La gesta heroica. Tragedia costumbrista
Por Julia Elena Sagaseta (UNA)
Libro y dirección: Ricardo Bartis.
Intérpretes: Luis Machin (luego Carlos Defeo), Facundo Cardosi, Marina Carrasco, Martin Mir.
Sonido: Lolo Micucci.
Iluminación: Jorge Pastorino.
Escenografía y vestuario: Paola Delgado.
Colaborador artístico: Domingo Romano
Espacio escénico: primero Teatro Cervantes, luego Centro Cultural Thames
La gesta heroica tiene una historia y un extraordinario trabajo de actuación pero hay también otra historia, la de su preparación, estreno en el teatro Cervantes, reestreno en el Centro Cultural Thames, suspensión.
Todo comenzó cuando Alejandro Tantanián, entonces director del Cervantes, invitó en 2019 a Ricardo Bartís a preparar una obra. Se iba a estrenar en marzo de 2020. La pandemia lo hizo imposible y pasaron tres años para que pudiera concretarse, lo que incluyó revisiones, cambio de directores en el teatro y finalmente estrenarse en abril de 2023. Se representó dos meses con mucho éxito de público muy interesado en ver una nueva obra de Bartís que hacía bastante tiempo que no lo hacía. Pero como la propuesta proponía que los espectadores estuvieran en el escenario con la obra de espaldas a la platea se redujo mucho el público.
En esos tres años se produjo otro hecho: el cierre y venta del Sportivo Teatral, el teatro de Bartís. En el mismo lugar se formó otro espacio, el Centro Cultural Thames que ofreció el lugar para continuar con La gesta heroica. Allí se produjo el reestreno con el mismo elenco y éxito. Sin embargo después de un tiempo tuvo que dejar Luis Machín por otros compromisos y subió en reemplazo Carlos Defeo (con Machín otro de los grandes artistas de Bartís). Pero el 14 de octubre de 2023 Defeo murió repentinamente y la obra tuvo que suspenderse una vez más. Esa es su situación actual.
La idea inicial de la pieza fue trabajar con una versión de Rey Lear. En realidad se sigue mínimamente la obra. Como en todas las producciones de Bartís no se produce un texto como el nudo de la pieza. Es la interpretación, la presencia de los actores, sus ritmos, sus intensidades emocionales, sus energías, en distintas capas que se van sucediendo. El texto está en este caso cruzando los elementos de una tragedia clásica con un costumbrismo exaperado, muy lejano del simple realismo.
La obra se ubica en una casa desvencijada de un lugar de la costa. La habitan el padre, enfermo, malhumorado, despótico y dos de sus hijos, unos seres superficiales y desinteresados por lo que ocurre a su alrededor. El padre (que interpreta primero Luis Machín y luego Carlos Defeo) deambula entre un sillón junto a una televisión en la que ve la versión de Rey Lear por Lawrence Olivier una y otra vez y el baño. Cuando se sienta se pone el suero. Ha decidido repartir la herencia, esa casa que abunda en objetos caducos y un terreno vecino donde estaba un parque de diversiones, La gesta heroica, que no funciona. En la casa hay objetos derruídos del parque: un autito chocador incrustado en el techo, una tabla con el nombre del sitio. Ni esa casa desvencijada ni el parque deshecho valen mucho. La herencia es mínima, más bien resulta una deuda. Viven con mucha escasez mientras esperan la llegada del hijo mayor, el que se ha ido de la casa hace mucho escapando de esa vida miserable.
Aunque Bartís haya puesto como subtítulo “tragedia costumbrista” es una oposición en sí. La tragedia no puede desarrollarse en la forma tradicional costumbrista de nuestro teatro. Por eso todo se exacerba en la presentación esperada, y así se toma la familia típica de ese teatro pero escapando a las formas conocidas. Las relaciones se trastrocan, impera el incesto, esperan más del hermano que vuelve que de la mencionada fortuna que apenas existe. Se tratan mal, se acusan, se burlan, no hacen caso del padre que no deja de escuchar la voz del actor inglés en Lear. Luego es decir, el teatro está siempre presente. El padre rey de su parque de diversiones derrumbado pretende mantener su poder entre el maltrato y cierta actitud idiota. Se anima cuando recuerda el pasado que se mezcla entre el familiar y el histórico. Allí no la fortuna sino la deuda cobra otro valor. Los hijos pretenden inútilmente derrocar al padre pero en realidad resultan iguales a él.
Este cruce de tragedia incumplida y costumbrismo atravesado produce capas de interpretación. Los actores profundizan a los personajes (en particular Machín y luego Defeo porque el padre es quien más exige y también Martín Mir que interpreta al hijo mayor que deambula por varias situaciones dentro y fuera de la casa. Los otros hermanos juegan los varios vaivenes de su superficialidad sin medida). Los actores, su intepretación son el hecho fundamenal de la pieza, más allá del texto que dicen con calidad, pero por encima del mismo están las presencias.
La obra se representó en el Cervantes, como se dijo más arriba en el escenario con los espectadores también allí, muy cercanos. En el Centro Cultural Thames era una sala chica y el público también estaba a poca distancia. Esto es muy importante en la concepción de Bartís que quiere un acompañamiento del espectador con el actor, que pueda seguir sus movimientos más pequeños, sus gestos, sus ritmos, sus energías, en palabras del director “sus estallidos e intensidades emocionales”. Un teatro total en el que quien se acerca a verlo forma parte intensa del hecho.