La historia se inició el 20 de mayo de 1924 cuando en el teatro Nacional se estrenó Muñeca de Armando Discépolo. Se la había dedicado a José
Antonio Saldías con las siguientes palabras que dejó escritas para su publicación: "José Antonio: Son dos actos estos hechos con amor. Tú sabes que te
quiero. Tuyos son."[1]. Fueron muy amigos, por eso apenas dos años más tarde asumirían la dirección artística
conjunta de la compañía de Carlos Perelli y Milagros de la Vega. Ellos -Discépolo y Saldías- priorizaron la presencia de los autores nacionales. Además
organizaban luego de cada función una conferencia junto al o los directores del espectáculo. Esta difusión de lo nacional la llevaron a cabo en las giras
que emprendieron por Córdoba, Rosario, Tucumán, Mendoza e incluso en algunos países limítrofes como Uruguay y Chile.
Fue en ese mismo año - 1924- cuando Discépolo también presentó Giácomo, en colaboración con José Rafael de Rosa en otro teatro y con otra
compañía. Eran tiempos muy prolíficos para él como dramaturgo, algo que abandonaría diez años después para dedicarse sólo a dirigir.
En la primera noche de estrenó Anselmo, el gran protagonista de Muñeca, aunque la obra no lleva su nombre como título, fue interpretado por
Domingo Sapelli, actor que también trabajó y mucho para el cine nacional desde los inicios del sonoro en nuestro país (1933).
Fue David Viñas quien subrayó las huellas que había dejado Luigi Pirandello en Discépolo, recordando que el primer estreno de una obra del creador italiano
fue en Buenos Aires, en julio de 1923, a través de la traducción de Joaquín de Vedia y su visita al país ocurriría diez años más tarde.
Los teatros oficiales se acercaron al texto de Muñeca a fines de los años 80, cuando ya se había recuperado la democracia. Fueron las autoridades
del teatro San Martín quienes aceptaron presentarla a sugerencia del director Rubén Szuchmacher. Esta nueva puesta se estrenó el 26 abril 1988 con un
elenco integrado por Onofre Lovero, como Anselmo, Ingrid Pellicori, como Muñeca y Horacio Peña como Enrique, así se conformó el triángulo protagónico. En
un reportaje realizado por Antonio Rodríguez de Anca para la publicación del teatro oficial, Szuchmacher reflexionaba sobre por qué había elegido este
texto y destacaba varias razones:
Una es su argumento, esta historia de amor no correspondido. Pero el tema es diferente del argumento, de la peripecia escénica. Y tiene que ver con aquello
de la inutilidad de la bondad cuando se opone al deseo. Discépolo nos señala en la obra que es absurdo ser bueno a ultranza cuando esto choca con las leyes
de las necesidades humanas"[2].
También subrayaba que esta obra es "esencialmente una tragedia".
Son varios los investigadores que señalan que es la caída del héroe la que confirma la presencia de la tragedia, ya desde tiempos de la Grecia clásica.
Aquí Anselmo es un ser perfecto en lo moral, con la fortuna de su lado en cuanto a lo material, pero su rostro no refleja su alma y esa fealdad hace que su
destino sea trágico, ya no con exilio, sino con el suicidio como único final posible. Su amor no es correspondido y siente que no tiene futuro, el pasado
le pesa y actúa cortando con toda posibilidad de cambio. Su suerte está echada.
En 1994, Ricardo Bartís también volvió a este texto de Discépolo y firmó no sólo la dirección sino también la versión. Fue en una sala independiente, el
"Callejón de los Deseos", con su grupo "Sportivo Teatral", integrado por Clodi Iglesias, Ruy Krygier, Omar Fantini, Marcelo Chaparro y Santiago Traversa.
La escenografía y el vestuario fueron diseñados por Graciela Galán y la iluminación por Jorge Pastorino. La música creada por Carlos Villavicencio fue
interpretada con violín por Javier Casalla. Afirma en su libro Bartís: "
Muñeca
propone algunos temas que me resultaron atrapantes y que son muy constitutivos de la realidad argentina: la concepción del amor como enemigo, la terrible
idea de que la miseria ajena siempre reconforta, la afirmación de que el futuro siempre será peor, la condena de no poder reconocerse nunca [3]
Quien estudia y sigue las creaciones de Bartís analiza los cambios que introdujo en la obra. Julia Elena Sagaseta define los significados de esta puesta en
escena y señala las modificaciones:
En Muñeca (1924) el grotesco de Armando Discépolo estaba deconstruído, planteado en fragmentos. La obra se dislocaba, se dispersaba en imágenes,
voces, gestos. El tema del amor y el desengaño, el descubrimiento de la traición, se astillaba en la mirada desesperanzada que proponía Bartís. Y entonces
podía introducirse el simulacro (Enrique sustituía a Muñeca, Anselmo no llegaba a matarse)".[4]
Cumpliéndose noventa años del estreno, otro artista volvió a esta obra y lo hizo de manera respetuosa, pero al mismo tiempo personal. Fue Pompeyo Audivert
quien asumió esta versión "libre sobre el original" y compartió la dirección junto a Andrés Mangone e interpretó al célebre Anselmo. Fue en el Centro
Cultural de la Cooperación, en 2014 y se repuso en este 2015, con varios de sus actores más habituales como es el caso de Mosquito Sancinetto.
