número 18 | julio 2019
Críticas
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Pájaro de barro de Samuel Eichelbaum, bajo la dirección de Ana Alvarado

Liliana B. López (UNA)

 

Adaptación y dirección: Ana Alvarado

Elenco: Mariano Mazzei, Lucía Tomas, Daniel Hendler, Celeste Jerez, Valentina Veronese, Jesús Catalino, Ernesto Claudo y Marita Ballestreros.

Música original y diseño de sonido: Gustavo García Mendy

Iluminación: Malena Miramontes Boim

Vestuario: Lara Sol Gaudini

Escenografía y diseño multimedial: Diego Siciliano.

Teatro Regio

 

La versión de Ana Alvarado de Pájaro de barro  recupera para la escena actual a uno de los más importantes dramaturgos del siglo XX, Samuel Eichelbaum. Una recuperación que consiste en una actualización necesaria para el espectador de hoy, sin que se pierda la marca de la escritura del autor.

En Pájaro de barro se abordan dos tópicos frecuentados por Eichelbaum. Uno de ellos es la problemática del artista en lucha contra la incomprensión de la familia y de la crítica. Como el personaje de Ignacio en Un hogar,  Ortiz Irving en Soledad es tu nombre, aquí será el escultor Juan Antonio (Daniel Hendler).

En Pájaro de barro[1] se observa que el título reúne dos términos relacionados: el arte -en este caso, la escultura sobre arcilla- y la sexualidad, semantizada como "fango", "barro", desde sus primeras obras como La mala sed. La protagonista es Felipa (Lucía Tomas), una "chinita" -como ella misma se define-, que es seducida por Juan Antonio y que da a luz un hijo suyo. El conflicto se desata cuando se resiste a que éste lo reconozca, en una actitud incomprensible para los que la rodean.

La escenografía recrea con sutileza y fuerte impacto visual una casa sencilla del interior. Los cambios de espacio, cuyo artífice es Diego Siliano, resultan logradísimos para sumergir al espectador en ese mundo a la vez simple y mágico. A esto se suma el diseño sonoro de Gustavo Garcia Mendy, que proporciona los matices indicados para situar cada escena.

Uno de los personajes cumple además la función de un narrador que presenta las escenas, sin que por ello se pierda la ilusión teatral obtenida por las logradas actuaciones (Mariano Mazzei). Marita Ballesteros se impone con por su dominio escénico y la dicción, con un dejo de la España de la que migró hace cuatro décadas, lejos de la caricatura del inmigrante propia del sainete. Porque se trata de otro género, menos marcado y que apunta a la interioridad de esas vidas sencillas pero a la vez, complejas. Hendler compone un Juan Antonio menos cínico que el del texto, pero soñador y desentendido de las cosas terrenas. Las amigas de Felipa (Celeste Jerez y Valentina Veronese) aportan la frescura de la juventud en sus actuaciones, con un toque de juego e ingenuidad. Hay actores que cumplen dobles roles: Ernesto Claudio, Jesús Catalino, y los ya mencionados Mazzei y Veronese.  

La problemática de género que hoy es centro de los debates puede encontrar en esta versión de Ana Alvarado muchas aristas para discutir sobre cuestiones tan complejas como la maternidad, el rol del varón en la pareja y la sexualidad. Lo que Eichelbaum proponía hace ocho décadas todavía tiene correlatos en la vida cotidiana, de la que el teatro puede ser un horizonte, más que un espejo.

 

NOTAS

[1] Estrenada en el Teatro Astral en 1940, por la Compañia de Eva Franco.