Si pensamos la
categoría de personaje de un modo clásico notamos que históricamente se ha
constituido como una entidad que es encarnada por un actor, compartiendo
momentáneamente el mismo cuerpo. Es decir, en la representación clásica el
actor cede su cuerpo al personaje. Pero ¿qué sucede con algunas obras en las
que no podemos distinguir quien habla (el actor o el personaje)? El estudioso
francés Patrice Pavis plantea que existe una disolución del personaje en la
obra pos-representacional:
El cuerpo que habla no se distingue del personaje,
reducido a un tema enunciador, ni del texto disperso entre actantes
indefinidos. Cuerpo, tema, discurso ya no constituyen una frontera ni identidad
propia. El cuerpo no tiene unos límites precisos, no se reduce a una persona
(…) las interpretaciones [parecen] extensibles como un devaneo infinito “en la
pobre cabeza”, que tiene lugar tanto en el texto como en la persona y el
personaje.[1]
En el presente
trabajo nos proponemos indagar en esta disolución de los límites entre actor y
personaje en la obra Octubre (un blanco en escena) (2009), dirigida por
Luis Biasotto e interpretada por Vicky Carzoglio, Diego Franco, Gabriela Gobbi,
Noelia Leonzio, Florencia Vecino y Luis Biasotto.
En una entrevista
realizada por Laura Falcoff, el director de la obra en cuestión expresó:
Me
refiero a que el espectador en casi cualquier espectáculo [que tiende a
entretener] es pasivo; así que pensé desde qué punto de vista se podía generar
algo más reflexivo; y también me interesaba manifestar lo que veo que sucede
dentro de la danza: qué ocurre cuando uno está creando. Y hay otras puntas: una
lectura que hice de Heiner Muller en la que habla de la muerte del actor, y
también de Roland Barthes, cuando se ocupa de la desaparición del autor.[2]
Estos conceptos, entre otros, están
presentes en su obra, sustentando el hecho de que nos encontramos frente a una performance,
o mejor dicho, frente a una perforpuesta como explicaremos más adelante.
Reafirmando estas palabras
reparamos en la siguiente definición de Oscar Cornago Bernal:
El
performance surge como una de las expresiones más genuinas de esta
estrategia de cuestionamiento de los mecanismos últimos de la representación
artística, de la naturaleza de sus materiales imprescindibles, como el propio
cuerpo del actor o la mirada del espectador. Cada expresión artística inicia un
proceso de autorreflexión, poniéndose en escena a sí misma, abriendo sus
interioridades para mostrarse en tanto que proceso, maquinaria artística de
producción de sentidos.[3]
La puesta analizada,
se basa en esta mostración en tanto proceso simulando ser un ensayo, incluyendo
repeticiones de las escenas y correcciones de las mismas. Cabe recordar que es
el ensayo tal como lo define Richard Schechner, uno de los lugares donde se
recupera la esencia ritual del teatro. De este modo y junto con la inclusión de
personajes que forman parte del público y la introducción de los espectadores en
la escena, se crea la sensación de asistir a un aquí y ahora característico de
la performance. Recuperando una fuerte experiencia sensorial al modo de
la sinestesia como una pluri-percepción, definida por el teórico Marco De
Marinis. Esta diversidad perceptiva, podemos advertirla tanto en la escena, en
la que escuchamos música en vivo y las voces de los performers, vemos
estos cuerpos accionando en vivo y también en la proyección de un video; así
como en la platea del teatro, la cual pasa a formar parte de la escena cuando
se interpela a los espectadores quienes pueden dialogar con los performers
a través de handies (funcionando a la vez, para el resto de los presentes, como
una suerte de escenas paralelas ante las que se intenta agudizar todos los
sentidos para poder apreciar las múltiples conversaciones que se están
desarrollando) y también quienes pueden tocar elementos que ellos mismos van a
colocar en escena.
Yaciendo en la
sinestesia la sensación de aquí y ahora, se inserta Octubre… de este
modo, en lo que Hans-Thies Lehman denomina como “teatro posdramático”, “(…)
justamente por la prioridad que en él adquiere el proceso aquí y ahora de la
comunicación escénica en detrimento del desarrollo dramático (…)”[4].