Hay coincidencias entre la mirada de Rubén Szuchmacher y la de Audivert, ambos leyeron el texto como tragedia, así la definía en los anticipos de prensa el
propio Audivert:
Pienso en Muñeca desde hace más de veinte años, siempre quise hacerla, dirigirla, actuarla, es un material que me obsesiona apasionadamente. Creo
que se trata de una obra que cruza política y poética de un modo tan sutil como feroz, y a la vez alcanza la dimensión teatral de la tragedia griega
nacional. Muñeca es un sistema de representación fracturado, se trata del intento desesperado de una clase social en decadencia por reconstruir su
aliento y su perspectiva. Pero el teatro no funciona ya como espejo narcisista, lo que devuelve es espantoso, habrá que actuar para calmar al monstruo,
disimular la debacle y sostener otra noche más esta ficción de realidad histórica y personal. Se impone un sacrificio. Muñeca nos permite poner en
juego cuestiones metafísicas vinculadas a la máquina teatral, a sus procedimientos y a sus temáticas de fondo, la reencarnación, el cuerpo como condena, el
destino, la repetición, la máscara como frontera entre la identidad histórica y la sagrada, y al hacer vibrar estas resonancias desde la estructura y las
temáticas propias del texto de Discépolo, se produce un mestizaje poético, la obra deja de ser un monumento, un referente arqueológico de la teatralidad
perdida, para convertirse en un acto donde se cruzan pasado, presente y futuro" [5]
Es por esto que Audivert imaginó una estructura circular, que desde el inicio, sin texto pero con las actitudes físicas de los personajes y el subrayado de
la luz de Leandra Rodríguez anticipan el final. Cualquier espectador atento intuirá la muerte del protagonista, aunque sólo en los últimos minutos del
espectáculo pueda comprobarlo. También agregó nombres y circunstancias históricas a la obra, sin olvidar los guiños de anacronismos. Discépolo no nombra ni
al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, como tampoco a los trágicos fusilamientos en la Patagonia. Es ésta una decisión de Audivert, ya que en su
lectura ve en esta clase social - los amigos de Anselmo- a los cómplices golpistas. A algunos de estos personajes los hace burlarse de los radicales,
teniendo en cuenta que en esas décadas ese partido era popular y el único que había llegado a la primera magistratura, ya que los socialistas sólo había
alcanzado algunas bancas en el Senado y en la Cámara baja. El anacronismo surge cuando se subraya "la casa está en orden", inevitable referencia a las
palabras del presidente Raúl Alfonsín, en aquella recordable semana santa (1987), donde se temió un nuevo golpe a la república.
Estos amigos de Anselmo son señores frecuentadores de la noche, el Hipódromo, las drogas, el alcohol y también del Colón, son los que añoran la política
liberal iniciada en otros años. Y para ampliar la imagen del personaje de Muñeca, Audivert decidió agregarle textos de la poetisa uruguaya Marosa Di
Giorgio. Redujo algunos diálogos entre ella y Anselmo, para que la figura femenina fuera más intensa y también enigmática. Con mínimas palabras entre los
dos hombres en pugna por su amor, ella se comporta como un títere sin psicología. En la puesta en escena de Audivert y Mangone esta idea se ve profundizada
a través de la gestualidad de la intérprete (Ivana Zacharski), quien es llevada, arrastrada, la visten, la desvisten, la ubican, la sacan o la trasladan al
ropero, la manipulan como un objeto de deseo, pero cosificándola. Algunos pueden llegar a leer en esta Muñeca a la República, ya que sólo el más joven es
correspondido por ella y es el que está dispuesto a morir, sin permitirse ninguna mentira: Enrique, el futuro, le entrega el arma a Anselmo para que lo
mate, algo que el monstruo/el feo/el viejo no podrá realizar.
