Teatro absoluto. José Luis Arce. Proemio de Eduardo del Estal. Buenos Aires, Leviatán, 2013, 249 páginas
José Luis Arce es un importante director y dramaturgo de Córdoba pero además uno de los más lúcidos pensadores que tiene el teatro argentino con una
profundidad de ideas y un conocimiento teórico como pocas veces se encuentra en el ámbito teatral. Su pertenencia al campo artístico y, por lo tanto, sin
sujeciones a las reglas académicas, le da una gran libertad a su pensamiento, libertad que se une a una escritura cuidada y al mismo tiempo sólida que el
lector agradece.
En 2009 editó en España La máquina border. Cuadernos de decoloniaje en el que se coloca en un lugar que abre los límites artísticos del teatro y
todas las formas de colonialismos, estéticos o ideológicos. Ahora aparece Teatro absoluto. Otro desafío.
Elige a Eduardo del Estal para el prólogo. Son los vínculos que Arce establece con los que, como él, están por fuera de las reglas y los tópicos
establecidos. del Estal, filósofo, poeta, artista visual, sin límites ni exigencias para su pensamiento, abre la lectura a la autónoma y bella escritura de
Arce. Un pensamiento abre otro en la misma libertad de los estilos.
Y entonces Arce empieza a escribir sobre la Dramaturgia del Paisaje, algo impensado pero ¿por qué no iniciarlo? Y para eso comienza con dos epígrafes que
señalan que cualquier mezcla es válida: uno de Andrés Calamaro, el otro de Augusto Fernándes. Empecemos por aquí, parece decir, porque después vendrán
Derrida, Deleuze y Marvin Carlson y Mónica Cragnolini y muchos más. El libro también habla de las múltiples lecturas del autor, de la solidez con que
sostiene lo que presenta. Entonces el lector empieza un recorrido por la provincianía o mejor como lo enuncia en un título "la provincialización como
nación contra-hegemónica".
Recorrer el paisaje, hacer dramaturgia del paisaje, antropología del paisaje, actuación del paisaje, toma toda la primera parte en secuencias altamente
sugerentes que hacen mirar de otra manera, variar la forma en que habitualmente lo hacemos con el teatro y el arte.
Y luego, a partir de esa posición, se multiplican las ópticas, el teatro es y puede ser tantas cosas que es imposible encerrarlo en categorías. "Teatro
tuneado como pretendido teatro original", dispara sin trabas en un momento. Pero el teatro también puede ser una "abyección del paisaje" y entonces se va a
referir a adaptaciones y a los autores. "Hijo natural de la escena y no adoptivo de los escritorios" determina sobre el dramaturgo, con la certeza de quien
conoce bien qué es el teatro. El capítulo dedicado al actor es de una enorme riqueza conceptual y merece un detenido estudio de los teatristas.
Nada escapa a esta estética teatral tan pensada: cuerpos, espacio, representación, objetos, espectador y por último la teatralidad y la antiteatralidad.
Teatro absoluto
es un libro necesario. Hace mucho que lo necesitábamos. Es teoría del teatro hecha desde Latinoamérica con nuestras miradas y nuestras necesidades, con
nuestros pensamientos y nuestras reflexiones. Era hora que esto ocurriera. Continúa La máquina border y ambos resultan imprescindibles para que
cambiemos nuestra forma de acercarnos al arte. Bienvenido, pues, Teatro absoluto.