Entrevista a Analía Couceyro
El ciclo Biodramas, proyecto
dirigido por Vivi Tellas, se inauguró en la sala Sarmiento del Complejo Teatral
de Buenos Aires en 2002 con la creación colectiva Barrocos retratos de una
papa, bajo la dirección de Analía Couceyro. El elenco se integraba
por Mirta Bogdasarian, Javier Lorenzo y Susana Pampín. El video fue realizado
por Albertina Carri, y en él participaban Mildred Burton y Javier Acuña.
Gabriela Fernández realizó la escenografía y el vestuario.
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¿Vos
te iniciás como directora con La movilidad de las cosas terrenas?
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Analía
Couceyro: Sí, estaba basada en María Estuardo de Schiller.
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¿La
estrenaste en el Sportivo?
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AC: Sí, allí.
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También
te formaste en el Sportivo con Bartís ¿no?
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AC: En realidad me inicié
con el Grupo de Teatro del Instituto Goethe. El alemán es un idioma que me
gusta mucho y lo empecé a estudiar desde chica por propia elección. Después
hice improvisación con Mosquito Sancineto y luego entré al Sportivo donde me
formé con Bartís como actriz y allí empecé a dirigir.
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¿Y
cuál fue la siguiente obra?
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AC: Tanta mansedumbre,
que era un homenaje a Clarice Lispector, una escritora que admiro.
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Era
un unipersonal, te destacabas como directora y como actriz. Y empezaba con el
té con tortas.
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AC:
Sí, la
hacía a la tarde en el Sportivo. Después la hice en el jardín del teatro
Sarmiento.
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También
hiciste algo en los semimontados del Goethe
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AC: Sí, Cara de cuero de
Helmut Krausser en el 2001
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¿Y
cómo surgió la propuesta la propuesta de Vivi Tellas?
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AC:
Yo
venía de dirigir y actuar Tanta mansedumbre y de hacer el semimontado en
el Instituto Goethe. Vivi había visto en el Sportivo La movilidad de las
cosas terrenas y le había gustado. Ella pensaba hacer el ciclo Biodramas y
me ofreció iniciarlo. Al ser el primero, me ajusté a la propuesta. Se trataba
de contar la vida de “una persona argentina viva”. En los Biodramas que
siguieron esto no fue tan estricto, pero en ese momento se planteó así.
Después, en el ciclo hubo otra clase de experimentaciones con la realidad, muy
variadas.
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¿Cómo
fue que eligieron a la artista plástica Mildred Burton?
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A.C.: Bajo esa consigna, “una
persona argentina viva”, se barajaron varias opciones, aunque no más de tres o
cuatro. A Mildred Burton no la conocía demasiado, solamente conocía la parte de
su obra que está en el Museo de Bellas Artes, lo que aparece en la exposición
permanente. Luego comenzamos a explorar un poco más, hasta que hicimos la
primera entrevista. Y ahí no hubo ninguna duda de que era la persona indicada.
Porque no sólo su obra es interesante, también lo es su vida privada. En su
vida cotidiana, no parece una artista. Vive en la Boca, en una casa de tres pisos, con
diecisiete perros. Nos encontramos con que ella misma era un personaje, con
gran teatralidad. Por eso decidimos contar su historia, especialmente su
infancia en Entre Ríos, su juventud. Era una historia apasionante, hicimos el
eje en el aspecto personal, y no tanto en su obra. El cruce entre lo real y el
teatro tenía que estar presente, por eso empezábamos la obra con un sainete
criollo haciendo referencia a algún paso por la actuación que había tenido, y
porque funciona como un referente teatral, una tradición bastante lejana para
el público actual. Cada escena era plana, como un álbum de fotografías que se
recorría, para construir esa vida. El espacio era como una casa de muñecas, con
dos plantas superpuestas. Por eso lo de “retratos”, cada uno debía tratar de
mostrar la mayor cantidad posible de hechos de su vida. Fue una creación
colectiva que fuimos armando a partir de lo que nos contaba. Lo curioso fue
que, a veces, se daban coincidencias sorprendentes entre lo que imaginábamos y
lo que había ocurrido en el pasado. Por ejemplo, cuando Mildred vio la obra
encontró que los ejercicios que le hacía hacer la abuela (ella no los había
descripto) eran exactamente como los representábamos. A mí me interesaba
trabajar con la idea del destino, por eso aparece el tablero del Juego de la
vida, un juego muy popular en los años ochenta, donde el que gana se hace
millonario, y el que pierde, se retira a hacer filosofía.
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¿Cómo
se fue constituyendo el espectáculo?
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A.C.: Hicimos a Mildred
cuatro entrevistas, filmadas y grabadas; a partir de su transcripción –que
llevé de viaje- hice una selección de lo más interesante y se fue armando la
estructura del espectáculo. Todo el resto fue realizado a partir de
improvisaciones, en ensayos diarios, hasta que se fijó. Por otra parte, para
ver a Mildred en el ámbito de la plástica, fuimos a dos instalaciones y
filmamos las inauguraciones. Esto no apareció en el video, pero el propósito
era que nosotros la ubicáramos en su contexto artístico.
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Y
luego la inclusión de lo real en el video.
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A.C.: Sí, al final aparecía
ella en el video, se hacía el cruce con la ficción.
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En
el video, realizado por Albertina Carri, aparecían varios personajes: un
astrólogo comentaba su carta natal, y la propia Mildred adelanta momentos de su
vida en off. Nunca se buscó la imitación desde la actuación, sino que
apareciera la teatralidad, porque me interesa la idea de lo artificial, de lo
que no es verdadero, pero que está sucediendo. Ella aparecía y el público
conocía a la verdadera Mildred. Y la verdadera Mildred juzgaba la
representación.
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Cuando
el público salía se encontraba con la sorpresa de una pequeña exposición de la
obra de Mildred.
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A.C.: Claro, y se sorprendían
mucho. Queríamos separar la obra plástica de lo escénico, que el espectador se
encontrara con la obra fuera de la sala, y que al mismo tiempo fuera una
continuidad con la escena. Su obra es muy irónica, y técnicamente muy
elaborada.
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El
título de la obra ¿a quién pertenece?
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A.C.: El título lo pusimos
nosotros. Partimos de una expresión de Mildred que se definía así: “Mi vida es
como una papa, siempre una repetición de las mismas cosas”. Y lo de “barrocos”,
porque tiene que ver con la impresión que provoca tanto su vida como su obra:
una vida plagada de hechos insólitos y apasionantes.
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Es
un título muy acertado, muy sugerente.
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Lo
más difícil de la experiencia fue comprimir en un espectáculo tanta información
de una vida humana, ya que teníamos muchas anécdotas, situaciones interesantes,
que la
Mildred
real nos pedía que estuvieran presentes. El desafío era cómo hacerlas
teatrales, evitando un exceso de relato. Ya que la intención era que su vida
sucediera sobre la escena. La experiencia para mí fue gratificante. Es una obra
que recuerdo con mucho cariño.