Como texto religioso El libro de Mormón (Book of Mormon) es considerado el tercer testamento del cristianismo, relacionándose con el
Nuevo Testamento en la misma medida en que éste se relaciona con el Antiguo, el cual la tradición hebrea conoce como el Tanaj (la Torá siendo los
primeros cinco libros de los rituales sinagógicos). Si uno no supera directamente al otro, lo complementa y suplementa, actualizándolo en términos de
las creencias de los fieles subsiguientes. Como escritura sagrada, El libro de Mormón es la trascripción de placas de oro reveladas en 1827 al
profeta Joseph Smith Jr., quien publica su transcripción de ellas por primera vez en 1830. El texto recoge los escritos de los profetas antiguos que
pasaron al continente americano, donde vivieron entre 2600 a.C y 421 d.C. El último de estos profetas fue Moroni, quien le hizo la revelación a Smith
en 1827.
En ese sentido, la iglesia fundada en el Libro de Mormón, el mormonismo-u, oficialmente, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días, cuya sigla es LDS-ejemplifica un fenómeno cultural quintaesencialmente norteamericano y la única profesión de fe autóctona de gran difusión de
Estados Unidos. Con su sede en Salt Lake City, la iglesia (aunque varían mucho las estadísticas) cuenta con unos 13 millones de feligreses a escala
mundial, con unos 6 millones viviendo en Estados Unidos, promueve enérgicamente la conversión al mormonismo y, así, recluta nuevos miembros en Estados
Unidos y tiene una amplia gama de actividades misioneras en todo el mundo. Las relaciones entre las misiones y las autoridades locales varían según
múltiples factores. Todo joven mormón, con particular énfasis en los hombres,1 está conminado a pasar
dos años en una misión, normalmente tras recibirse de la secundaria; hay también misiones de gente mayor, característicamente matrimonios jubilados.
Tras un riguroso entrenamiento, los jóvenes pasan dos años destacados en una misión, típicamente aislados de su familia para fomentar su aplicación al
deber misionario. Tras completar los dos años, regresan al seno familiar, donde son recibidos con mucho orgullo; es común que se casen casi enseguida
después de volver, para iniciar el compromiso de tener familia y prosperar en nombre de la Iglesia. La experiencia misionaria, aunque dura en cuanto al
aislamiento y las condiciones espartanas (los misioneros solo pueden tener contactos locales en aras de perseguir el trabajo de conversión,
prescindiendo por completo de la cultura y las diversiones locales), es visto como una gran experiencia para probarse como adulto y para afianzar los
valores comunitarios. Para muchos hay un enorme provecho en la oportunidad de estar sumergido, durante dos años, en un idioma extranjero y, por lo
menos parcialmente, su entorno sociocultural. Como la experiencia misionera afirma los roles socioculturales (entre ellos, los del género), consolida
el compromiso con la fe y estimula la vocación sin concesiones a la tarea religiosa; asimismo sirve para confirmarse en su fe, aunque, de más está
decir, siempre hay los que no lo logran y que fracasan, de una u otra manera, en su compromiso. Normalmente, los misioneros andan emparejados (dos
hombres o dos mujeres) para el apoyo mutuo y, evidentemente, la vigilancia recíproca. Toda la empresa está compenetrada de la absoluta convicción en la
superioridad de la cultura norteamericana y la institución religiosa que representan, aunque menester es decir que muchos desarrollan un gran aprecio
por la cultura en la que están inmersos y procuran interactuar con la gente con la que tienen contacto con suma delicadeza y sensibilidad, en aras de
ser buenos norteamericano y dignos representantes de su fe.
La obra de Parker-Lopez-Stone (Parker y Stone fueron los creadores el éxito de televisión South Park), que ha arrasado desde su estreno en 2010
con los récords de asistencia y ganado íntegramente los nueve Premios Tony de la temporada, se promociona como "la musical de Dios". Trabajando sobre
la propuesta de que "Dios los quiere a los mormones", la publicidad del espectáculo se caracteriza como comprometido con los valores hipertradicionales
de la religión mormona y opuesto al liberalismo y la inmoralidad de los otros. De hecho, muchos mormones han sabido disfrutar de la interpretación que
de ellos da la obra, apreciando la manera en que satiriza y parodia creencias y prácticas claves. La Iglesia, oficialmente y de acuerdo a su legendaria
reserva ante encontradas opiniones hostiles referentes a su carácter y creencias, no ha emitido juicio público sobre el espectáculo.
