este último sentido señalado, La vis cómica nos advierte sobre una condición constitutiva del arte teatral: su fragilidad. Durante el período en el que se desarrolla la acción eran más que frecuentes las interrupciones de la actividad escénica. Ya sea por motivos sanitarios -las epidemias que asolaban a Buenos Aires-, religiosos -las frecuentes fiestas patronales-, los conflictos bélicos e incluso, las huelgas de las compañías ante la falta de pago.
Varios de estos impedimentos son mencionados en la obra, que, además, fue afectada por la pandemia del COVID-19 a poco tiempo de su estreno en el Teatro San Martín. Sin embargo, con el espíritu de resistencia que también constituye al teatro, volvió a escena, en cuanto fue posible retornar a la presencialidad, en el espacio Caras y Caretas. Con la sustitución de Mario Alarcón por Horacio Roca, La vis cómica constituye otro notable ejemplo de resistencia
Quizás ese rasgo es lo que lo hace tan atractivo: la fragilidad, la evanescencia, el aquí y ahora, más allá de cualquier reproductibilidad. De allí, seguramente, proviene su atractivo y permanencia, a pesar de todo.