Este aquí y ahora, el cual devela una autenticidad artística, puede apreciarse
por ejemplo en la escena en la cual un músico ejecuta una canción casi a modo
de recital. Cuando suena ésta, las performers se ponen a bailar, y la
escena, también gracias al trabajo de iluminación, pareciera transformarse en
una pista de baile de un boliche, en la que las protagonistas forman un
semicírculo a modo de escena callejera. Es en esta delimitación espacial en la
que cada una va a mostrar su danza. Del mismo modo en que Cornago analiza la
fiesta flamenca podríamos ver este momento de la obra como una instancia de
performance cotidiana incluida en esta puesta.
Ahora bien ¿Por qué
dijimos entonces, que preferíamos denominar esta obra como una perforpuesta?
Esta denominación es creada por Pavis para referirse a las renovaciones
teatrales contemporáneas. Corresponde señalar que Octubre… no es una
performance como las que habitualmente conocemos, al estilo de los happenings o
eventos de la década del ‘60. Ésta es una puesta en escena que se representa en
una sala teatral convencional y que está pensada para desde este mismo lugar
llevar a cabo sus críticas. De este modo, a medida que avanza la obra, todo lo
que creemos casual se devela como pautado y repetible. Cuestionando no sólo la
noción de puesta en escena, sino el lugar del actor, del bailarín, del director
y del público. Para lograr estos resultados la puesta se hibrida con la performance
deviniendo por lo tanto en una perforpuesta.
Pavis distingue tres
características esenciales que dan vida a este concepto, las cuales podemos
reconocer en la obra analizada. En primer lugar, estamos en presencia de un
texto abierto. Es decir, que a pesar de que el texto continúa presente, ya no
es éste quien organiza la puesta en escena. Además coexisten distintos y
variados discursos dentro de la misma. Por ejemplo advertimos en la obra desde
indicaciones escénicas al estilo de un coreógrafo conservador que pretende
narrar y expresar sentimientos unívocos y a veces pantomímicos a través de una
secuencia de pasos, a relatos monologados de tipo autobiográficos; así como
también se utilizan distintos soportes textuales, como la voz del propio actor,
canciones, y video. Quisiéramos detenernos, a modo de ejemplo, en un momento
particular de la obra, la escena en que las performers crean un juego de
adivinanzas con Biasotto. Ellas hacen gestos con sus manos representando pasos
de danza clásica, y lo obligan a él a adivinar qué obra están representando. Si
bien el texto gestual evoca un metatexto aparentemente indescifrable (una obra
de ballet en particular), el mensaje es inmediatamente asociado al diccionario
de pasos de la danza clásica. Por otra parte, cabe destacar que esta supuesta
incomprensión del texto evocado por las performers, en realidad nos
permite pensar en diversas intertextualidades, en base a la enciclopedia de
cada espectador por supuesto, las cuáles básicamente nos remiten a la
insuficiencia del lenguaje académico de ballet para la narración y la
representación mimética.
Esta pluralidad de lenguajes
a su vez, pueden generar el efecto de dificultar la percepción, característico
de la performance. Ya que constantemente se pierde de vista al
enunciador, y al variar el personaje o el rol que interpreta el actor, como
veremos más adelante, el texto enunciado puede cobrar diferentes significados.
Retomando a Pavis, en
segundo lugar indica como propiedad de la perforpuesta, la descentralización
de la figura del director abriéndose “a un discurso no autoritario, favorable a
la alteridad”[5],
a pesar de ser una puesta organizada rigurosamente. Esta característica, la
vemos explicitada, además de en la escena en sí misma, en la dramaturgia de Octubre…
a partir del cambio constante del rol del director entre los personajes.
Asimismo cabe destacar el detalle de no entregar el programa de mano, eterno
explicativo argumental y conceptual, al ingreso del espectador a la sala, sino
al retirarse de la misma. Otorgándole de esta forma real libertad de
interpretación al público, ya que éste, a pesar de las dificultades perceptivas
esbozadas anteriormente, tiene el hábito de construir un sentido, y pudiendo
así, alejarse el director de la posición de ser el único delegado de dar
coherencia a la puesta.