Aunque los autores y la producción han optado por el formato de el típico risueño y alegre musical norteamericano, donde todo queda amenizado por la
primacía de canciones y números de danza altamente seductores (las canciones en particular se prestan a ser cantadas por cualquiera dentro de los más
rancios cánones de la musical de Broadway), en el fondo hay oscuras tinieblas que no son nada acogedoras. Porque, digámoslo de una vez: El Libro de Mormón trata en última instancia de una implacable deconstrucción del proyecto colonialista norteamericano a través del poder de la
ideología religiosa, una ideología religiosa diseñada para ser fácilmente explicada a cualquier "nativo" y cuyo cumplimiento no requiere un pesado
apartado teológico y catequista. De hecho, el mormonismo, tal como se ejemplifica en esta obra, se entiende llanamente como una extensión de la
American Way of Life. Entre los llamativos atractivos materiales y simbólicos de dicha vida, se configura el mormonismo como un conjunto de creencias y
prácticas que completan un radio de bienestar temporal con la llana promesa de una vida eterna que lo perfecciona y redondea. El problema viene cuando
los pretendidos conversos se muestran incomprensible renuentes a la conversión.
Elder Cunningham (Josh Gad) y Elder Price (Andrew Rannells) ("elder", lit. "anciano", es el título de respeto que se les da a los misioneros,
colocándolos, desde el principio, por encima de sus potenciales filigreses) han sido enviados, con un grupo de colegas, a Uganda, donde parece que no
ha habido nunca una conversión entre los nativos. Mientras Price cumple con el sueño de toda made mormona en cuanto a su hijo-rubio, bien parecido,
respetuoso, entusiasta, totalmente comprometido con su vida (aunque secretamente hubiera preferido ser destinado a Orlando), Cunningham es un desastre:
gordo, desaliñado, distraído y desatento y propenso a, bueno, no mentir, pero, eso sí, confundir las cosas. Su familia abriga una última esperanza de
que la experiencia misionera lo endereza en el buen camino de la vida mormón y que regrese de Uganda "corregida" de sus extravagancias. De más está
decir que Price no está muy contento de que le toque Cunningham como pareja. Aunque el mayor peligro suele ser las "desavenencias" sexuales de uno de
ellos, Price llega a entender que el mayor problema de Cunningham es que, como mormón y como misionero, es un desastre. Mientras que se da por
descontado que el misionero conoce profundamente la Biblia (los tres libros en su conjunto, se entiende), Cunningham confiesa en un momento estratégico
de nunca haberlo leído. Lo había intentado alguna vez, pero le parecía profundamente aburrido. De ahí que prefiere hilvanar nuevas versiones sobre los
conceptos fundamentales de la religión. De esto brota el conflicto dramático axial de la obra.
Al llegar a Uganda, el grupo descubre que las condiciones de vida, entre ellas el hambre, las enfermedades (entre ellas una epidemia de SIDA), la
dictadura militar y afines, no tienen nada que ver con la promesa del American Way of Life y, por ello, su gran acompañante religioso. Son recibidos
con una alegre canción de los nativos, "Nasa diga eebowa!", que se horrorizan a entender que quiere decir "Jódete, Dios", pues ante los castigos de su
vida cotidiana no hay nada que agradecerle a Dios y todo lo contrario: cuando algo terrible pasa, la gente se limita a extender los brazos al cielo y
dice "Nasa diga eebowa!". Al desarrollarse la obra, el nuevo grupo entiende la desesperación de los que ya llevan tiempo en el lugar en cuanto a poder
efectuar conversiones; paulatinamente se van enfrentando con la cruenta realidad de los aldeanos, para los que las violaciones, la rapiña y el
asesinato son el pan de cada día. La curva ascendente de atrocidades culmina cuando se enteran de que los aldeanos creen que la única cura para el SIDA
es tener relaciones sexuales con un bebé.
