Teatro. Tomo I: teatro animal. Franco Verdoia. Buenos Aires, Corregidor, 2025, 196 páginas, ISBN 978-950-05-3413-0
Daniela Berlante (DAD-UNA/ IAE-UBA)
Teatro animal, el primer volumen de obras teatrales del guionista, dramaturgo y director cordobés Franco Verdoia, reúne tres piezas distintas que, sin embargo, exhiben un denominador común.
Late el corazón de un perro, Matar a un elefante y Nido de lagarto no solo comparten la gravitación de lo animal en la construcción de la dramaturgia y la trayectoria de los personajes, sino que lo hacen definiendo en los tres casos una misma zona de enunciación, privilegiada por Verdoia, que se ubica en pequeños pueblos de provincia.
Los pueblos que Verdoia diseña tienen un estatuto doblemente periférico: lo son respecto de la capital pero también respecto de las grandes urbes internacionales de donde regresan los personajes –tal es el caso de Late el corazón de un perro y Matar a un elefante- para saldar cuentas con aquello que dejaron.
En el primer caso, una hija que había roto el vínculo con su madre, una acumuladora compulsiva, regresa desde Estados Unidos, donde vive hace tiempo, para poner orden a una situación familiar y patrimonial desquiciante. Inscripta en la estética del realismo, la obra recurre al procedimiento del encuentro personal como momento privilegiado para dar libre curso a la revelación de las verdades históricamente acalladas que explican las razones del desencuentro materno-filial.
En Matar a un elefante, quien regresa al pueblo natal ubicado en algún lugar de Córdoba (la referencia a Calchín, los vocativos característicos, la circulación del fernet y el cuarteto nos permiten inferirlo), es el hijo pródigo: en este caso, el artista visual que triunfó en el exterior pero que paradójicamente es designado como ciudadano no grato en la comunidad de origen.
Si estas dos obras transcurren en el espacio cerrado del living comedor (de una “antigua casa en dos plantas” y de “una modesta casa de pueblo” respectivamente) Nido de lagarto se plasma en el espacio cerrado de una “pequeña habitación de un hotel alojamiento emplazado sobre una ruta provincial“ que a medida que transcurra la obra irá perdiendo sus paredes hasta convertirse en pura exterioridad. Un hombre y una mujer que rondan los 70 años se encuentran allí como amantes desde su juventud, haciendo del vínculo secreto una prueba de amor y resistencia.
Contraponiéndose a las dramaturgias que destacan el espacio de pueblo de provincia como el reservorio de todos los valores humanos en franca oposición a los males que vendrían del ámbito citadino, las tres obras de Verdoia plasman una imagen del mismo que dista mucho de esa idealización.
“Ana, el pueblo nos traga” dice el personaje de Hernán en Late el corazón de un perro. “Y los que nos quedamos solos nos vamos apagando de a poco. Los que pueden se inventan alguna vida, como tu mamá… y los otros, aprendemos a vivir con lo que alguna vez nos dio alegría”.
Verdoia no inventó una vida, sino varias. Las de estos personajes que le deben a la ficción la posibilidad de seguir latiendo
Teatro Animal cuenta con un prólogo de Carolina Sturla y un posfacio entrañable del propio autor.