¿Por qué buscar una lectura política en esta versión de Audivert? La respuesta está en el mismo programa de mano cuando subraya "donde se cruzan pasado,
presente y futuro". El pone en funcionamiento su "máquina teatral" y ella está sustentada por su mirada ideológica, que no puede dejar de ejercer la
crítica a esos políticos que sólo ven en el poder la mejor forma de vivir y obtener un modo de vida acomodado, donde los únicos proyectos que se acarician
son los que buscan beneficios propios.
Vale recordar que también hay travestismo en esta puesta en escena, dos de estos amigos de Anselmo, Sebastián (Gustavo Durán) y Gotardo (Carlos Correa)
aparecerán disfrazados como sus esposas Estela y Carlotta. Se dejan los pantalones y el maquillaje busca ridiculizar acentuando rasgos. Son actores/hombres
vestidos de mujeres, pero al espectador se lo involucra en este juego, no se busca engañarlo. Mientras que el actor Mosquito Sancinetto fue el encargado de
componer a Perla, la más desprejuiciada de todas, aquí no hay parodia aunque nuevamente aparece la complicidad con el público.
Pueden existir numerosas interpretaciones sobre este juego de ser otros, desde el teatro dentro del teatro, hasta intuir una homosexualidad en estos seres
que ya han probado todo, desde alcohol, drogas y por qué no correr el límite de su sexo. O tal vez son las otras máscaras que eligió Audivert para
multiplicar las posibles lecturas.
Todos son perdedores, quizás los mayores alegatos de Discépolo que Audivert mantiene son los de Mora, aquí representado sólo con pierna muerta, en el
original hemipléjico, es también un signo de todo lo que perdió en la vida, quien parece haberlo tenido todo.
La palabra tragedia va tomando más peso dramático con el transcurso de la historia. Siguiendo a Schopenhauer, Raymond William afirmaba:
De este modo el significado de la tragedia es la comprensión de la naturaleza de la vida y el sentido del héroe trágico es su resignación, la renuncia no
solamente de la vida sino de la voluntad de vivir. Los héroes de la tragedia están purificados por el sufrimiento en tanto que su voluntad de vivir, que
estaba formalmente en ellos, se muere. [6]
Si Audivert eligió subtitularla como "tragedia nacional en dos actos" es porque en su lectura está el país, esta Muñeca es mucho más que una bella mujer,
puede ser también la república, por momentos perdida y casi siempre manipulada por los distintos poderes, aquí representada por estos personajes que solo
defienden sus propios intereses.
Hay un signo no lingüístico que sobrevoló todas las puestas en escena y que Audivert- Mangone también subrayaron: la música. Aquí hay dos instrumentos que
acompañan y subrayan muchos momentos: el cello y el piano. La música original es de Claudio Peña, a quien se lo observa sentado casi en paralelo con la
platea ejecutando y sumándole posibilidades expresivas a este instrumento, que acaricia, araña o toca, según los momentos. Sus sonidos se mantienen a lo
largo de todas las acciones, aunque sólo en algunos instantes, le deja lugar para que el propio Pompeyo Audivert toque el piano en vivo, o en otras
circunstancias otros intérpretes accionan y se pasan grabaciones de alta calidad, que cuesta diferenciar con las que se realizan sobre el escenario. Estas
melodías y sonidos que se van extrayendo de los instrumentos aportan una musicalidad en paralelo con las frases, con las palabras elegidas por
Discépolo/Audivert.
El apellido Audivert tiene una larga tradición en las artes plásticas y Pompeyo lleva evidencia de este pasado en el manejo de la composición y lo que
consigue no sólo con la elección de colores, telas y luces sino en la manera en que diseña sus cuadros escénicos, en los cuales la perspectiva es una
constante evidente.
Contó con la colaboración del diseño de luces de Leandra Rodríguez y consigue plasmar los claroscuros pictóricos de este universo que Audivert le entrega
al mundo discepoliano. También la despojada escenografía de Julio Suárez ubica temporalmente en el pasado esta historia y con el vestuario permite una
nueva lectura de los personajes. El vestuario de Muñeca es el que tiene los colores más claros y son mayores sus transparencias, las mujeres/actores sólo
usarán negros. La otra, la que sirve de contraste, Perla/Sancinetto lucirá violetas, casi morados, es la que juega con la infidelidad, la que se queda con
dinero, la antagonista de la bella.
Hay en esta puesta como en sus antecesoras, tanto la de Szuchmacher como la de Bartís espejos. Audivert eligió uno grande que colocó en el fondo y luego
sólo usó marcos, donde los rostros se apoyan, deformándose y demostrando retratos. Anselmo sufre al mirarse en el espejo, ese es el objeto que le muestra
la máscara que tiene, aunque su alma sea de una belleza que no consigue reflejar.