Si todos sus colegas luchan contra el horror de lo que van descubriendo, Cunningham, tan desentendido como siempre, comienza a enamorarse de Nabulungi,
que todavía no ha sido violada por el dictador porque su padre la mantiene bien encerrada en casa cuando hay peligro. Nabulungi termina viendo la
pureza en el corazón de Cunningham y le pide que le enseñe sobre todo el Libro de Mormón. Cunningham no le puede confesar que es un fraude como
misionero y comienza a hilvanar una serie de historias sobre los temas del mormonismo, pero que, a final de cuentas, no tienen nada que ver con el
dogma oficial, pero sí tienen que ver con la vida de Nabulingi y su gente y, de la mejor manera aciaga y desenfada del musical norteamericano,
Cunningham llega a tener un éxito tremendo entre los aldeanos y todos hacen cola para adscribirse a la religión que él pregona. El hecho de que es una
religión transgresora pero ajustada a la realidad local, incoherente pero llena de principios de resistencia a las injusticias sociales, los delirios
de un fantasioso pero pertinentes a las aspiraciones reprimidas de sus nuevos filigreses resulta ser un éxito triunfante de conversiones. Cuando el
director de las misiones visita el destacamento perdido en la jungla, Cunningham organiza un espectáculo cual el viejo teatro religioso en el atril de
la iglesia.
El entusiasmo y el éxito teatral de los aldeanos es impresionante y Cunningham se siente muy realizado con sus conversos y la manera en que han
adherido tan profundamente al mormonismo. El director de misiones casi tiene un infarto por los principios irreconocibles del dogma y por la vulgaridad
con la que la vida de la gente se representa. Las tergiversaciones de Cunningham son tan profundas que queda expulsado de la iglesia, con la suerte de
volver a casa humillado y destituido de la sociedad de la buena gente ara siempre.
Pero nada de esto pasa. Los ugandeses tiene ahora una nueva vida, pueden hacerle frente al dictador y a sus problemas y pueden cantar Ma ha nei bu,
eedowa!", "Gracias a ti, Dios": ahora tienen El Libro de Arnold, la versión de las placas de oro que ahora les ha brindado Arnold Cunningham. Si
una de las canciones al principio de la obra es la manera en que los misioneros llevan su libro de puerta en puerta anunciando la Buena Nueva de su
religión, los ugandeses ahora pregonan el poder de su nuevo libro, El Libro de Arnold.
El libro de Mormón
, entonces, tiene necesariamente un final feliz y como suele ser el caso con este tipo de comedia, la benevolencia de "lo mejor" de la vida
norteamericana tiene que salir triunfando, gracias a Arnold, su agente involuntario, da, sin darse cuenta, en la tecla de cómo hacerlo efectivo. Bien
es que el proyecto mormón en sí se ridiculiza, se parodia, y por amenas que sean las canciones, al discurrir, por ejemplo sobre cómo un valor mormón
gira en torno a limitarse simplemente a decir no a las tentaciones y a lo poco conveniente ("Turn It Off" ["Cortalo"]), no pueden esconder la verdad
terrible del colonialismo ideológico y politico que subyace a un mensaje religioso aparentemente benigno.
Pero al mismo tiempo, se reinscribe el colonialismo norteamericano con el final feliz de El libro de Arnold. Será sui generis y
transgresor respecto a su modelo original, pero en última instancia gira en torno a otro norteamericano. Si Arnold es trasnochado y desnortado, termina
vendiendo igual un "mensaje norteamericano" y lo hace sin nada del trabajo intelectual y nada de la praxis social de un programa realmente
revolucionario. ¿Será por eso que tantos mormones se han reconciliado con la obra y que la Iglesia ha decidido que no merece el trabajo denunciarla?
Después de todo, Todo el mundo queda feliz y contento, por no hablar de los inversionistas que se han llenado de plata con su éxito, su recepción
crítica y los premios que se ha ameritado. Si hay un mérito en haber querido burlarse de una de las más potentes ideologías norteamericanas, la del
americanismo raigal del mormonismo, la fuerza de las convenciones del gran musical de Broadway lo deja como una mera insinuación y muy lejos de un
análisis profundamente analítico.
FUENTES
The Book of Mormon
. Playbill, Eugene O'Neill Theatre. August 2011.
The Book of Mormon: Original Cast Recording
. Trey Parker, Robert Lopez, Matt Stone, Stephen Oremus, Andrew Rannells, Josh Gad, Nikki James. New York: Ghostlight, 2011. DVD
The Book of Mormon: The Complete Book and Lyricas of the Broadway Musical
. Book, music and lyrics by Trey Parker, Robert Lopez and Matt Stone. New York: Newmarket Press, 2011
[1]
Los hombres deben comprometerse a una misión a partir de los 19 años y son responsables por las actividades de proselitismo. Las mujeres pueden
servir a partir de los 21años, pero únicamente en proyectos de beneficencia.