La vida extraordinaria de Mariano Tenconi Blanco
Clara Mari (UNA/UBA)
Con Valeria Lois, Lorena Vega
Voz en off: Cecilia Roth
Músicos en escena: Elena Buchbinder, Ian Shifres
Producción: Yamila Rabinovich
Asistencia de dirección: Ana Calvo
Coreografía: Jazmín Titiunik
Diseño audiovisual: Agustina San Martín
Música original y dirección musical: Ian Shifres
Iluminación: Matías Sendón
Vestuario: Magda Banach
Escenografía: Ariel Vaccaro
Dirección: Mariano Tenconi Blanco
Agradecimientos: Gabriel Jofré, Carolina Castro, Maxi Muti, Sebastián Soler, Nacho Bartolone, Vladimir Poleganov, Compañía Teatro Futuro, Teatro El Estepario, Luciana Hernández, Equipo de producción audiovisual, Archivo General de La Nación.
“Nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada”
Edgard Bayley
La vida extraordinaria es una obra de Mariano Tenconi Blanco que este 2019 cumplió su segundo ciclo de funciones en el Teatro Cervantes con Valeria Lois y Lorena Vega como protagonistas. Los dos pilares sobre los que se apoya la trama están contenidos en el epígrafe de Edgar Bayley: por un lado, una perspectiva que reconoce el lado milagroso de la vida en sus sucesivas etapas, de la vida en su cara reproductiva, generosa e infinita y, por otro, en la elección de la poesía –en sentido amplio- para acceder y mostrar esa riqueza.
Aurora Cruz y Blanca Fierro (Lois y Vega, respectivamente) son dos amigas que recuerdan desde su adultez escenas de una vida compartida. En su Ushuaia natal, en Buenos Aires y hasta en la Antártida, los relatos se superponen para conformar mapas particulares que no lo son tanto: la tristeza de los duelos, el enamoramiento, la desilusión, las relaciones entre padres e hijos, las herencias, las rupturas y hasta el amor por las mascotas se suceden en un collage de formatos.
“Todo principio / no es más que una continuación / y el libro de los acontecimientos / se encuentra siempre abierto a la mitad”, escribe Wislawa Szymborska en un final de poema que ilumina una zona explorada por Tenconi, quien por su parte, a través de Aurora, dice: “Nacer porque sí, morir porque sí. Y en el medio, todo”. En La vida extraordinaria, cada parte respeta ese ciclo como fractales que guardan la estructura del conjunto que componen.
Nada queda fuera de la lógica de esa vida caótica e inexplicable. Y para su (relativa) compresión, las protagonistas acuden a la literatura: leen, escriben, citan, llevan diarios íntimos, crean antologías poéticas, nombran con referencias a héroes épicos y recuerdan cómo sus mayores también les leían en su infancia. Hacia afuera con intertextualidades a José Hernández, Arlt, Borges, Pizarnik y Aira, entre otros, y hacia adentro en la vida de Blanca y Aurora, la literatura es una clave para entender el mundo, “para sobrellevar la tempestad”.
Los apellidos de ambas, Fierro y Cruz, conducen en línea directa a la literatura canónica del siglo XIX, pero también a su transformación. Un fragmento del cuento de Borges “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” aparece citado, aunque con modificaciones que muestran que los mismos materiales también se regeneran: “Aurora comprende que cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que una mujer sabe para siempre quién es”.
La obra se suma al mapa de la literatura argentina, y lo hace desde el teatro. En su escrito presente en el programa de mano, Tenconi Blanco explicita que “[considera] la dramaturgia como literatura, de la más alta”. Luego, el autor y director sabe armar equipos para que la sensibilidad de los textos quede plasmada en la puesta. Ya lo había demostrado en Todo tendría sentido si no existiera la muerte, obra de su autoría que durante 2019 coincidió en cartel con La vida extraordinaria, con la que guarda algunos puntos en común, sobre todo en relación a los temas y al tratamiento extenso y pormenorizado de los mismos.
En esta ocasión, un trabajo actoral memorable -en el que Valeria Lois y Lorena Vega equilibran momentos particulares y la potencia del par- es acompañado por la voz en off de Cecilia Roth, que enmarca cada una de las tres partes. A su vez, se suma la presencia en escena de los músicos Elena Buchbinder y Ian Shifres, quien realizó composiciones originales; y las proyecciones de Agustina San Martín que amplían la estética hasta vincularla con la del primer cine, pero también con la de algún especial de microbiología. Todo parece poder ser incluido.
Cuando el Moreno en la payada final de La Vuelta le pregunta a Martín Fierro por “la cantidad”, él le contesta en octosílabos que Dios solo creó el individuo y fue el hombre el que aprendió a contar e imaginó la suma, el más de uno. Entre esos dos límites se ubica La vida extraordinaria: la historia particular de dos amigas ushuaienses que se extiende hasta fundirse con la de Filomena y Procne –dupla femenina de la mitología griega- y, a través de ellas, con todas las protagonistas mujeres de la literatura pasada y futura.