Lorca, el teatro bajo la arena de Laura Paredes y Mariano Llinás
Por Clara Mari
Dirección: Laura Paredes
Dramaturgia: Laura Paredes y Mariano Llinás
Actuación: Manuel Attwell, Claudia Cantero, Agustín Gagliardi, Nicolás Levín y María Inés Sancerni
Producción: Mariana Mitre
Asistencia de dirección: Sofía Palomino
Colaboración artística y coreográfica: Constanza Feldman
Composición musical y diseño sonoro: Gabriel Chwojnik
Escenografía: Rodrigo González Garillo
Vestuario: Julieta Harca
Iluminación: Matías Sendón
Fotografía: Estudio Levín
Ciclo Invocaciones
Curaduría y Coordinación General: Mercedes Halfon
Producción y Coordinación General: Carolina Martín Fierro
Lorca, el teatro bajo la arena es la décima obra del ciclo Invocaciones, un programa que busca despertar en la actualidad el eco de autores canónicos. Atrás de la pregunta sobre qué tienen hoy para decirnos las propuestas de Meyerhold, Jarry, Brecht, Artaud, Pasolini, Kantor, Fassbinder, Discépolo, Stanislavsky y, en esta oportunidad, Lorca se establece una línea que evoca el pasado desde la ficción.
Laura Paredes y Mariano Llinás invocan a Lorca desde la arena. El título se abre en diferentes sentidos. Primero, es una alusión intertextual a El público, obra en la que Lorca señala la necesidad de construir un teatro que incomode, que enfrente al espectador con su propia hipocresía, al que denomina teatro bajo la arena. Segundo, es una referencia al espacio en el que transcurre la escena, la arena de una plaza de toros en un futuro inexorable en el que las corridas están prohibidas y, como consecuencia, el lugar puede usarse para otros eventos sociales, en este caso una conferencia sobre Federico García Lorca. Tercero, colocar bajo la arena se opone a enterrar. La arena en la que se sitúa la obra evoca el asesinato del autor, la muerte no reconocida, la cobardía. En el programa de mano, Laura Paredes explicita: “Aquí nuestra humilde invocación, Federico. Y nuestro desprecio hacia el cobarde falangista, falto de duende, que apretó el gatillo”.
Muerto el autor queda el interrogante sobre los lugares en los que todavía vive. Los personajes dan una pista sobre la respuesta que plantea la obra. La palabra poética literal de Lorca tiene lugar a través de las interpretaciones de Agustín Gagliardi y Nicolás Levín, dos monosabios que se encargan de recitar fragmentos de Poeta en Nueva York, Romancero Gitano, representar una escena de La casa de Bernarda Alba. Los versos quedan plasmados y las declamaciones reflejan su fuerza.
Por otra parte, Lorca vive en las ponencias y en las lecturas, pero también las excede. Dos catedráticas disertantes en el congreso, Elena y Mariana Pineda -en las actuaciones de Claudia Cantero y María Inés Sancerni- construyen de manera paródica un marco institucional que termina por mostrar su giro melodramático. Entre las discusiones acerca de cuál es la perspectiva académica más adecuada sobre el autor, se convierten ellas mismas en personajes lorquianos y dejan entrever una historia personal en la que queda encarnada la pasión amorosa.
Por último, en la representación del personaje de Jaime (Manuel Attwell), un ayudante de cátedra en plena carrera, se corporaliza la parte simbólica, sobre todo en relación a la transformación y la muerte. Dentro de un traje ajeno, cuan minotauro, personifica la despedida de la invocación: a partir de una mancha roja constatamos una vez más que murió el torero y, al mismo tiempo, entendemos lo vivas que están sus palabras heridas de muerte.
Lorca, el teatro bajo la arena encuentra una forma potente para homenajear al establecer una nueva ficción que entabla un diálogo con la obra lorquiana tanto para quienes la conocen y rememoran como para quienes no la leyeron y quedan adentrados en el camino.