Para ser
prácticos fui punteando algunas cuestiones que pienso deberíamos plantearnos:
No existen
teatralidades políticamente ingenuas.
Conviene
preguntarnos, entre las actuales condiciones de la creación: cuál es su
intervención (si es que la hay), a qué se deben sus regodeos estéticos, cómo
expresa su relación con las imágenes dominantes de la cultura…
Hablo
apuntando hacia la posibilidad de un teatro universitario. Es un planteo herido
tanto por los avatares de la vertiginosa anorexia de ideas como por las ligeras
producciones exhibidas en los dos o tres circuitos de nuestro campo teatral
porteño.
Y si, como
decía, las teatralidades no son políticamente ingenuas, la crítica también
deberá hacerse cargo de la politicidad constitutiva en que se sustenta.
El campo
teatral porteño avanza de manera inequívocamente conservadora. Sus débiles
alternativas no escapan al imaginario del consumo de mercaderías, su producción
está anclada en una indefinida flojera…
Hay reciprocidad
entre las teatralidades débiles y las ideologías frágiles.
Las
teatralidades débiles derivan en conformismo. Y hay todavía un segundo
movimiento: el que lleva hacia la diseminación de la teatralidad. Subrayando lo
lúdico contra lo trágico, la retórica contra la observación, la descripción por
encima de las hipótesis.
Cuestiono
la funcionalidad entre los discursos circulantes y la decadencia política del
teatro al que asistimos.
Cuestiono
el sonambulismo de los programas que, haciendo jerga de ‘hibridación’,
‘desterritorialización’ y demás expresiones (globalizadas), ponen su manto de
discursos para disimular la falta de teorizaciones.
No se me
escapa: no tenemos nada que esperar de la cultura (hegemonía, banalidades).
Dado que la cultura es lo que sobrevive al entierro de las ideas.
Ya no
sabemos ni cómo explicar el agotamiento de la escena porteña, que a pesar de
sus declamaciones en contrario, queda perdidamente expuesta en sus obras,
abandonada al juego de los signos.
Entre la
confusión emerge lo inmediato, la fascinación, el mundo de las imágenes… Y esta
indefinición tiende a expulsar del arte la militancia (¿suena mal?) y el
compromiso. Justo cuando más necesitábamos un pensamiento crítico que se
sobreponga a la más completa indiferencia.
Intento
aproximar algunas reflexiones hacia la posibilidad de hacer un teatro
universitario. Dado que el teatro necesita apoyo conceptual para elaborar un
pensamiento crítico.
En una
época donde lo que llamábamos dictadura lo ejercen los mercados (el privatismo
generalizado) necesitamos una política alternativa que no se asocie al
pragmatismo utilitario (a la moda de la ausencia de ideas).
Pienso que
esta posibilidad se da en el espacio académico (en los estudios). Pienso en la
construcción de una mirada contraria a lo que nombrábamos como ‘pensamiento
único’, y que hoy es apatía.
No insinúo
una élite del conocimiento (solo otra instancia estructural de sujeción) sino
la posibilidad transformadora que aportaría una reflexión más rigurosa.
Un espacio
a codazos con el imaginario de la alienación, que se pregunte con claridad:
¿Qué teatro nos hiere hoy?
Un teatro
universitario como otra cosa.
Que
represente
el apoyo y reconocimiento de los estudiantes avanzados de todas las carreras.
Que suponga la revelación de obras surgidas del aprendizaje, de la
experimentación, de la docencia, de la investigación… Un teatro meramente
audaz.
Luis
Cano, docente - director del Proyecto de producción espectacular de la Licenciatura en
Actuación del Departamento de Artes Dramáticas del IUNA año 2008 titulado
“Mecanismos del cortejo”.