IUNA
 
 
número 1 | mayo 2007
información y críticas
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Muscari por dos

Por Ana Seoane
Cuando se habla de José María Muscari se lo asocia inmediatamente con un teatro vinculado con algún tipo de trasgresión. Pero su carrera fue mucho más ordenada y sistemática de lo que se hubiera imaginado de él. Con sólo 16 años escribió e interpretó Necesitamos oxígeno, estrenada en el “Parakultural”. Egresó de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) y con uno de sus docentes, más precisamente con Ciro Zorzoli, armó Salsipuedes, que presentaron en 1996. Fue en el sótano de aquel edificio de la calle Perú, donde Muscari interpretó un texto que mucho le debía a Esperando a Godot de Samuel Beckett.
Luego, ya independiente, presentó en su doble responsabilidad de autor y director Marchita como el día y Mujeres de carne podrida. En esta última demostraba su preocupación no sólo por los problemas de su generación (bulima y anorexia) sino también por buscar rupturas espaciales e intentar renovar los espacios. Jugaba en una antigua casa a la que había que acceder por escalera de mármol sobre la avenida Corrientes, pero un poco alejado de zona teatral. Ámbito muy poco teatral, plagado de puertas y lugares pequeños. El proponía almohadones en el piso y eran escasas las sillas, sin embargo había encontrado intérpretes que se abrían paso con una seguridad y resolución admirables, frente a un público de muy distintas edades que observaban todo como hipnotizados.
Hasta se atrevió a fracasar y ser destruido por la gran crítica de los medios, por un espectáculo comercial que incluía en su elenco desde Marta Bianchi, Carola Reyna, Ana Acosta, Sandra Ballesteros, hasta Florencia Peña, sin olvidar a la hija del productor: Julieta Ortega, su título fue Desangradas en glamour.
Más tarde quiso otro tipo de provocación y generó Match, lucha en el barro y sexo entre chicas, con la que consiguió trasladarse a Santiago de Chile, donde acaparó a la prensa trasandina con ribetes de escándalo. Más tarde llegó una convocatoria por parte de las autoridades del Centro Cultural Konex pidiéndole una nueva mirada sobre un clásico, así nació Electra-shock inspirada en el texto de Sófocles.
Durante el año 2006 trabajó a distancia con un grupo de Rosario. Fue convocado por ellos y a partir de las posibilidades de Internet y varios encuentros surgió Cotillón1, al que el propio Muscari prefiero subtitularlo como “un trabajo de intertextualidad y creación a distancia con los actores”.
Al entrar a la sala Callejón lo primero que se descubría era un espacio diferente. Poblado el ámbito de todos los elementos de esa familia tan particular con ribetes almodovarianos. Había en el texto un gran conocimiento de la realidad santafecina, e incluso de alguna de sus desgracias más nacionales, como la última inundación sufrida en la provincia. Muscari planteó dos historias paralelas que se unen casi al final: una familia en crisis, por la pérdida de sus padres y la búsqueda de material de un cineasta porno.

Hubo dos elementos subrayables y para poder analizar. Primero el uso del espacio que involucraba al público. Los cambios obligaban a que espectador estuviera atento y lo incitaban a seguir la acción dramática. Lo movilizaban ya que obligatoriamente debía levantarse y cambiar el lugar de su butaca porque el espacio que estaba detrás, se transforma en escenario.
El público debía modificar su posición y con ella su mirada para seguir en la segunda parte el trabajo del cineasta. Se pasaba del “hogar” de la familia al estudio del “creador”.

También fue interesante descubrir cómo Muscari podía trabajar con material entregado por sus propios actores y darle su impronta. Hubo un lazo en común: la locura santafecina sigue siendo argentina. Estos procesos mentales que por momentos adquieren ribetes de absurdo son propios de nuestra nacionalidad. Las escapadas frente a las sistemáticas crisis nacionales son tan insólitas como las que imagina el autor y director.
Frente a Cotillón, una propuesta analizable no sólo como puesta en escena sino también por sus actuaciones, el público pudo enfrentarse al último estreno muscariano: Dame morbo2. En la primera instancia lo definió como “stand up” , a las pocas semanas agregó el adjetivo ácido, primero fue varieté, después llegó “melancólico”, fue “music hall” al poco tiempo “trash”, y al “café concert” le llegó la hora de ser “decadente”.

Se lo podría definir un divertimiento muy menor de un creador inquieto y sorprendente. El mismo lo definió como una propuesta de humor, “un nuevo desastre”. No le teme a las pruebas, a mezclar e incluso sabiendo conscientemente que el resultado no está a la altura ni de él, ni de un público que los sigue donde sea.
La pregunta clave sería: ¿Se puede ser muscariano? Y la respuesta es sí. José María Muscari es hoy un creador a típico. No tiene fórmulas fijas, busca romperlas todo el tiempo. Mantiene inalterable la energía de aquellos históricos independientes, claro que en este caso, siglo XXI vigente, le aportó otros rasgos, sin alterar la pasión teatral. Sigue recorriendo la avenida Corrientes, desde Suipacha hasta Callao volanteando sus propias espectáculos. Continúa en contacto con la gente y con los intérpretes, por ese motivo puede conseguir que dos actrices tan distantes como María Aurelia Bisutti (Piel de chancho) y Carolina Fal (Electra shock) realicen dos de sus mejores trabajos en sus distantes carreras profesionales. Busca los opuestos, convive y crea con un material que siempre a primera vista aparece como disociado. Conjuga, mezcla, prueba, experimenta, se equivoca, vuelve a intentarlo, sigue buscando, insiste, llama, pregunta y escucha. Todo infrecuente en una generación de teatristas que a veces buscan al público y luego repiten fórmulas. Muscari mantiene una única propuesta a través de los años y ésta es ser fiel a si mismo, con errores y aciertos.

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1Dramaturgia y dirección: José María Muscari. Actúan: Sergio Abbate, Luciana Brunetti, Carolina Cano, Raúl Kreig, Vanina Monasterolo, Diego Rinaldi. Vestuario: José María Muscari. Escenografía: José María Muscari. Realización de escenografita: Daniel Muñoz. Realización de vestuario: Mirta Pontel. Operación de sonido: Mariana Mathier.Asistencia general: Mariana Mathier. Producción: Mariela Asensio, Rocio Paladín, Diego Rinaldi
 

2 Dramaturgia: Bernardo Cappa-José María Muscari. Elenco: Emiliano Figueredo, Paula Schiavón y Natalia Señorales (luego la reemplazó Mariana Plenazio). Asistencia artística: Marcelo Rovera. Música original: Mauro García Barbé. Coreografía: Valeria Narváez. Vestuario: Veneno. Belisario Club de Cultura.

 

 
 
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