La agonística - Una concepción posible para pensar las manifestaciones artísticas del feminismo
Carla Maliandi (UNA)
RESUMEN
Las manifestaciones artísticas del feminismo son, además de un canal de expresión, una forma de hacer visibles sus problemáticas y sus reclamos. En ellas se cuestiona y se señala la hegemonía del poder patriarcal sobre la conciencia común, pero podemos preguntarnos si su producción de símbolos no está subordinada a los intereses del consumo capitalista.
PALABRAS CLAVE
Artivismo – Agonística- Feminismo- Chantal Mouffe- Sociedad patriarcal- Vanguardia artística- Arte crítico- Autonomía artística – Arte y política- Performance-
SUMMARY
The artistic manifestations of feminism are, in addition to a channel of expression, a way to make visible their problems and their claims. In them, the hegemony of patriarchal power over the common conscience is questioned and pointed out, but we can ask whether its production of symbols is not subordinated to the interests of capitalist consumption.
KEYWORDS
Artivism - Agonistic - Feminism- Chantal Mouffe- Patriarchal society- Art avant-garde- Critical art- Artistic autonomy - Art and politics- Performance-
La llamada cuarta ola del feminismo es sin dudas uno de los acontecimientos políticos- sociales más importantes de estos últimos años. Buenos Aires es escenario de numerosos debates, discusiones, manifestaciones políticas y actividades artísticas muy variadas que buscan señalar y cuestionar las formas en que la sociedad patriarcal monopoliza la conciencia común. Los reclamos del feminismo adquieren un canal de expresión en el artivismo y en las diferentes acciones artísticas performáticas, y esto es una contribución notable para dar visibilidad a las violencias y abusos del patriarcado y su posible transformación. Sin embargo, cabe también preguntarse si nuestro contexto político- social - no ejerce cierto dominio en las formas de representación que el capitalismo moldea.
Para pensar en esto me parece interesante analizar la concepción política de Chantal Mouffe, que puede resumirse con el término que ella misma eligió para su libro: Agonística. Esta se entiende en contraposición con la antagonística, es decir lo que constituye la tendencia general en las interrelaciones sociopolíticas, donde los conflictos tienen lugar entre “enemigos” la agonística, entonces, representa el esfuerzo por convertir lo antagónico en agónico y esto significa que en lugar de un enfrentamiento entre enemigos puede realizarse uno entre “adversarios”. La diferencia entre un enemigo y un adversario consiste en que el primero tiende a la eliminación de su opositor, es decir de su enemigo, y donde por tanto valen todas las estrategias que resulten eficaces para tal propósito, incluida la violencia. Entre adversarios, aunque subsiste el conflicto y el desacuerdo hay un reconocimiento de la identidad y de los derechos del oponente como tal, se crean condiciones en las cuales se hace posible el debate y la convivencia.
En el capítulo V de su libro[1] Mouffe sostiene que en el capitalismo tardío la estética suele interpretarse como lo conducente a una cultura hedonista donde el arte ya no ofrece posibilidades de experiencias subversivas. Por ejemplo se diluyen los límites entre arte y publicidad con lo que se deja de distinguir lo público de lo privado. Los intentos críticos resultan neutralizados por el capitalismo corporativo.[2] Esto ya había sido advertido por la Escuela de Frankfurt como algo propio de la mercantilización y de la subordinación social al capitalismo. Pero, apunta Mouffe, Adorno todavía creía que el arte podría abrir formas de autonomía. Esta posibilidad es la que actualmente está siendo cuestionada. El arte queda subsumido al capitalismo biopolítico y la producción de símbolos responde a intereses capitalistas. Las corporaciones mediáticas y del entretenimiento aprisionan no solo a los consumidores sino también a los productores culturales: “ todos hemos sido transformados en funciones pasivas del sistema capitalista”.[3]
Dice Mouffe que afortunadamente no todos comparten ese pesimismo. Algunos sostienen que los análisis de Horkheimer y Adorno ya no se adaptan a la situación actual, creen que todavía es posible revitalizar procesos emancipatorios. Así Paolo Virno en su Gramática de la multitud afirma que las industrias culturales dan al proceso de trabajo carácter performativo estimulando requisitos como la percepción, el lenguaje, la memoria y los sentimientos. Hay una especie de hibridación entre el trabajo, la acción política y la reflexión intelectual que antes eran claramente heterogeneas. Ahora sería posible desarrollar nuevos tipos de relaciones sociales tendientes a producir nuevas subjetividades y nuevos mundos.