Otro tema que se desarrolla en esta puesta en escena es el de las distintas actuaciones. Pompeo Audivert compone a Anselmo y le entrega una forma de
caminar distinta, manteniendo sus pies enfrentados durante todo el espectáculo y obligándose a caminar de una manera deforme. Se agrega una peluca y buscó
en los movimientos de mano y rostro un aire de expresionismo alemán, que puede asociarse con Nosferatu de Murnau (1922). Anselmo necesita la
belleza de Muñeca cerca, casi como un vampiro para contrarrestar con su belleza los reflejos que le devuelven los espejos de su fealdad.
Son varias las actuaciones que deforman sus cuerpos o sus rostros, también Mora (Fernando Khabie) arrastra su pierna, mientras que "el loco", el "cornudo¨
de Nicolás (Pablo Díaz) deformará su rostro varias veces, como su fuera una réplica de El grito de otro gran expresionista, en este caso de la
pintura: Edvard Munch.
Casi siguiendo las premisas de David Viñas, Audivert intensifica en la imagen de sus actores lo grotesco. En su tan citado libro Viñas escribió sobre Muñeca: "La fractura de la norma se multiplica así y se penetra en el grotesco desatado, generalizado: Nicolás ya no habla con animales, sino que
los imita hasta llegar a la animalización corporal"[7].
¿Qué demuestra Pompeyo Audivert con Muñeca? Sólo una gran artista consigue multiplicar hasta el infinito el arte de otro. Audivert propuso una
nueva lectura de este texto de 1924, pero lo hace desde el hoy, sin poder teñirse de pasado artístico, de cuadros, de imágenes de cine, y encontrando en
esta suma tan personal que realiza su propio y nítido estilo. También consigue que Discépolo siga siendo un clásico, capaz de hablarle a todas las
generaciones. Los bienes, las riquezas no pueden comprar todo, hay algo a lo que acceden los pobres, aquí los jóvenes, y ese este amor/ideal que no puede
corromperse, no llega a envilecerse, por más que la mugre busque mancharlo. Es Enrique, el bello y protegido de Anselmo quien entrega el arma para que lo
maten, pero es el feo de esta historia el que lo salva, dejándole el camino libre.
Discépolo creó otra versión del célebre cuento de La bella y la bestia, aquí no hay lugar para el amor, son los iguales los que se necesitan y se
buscan, pero el feo también tiene mucho que decir y enseñar a la sociedad. Las décadas cambian pero cierta frivolidad se mantiene, con un agregado muy
valioso por parte de Audivert donde él se permitió una mayor ferocidad de crítica para los políticos aunque mantuvo ese principio discepoliano: "... y los
buenos son muy complicados".
Bibliografía
Bartís, Ricardo. Cancha con niebla. Teatro perdido: fragmentos. (2003). Buenos Aires, Atuel.
Discépolo, Armando. Obras Escogidas. Clásicos de nuestro tiempo. (1969) Editorial Jorge Álvarez. Tomo 2. Buenos Aires.
Rodríguez de Anca, Antonio. "Cuando la bondad se opone al deseo". (1988). En Revista Teatro. Año 8. Nº 35. Buenos Aires Junio.
Sagaseta, Julia Elena. "Recorriendo veinticinco años de escena perfomática". (2010). En La puesta en escena en el teatro argentino del Bicentenario. Fondo Nacional de las Artes. Buenos Aires.
Viñas, David. Grotesco inmigración y fracaso. (1973). Corregidor. Buenos Aires.
Williams, Raymond. Tragedia moderna. (2014) Edhasa, Buenos Aires.
[1]
Discépolo, Armando. Obras Escogidas. Clásicos de nuestro tiempo. (1969) Editorial Jorge Álvarez. Tomo 2. Buenos Aires. (Pág.447)
[2]
Rodríguez de Anca, Antonio. "Cuando la bondad se opone al deseo". (1988)En Revista Teatro. Año 8. Nº 35. Buenos Aires junio. (Pág.23)
[3]
Bartís, Ricardo. Cancha con niebla. Teatro perdido: fragmentos. (2003). Buenos Aires, Atuel (Pág. 126)
[4]
Sagaseta, Julia Elena. "Recorriendo veinticinco años de escena perfomática". (2010). En La puesta en escena en el teatro argentino del Bicentenario. Fondo Nacional de las Artes. Buenos Aires. (Pág. 200)
[6]
Williams, Raymond. Tragedia moderna. Edhasa, Buenos Aires, 2014 (Pág.57)
[7]
Viñas, David. Grotesco, inmigración y fracaso: Armando Discépolo. (1973). Corregidor. Buenos Aires (Pág.73)