número 18 | julio 2019
Críticas
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El casamiento, de Witold Gombrowicz dirigido por Cintia Miraglia

Liliana B. López (UNA)

 

Actúan: Mariano Bassi, HugoDezillio, Mónica Driollet, María Colloca, Fabián Carrasco, Victor Salvatore, Luciano Nobati.

Escenografía: José Escobar.

Iluminación: Cristian Domini.

Vesturario: Cintia Miraglia.

Música original: Daniel Quintás.

Supervisión artística: Gabriel Guz.

Diseño gráfico: Clara Frías.

Producción: Natalia Gauna.

Asistente de dirección: Francisco Barceló.

Dirección: Cintia Miraglia.

Espacio: El Extranjero.

 

Es dificil encontrar el tono justo a una pieza de Gombrowicz, tanto como traducirlo. Emprender la dirección de cualquiera de sus tres obras para teatro implica una doble traducción, la estrictamente verbal y la del texto dramático a la puesta en escena. Cintia Miraglia ha salido airosa de esta apuesta porque entendió el juego y la provocación que implica montar El casamiento.

Escrita en Buenos Aires, publicada en castellano en 1948,  se sitúa en el medio de su producción dramática, entre Ivonne, princesa de Borgoña y Opereta. Muchos de los motivos presentes en Ivonne... reaparecen en El casamiento. También reaparece en parte el principio constructivo de su narrativa, especialmente de la novela Ferdydurke, la Forma y la Inmadurez.

Como un anticuento de hadas (anti-märchen), El casamiento propone una boda entre un Príncipe y una criada. Sólo que el Príncipe no es tal, quizás sea un sueño de Enrique, un soldado que nunca salió de la trinchera y que imagina su regreso al hogar/ reino. La ambigüedad del estatuto de los personajes y del espacio fue ampliamente logrado por la escenografía de la puesta. Entre brumas, el espacio escénico puede ser una taberna o un castillo. Los personajes pueden ser cortesanos o mendigos según su apariencia. Que las coronas estén hechas con utensilios de cocina no las hacen menos coronas cuando la denegación teatral funciona a pleno. Si Enrique no sabe si está dormido o despierto, la escena se hace cargo de ese estado ambivalente donde la Forma predomina sobre todo lo demás. Las reverencias exageradas, el tono de mando y los símbolos de la realeza son rigurosamente ejecutados por los actores. Mariano Bassi interpreta a Enrique con intensidad y sortea con destreza los cambios por los que debe atravesar en los distintos planos de "existencia". Mónica Driollet, la reina madre, se mueve cómoda en ese rol ambivalente. Y María Colloca se destaca en sus múltiples roles de camarera-novia-cantante, funciones que muestran su gran ductilidad y capacidad actoral en los diferentes registros que encara.   

Los objetos cobran gran valor en la puesta;  pocos y funcionales, se jerarquizan por su potencia significante, así como la escenografía y el plano sonoro, enriquecido con la ejecución de música en vivo por el cuarteto conformado por María Colloca, Fabían Carrasco, Víctor Salvatore y Luciano Nobati.

En el prólogo a Opereta, Gombrowicz apostaba por la escena al afirmar que: "El texto de una pieza contemporánea cada vez se presta menos a la lectura. Cada vez se asemeja más a una partitura, que sólo comienza a vivir en la escena, en la acción, en el espectáculo".

Y así sucede con la puesta en escena dirigida por Miraglia: el texto vive, respira y se actualiza.