“En la actual situación lo que se necesita es una ampliación del campo de intervención artística, con artistas operando en una multiplicidad de espacios sociales fuera de las instituciones tradicionales, a fin de oponerse al programa de movilización total del capitalismo”[4]
Mouffe dice que las prácticas artísticas pueden ofrecer formas de resistencia que socavando el imaginario social incidan contra la reproducción capitalista. Tales formas de resistencia son concebidas por esta filósofa como “intervenciones agonistas” en el marco de luchas contrahegemónicas. Basándose en autores como Luc Boltansky y Eve Chiapello destaca la importancia de la crítica artística en la transformación reciente del capitalismo, no cree que el arte haya perdido su función crítica pero la interpretación “hegemónica” a la transición del fordismo al posfordismo permite una importante interpretación sobre la relevancia que pueden adquirir las prácticas artísticas en las luchas contra hegemónicas. Si la actual hegemonía neoliberal se ve como una consecuencia de “una conjunción de intervenciones políticas en un campo complejo de fuerzas legales e ideológicas su naturaleza discursiva se pone en evidencia”.[5]
Como ya no es posible percibir el origen político de tal hegemonía se la remite a identidades neoliberales que se presentan como carentes de alternativas. La observación a través del concepto de hegemonía permite ver la significación política de lo que se conoce como “sociedad civil”. Como decía Gramsci esto determina una particular concepción del mundo que permite advertir como se generan formas específicas de subjetividad, y se ve el papel decisivo que desempeñan las prácticas culturales y artísticas en toda hegemonía.
Las formas de explotación propias de épocas en que dominaba el trabajo manual fueron actualmente reemplazadas por otras que requieren “la creación de nuevas necesidades y el incesante deseo de adquisición de bienes”[6], de ahí la importancia adquirida por la publicidad, que no se limita a proponer productos específicos, sino también mundos de fantasía con los que pueden identificarse los consumidores. El capitalismo actual tiene que movilizar los deseos de la gente y moldear sus identidades. Contra esto una política contrahegemónica tiene que fomentar otras formas de identificación.
Las relaciones que el capitalismo ha generado entre el arte y lo político hace que sea inútil tratar de distinguir entre arte político y no político. Lo decisivo son las formas de arte crítico: hay que examinar como las prácticas artísticas pueden colaborar en la transformación de la hegemonía dominante.
Mouffe analiza diversas concepciones acerca de esta situación, oponiéndoles la perspectiva agonista según la cual el arte crítico puede relevar importantes alternativas a la hegemonía actual. Coincide con la vieja idea de Dewey según la cual el arte permite, evocando imaginación y emociones, la participación en experiencias nuevas. Esto no significa que no haya en el arte una dimensión cognitiva sino que llegamos al intelecto a través de los afectos. Coincide con Alfredo Jaar de quien recuerda el comentario de que el efecto de la experiencia estética debería movilizarnos “a través de nuestros sentidos y nuestra razón”.[7]
Mouffe promueve el activismo artístico o “artivismo” pero no cree que sea suficiente para terminar con la hegemonía neoliberal. Está en desacuerdo con la idea de que el arte tradicional no puede ser crítico y que por tanto los artistas deberían tratar de evitarlo. No cree que los museos y las instituciones artísticas jueguen solo un rol conservador con el que se mantiene la hegemonía existente, sino que pueden contribuir a cambiar la ideología de la sociedad de consumo. Muchos museos “posmodernos” abandonaron su original función educativa y se dedican a ganar dinero especialmente con productos para turistas. Quedan así encerrados en el consumismo y fomentan la comercialización y despolitización de la cultura. Pero cree que este giro neoliberal no es la única alternativa sino que esas instituciones pueden también reorientarse en dirección progresista.
En definitiva y tras un minucioso análisis y discusión de opiniones contemporáneas Mouffe entiende que la dimensión política del arte crítico es un modo de desafiar la idea según la cual la crítica radical tiene que romper con el estado existente de cosas. No cree que el arte ya no pueda jugar un rol crítico ni que la radicalidad vaya unida a la transgresión, ya que también esta es recuperada por los medios. Tampoco está de acuerdo se restrinja a manifestaciones de rechazo, ni que pueda concebirse en términos morales como una mera condena moral. Todas estas concepciones le parecen “antipolíticas” y no entienden la naturaleza de la lucha política hegemónica. Contra esto propone captar el sentido de intervenciones contra hegemónicas creando multiplicidad de instancias desde las que se cuestione la hegemonía dominante.
“Considero que aquellos que trabajan en el campo del arte y la cultura pertenecen a la categoría de lo que Gramsci denomina intelectuales orgánicos”[8]
Desde esta perspectiva entonces también podemos pensar que las manifestaciones artísticas del feminismo ya no constituyen una vanguardia crítica, pero esto no significa que no puedan tener un rol importante en la lucha hegemónica construyendo nuevas prácticas y nuevas subjetividades, siempre pueden contribuir a la subversión del poder existente.
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