Autor: Luis Agustoni
Elenco: Luis Agustoni, Esteban Astorga, Ivana Cur, Any Messore y Segundo Pinto
Vestuario: Nadia Casaux
Escenografía: Nadia Casaux
Iluminación: Ramiro Galmes
Sonido: Lucas González
Asistencia de dirección: Yamila Prieto
Dirección: Sebastián Bauzá
Teatro El Ojo. Tte. Gral. Perón 2115
Fue en los inicios de la década del 70 cuando Luis Agustoni debutó como actor, vocación que nunca abandonó. En 1982 sumó su doble responsabilidad de
dramaturgo y director. También comparte desde esos años su labor como docente teatral de manera independiente; ya alejado de las aulas del Conservatorio
Nacional de Arte Dramático, donde había sido profesor y autoridad.
Conquistó los escenarios comerciales con El protagonista ante el espejo (1988) o Los lobos (1995), por nombrar sólo algunos títulos de su
autoría. Dedicado más a la docencia en su propia escuela/taller/teatro "El Ojo" sus obras son estrenadas a veces bajo su dirección e incluso asume también
algún papel, pero están al servicio del entrenamiento de sus alumnos y abiertos a que los espectadores puedan asistir, en pleno centro del barrio del Once.
Este año no sólo presentó dos textos dramáticos de su autoría sino que decidió emprender una campaña de prensa que hizo que el periodismo acudiera y
volviera a constatar que Agustoni tiene mucho para decir. Uno de ellos es Tiempo de partir, propuesta basada en una historia real a la que
Agustoni decide modificar los nombres, pero no sus acciones.
Su texto se centra en las últimas horas de Leopoldo Lugones (1874-1938) antes de su suicidio. Su protagonista, Luciano Serrantes, está escondido en un
hotel del Tigre. Huye del centro por dos motivos: una joven amante y su hijo. Aquí se nombran las fluctuaciones ideológicas que tuvo el personaje y que
coinciden con la del propio Lugones. Desde el socialismo, al liberalismo, pasando por el conservadurismo e incluso guiñándole al fascismo. La historia lo
señala como uno de los impulsores del golpe del 6 de septiembre de 1930, cuando se destituyó el presidente Hipólito Yrigoyen, hecho a cargo del General
José Félix Uriburu.
Con una estructura sólida, donde cada escena permite que el público conozca cada vez más al protagonista; el dramaturgo se vale de personajes secundarios
pero muy bien delineados y claves para esta pintura final. La discusión entre el célebre intelectual y un joven que quiere ser poeta, está al mismo nivel
dramático que los cuestionamientos amorosos con su joven y ex amante, sin olvidar los cortos diálogos con quien está a cargo de la hostería. La propuesta
llega a su punto más dramático cuando Serrantes padre (imaginando a Lugones) se enfrenta con su único vástago. La historia argentina señala a "Polo"
Lugones - el hijo del escritor- como el introductor de la picana eléctrica y aquí también se da este dato nefasto.
Siguiendo los pasos de Agustín Alezzo, Agustoni también permite que sus alumnos se inicien profesionalmente en su escuela/teatro. Con Tiempo de partir debuta como director Sebastián Bauzá y es el propio Agustoni quien se entrega como un actor más del elenco. La puesta es muy
despojada y tanto la escenografía como el vestuario de Nadia Casaux sirven para enmarcar años pasados con mínimos elementos.
Bauzá sabe que tiene en sus manos una tragedia y aunque el dramaturgo le haya escrito alguna secuencia de humor, el destino del protagonista está marcado.
No es casual que se hable del filósofo Sócrates y siguiendo a Aristóteles en su Poética, aquí el héroe tampoco podrá escapar de su designio.
En este elenco cada uno consigue configurar a sus personajes sin fisuras. Se destaca la notable composición de Segundo Pinto, en la piel del hijo nefasto,
ya que debe enfrentar la experiencia de Agustini en un duelo interpretativo donde la violencia está sugerida y sale más que indemne de este desafío
escénico. Tanto Esteban Astorga, Any Messore como Ivana Cur suman buenos trabajos actorales para que Tiempo de partir no tenga debilidades
escénicas.
Luis Agustoni dramaturgo apuesta a un texto que ubica su acción en el pasado, pero con posibles resonancias actuales. Se lo podría leer como un teatro
político, ya que cuestiona los vaivenes ideológicos de figuras importantes de la intelectualidad argentina, que no deben ser la única con rasgos
camaleónicos, pero sí la que más nos duele. El espectáculo se transforma a lo largo de su desarrollo en una propuesta para reflexionar, como un espejo
sobre nuestra sociedad.