“Toda
obra de arte es hija de su tiempo,… De la misma forma, cada período de la
cultura produce un arte propio que no puede repetirse…” afirma Vasili
Kandinsky en la introducción de su De lo espiritual en el arte, dejando
claramente al descubierto la relación intrínseca entre arte y cultura en cada
época.
Ahora
bien, cabría preguntarse hasta qué punto somos sensibles y estamos dispuestos a
percibir y comprender esta relación en nuestro tiempo. Es decir, en qué medida
en la época de los vuelos interplanetarios, de la cibernética y de la
informática, de los sistemas de comunicación abarcándolo casi todo –más allá de
nuestro consentimiento-, percibimos y comprendemos las estéticas que sustentan
el arte actual. Por supuesto, antes de eso deberíamos estar seguros de conocer
el arte de nuestro tiempo.
En
el caso de la música, capaz de producir un “arte propio que no puede
repetirse…”, lo que equivale a decir música nueva, qué grado de
conocimiento tenemos de ella?. Hasta dónde las obras y los nombres
representativos de la música nueva nos son familiares?. Cuáles fueron los
cambios introducidos por tal música y cómo se la podría definir?.
Puede
decirse que, a lo largo del último siglo, lo “nuevo” se manifestó, por una
parte, en la exploración de diferentes sistemas de afinación de los sonidos y
en la invención de instrumentos y medios sonoros –acústicos, electrónicos y,
más recientemente, digitales-; desde otro ángulo, la actitud del compositor transitó
desde la concepción de la obra como algo totalmente “compuesto” hasta la
improvisación más radical resultante del “impulso impredecible” (pasando
por la inclusión de la indeterminación y el azar, ya en el proceso de
composición, ya en la interpretación), todo lo cual acarreó una redefinición
del concepto de obra musical.
Por
otra parte, los instrumentos musicales tradicionales vieron extender sus
posibilidades hasta límites impensados tiempo atrás y las estructuras sonoras
abandonaron la sintaxis y el sentido “melódico” y “armónico” tradicionales, o
bien éstos adquirieron un sesgo nuevo. Asimismo, se replanteó, en muchos casos,
la concepción misma del tiempo musical, al punto de cuestionar la concepción
lineal, dirigida a una meta, e instaurar, en cambio, un estatismo carente de
linealidad alguna.
Y en
lo que a nuestro medio se refiere, cuál es el espacio que ocupa la música
nueva?. Debe reconocerse que esta música se manifiesta dentro de un espacio muy
limitado, tanto en lo que atañe a la ejecución en vivo cuanto a la difusión
radiofónica y televisiva y a la edición discográfica. Ahora bien, a pesar de lo
restringido de ese espacio, ese espacio existe!.
El
acercamiento al arte musical de nuestro tiempo depara el hallazgo de nuevas
formas de fascinación y goce estético, eso requiere del oyente curiosidad,
inquietud, permeabilidad y disponibilidad. Seguramente, valga la pena
intentarlo…