Por último, la
tercera noción propuesta por Pavis es la puesta en cuerpo. En base a ésta,
podemos decir que estos “(…) cuerpos atravesados por contradicciones sociales
(…) [y] densidades diferentes (…)”[6]
son también problematizados en Octubre… ya que nos hallamos frente a la
presencia de cuerpos disciplinados y virtuosos para la danza, y sin embargo
cuando se quieren mostrar como tales son censurados, por ejemplo en la escena
anteriormente relatada en la que el guitarrista toca y las bailarinas quieren
bailar, Biasotto, reprobándolas, les dice que no lo hagan; o de forma similar,
cuando una de ellas se para en el proscenio es reprendida diciéndole que cuando
se pare sobre el escenario no baile, aunque lo que veamos sea a ella
simplemente de pie, quieta; asimismo, en otro momento, esta misma bailarina anuncia
que va a hacer una danza pero aclara que es sólo para un espectador particular
y pide que el resto del público cierre sus ojos.
Ahora bien, es el
cuerpo lo definitorio para el actor-performer, y constituye el lugar físico en
el que puede encarnarse un personaje. Aunque vemos a los actores interpretar
personajes (los cuales muchas veces parecen ser personajes de sí mismos),
también los vemos salirse de éstos, recordándonos constantemente que nos
encontramos frente a una representación y deconstruyendo la relación actor-personaje-texto.
Del mismo modo en que lo causal se revela como pautado, los personajes se van
manifestando como tales a través de la posibilidad de corrección y repetición y
del constante cambio de roles (todos son directores, actores y conjunto
creativo cooperativo). A modo de ejemplo, podemos recordar cuando los performers
de Octubre… efectúan un monólogo aparentemente biográfico, aparentemente
real, pero el cual es súbitamente interrumpido, corregido por quien tenga el
rol momentáneo de director y todos son obligados a repetir la escena. De tal
forma, lo que creíamos hasta el momento como auténtico, pasa a ser ficcional y
vemos ahora como auténtica la instancia de corrección y repetición aunque esta
también sea una construcción estrictamente pautada. Tal como lo indica
Schechner, “(…) los espectadores ven a los actores no sólo actuando sino
escogiendo actuar. Incluso ‘entrar en carácter’ se ve como elección (…)
Entonces el espectador también se anima a elegir el modo en que recibirá cada
acción.”[7].
Este constante juego de reteatralización, le confiere a cada escena cierto
grado de realidad aunque luego sea desmoronada. Así se concibe a la escena más
verosímil incidiendo en el efecto de representación de un aquí y ahora.
Haciendo referencia a
esto quisiéramos destacar otro caso. En cierto momento, Florencia Vecino, al
ponerse de pie para hablar al micrófono, finge una torpeza haciendo balancear
su silla a punto de caer, frente a esto Biasotto le dice “casi”; unos minutos
más tarde su monólogo es interrumpido exigiéndole rehacer la escena. Es en este
instante cuando descubrimos que el gesto de la silla era tal y no un descuido
casual. Aquí evidenciamos el mismo procedimiento que la representación de la
torpeza del actor de farsa con la que ejemplifica Schechner, y a la cual agrega
que el actor debe dejar en claro la mentira para que el espectador pueda percibir
el texto y el metatexto. Consideramos que este efecto se logra en la escena
previamente descripta.
Ahora bien, a modo de
conclusión podríamos preguntarnos porqué la obra se subtitula “un blanco en
escena” si puede expresar a través de ésta todo lo esbozado anteriormente.
Podríamos pensarlo teniendo como base el proceso de ensayo que es mostrado por
la obra. A partir de éste se proyecta en la escena teatral la esencia que la
conforma. Se ponen en evidencia los elementos constitutivos de toda
escenificación. Consecuentemente, desde este trabajo con los elementos básicos
del teatro y/o danza, se conduce a una escena minimalista, a una escena casi en
blanco a excepción de la anteriormente mencionada puesta en cuerpo. “En la
estela del performance, la escena se revela como un espacio de indefinición,
tránsito o inestabilidad, donde los géneros artísticos se cruzan y el concepto
de representación se ve enfrentado a sus propios límites.”[8].
Esto es lo que sucede en esta escena en blanco, siendo además explícitamente
mencionado por el discurso del personaje que se levanta de la platea increpando
a los performers diciéndoles que lo que ellos hacen no es danza; así
como también en la acción del personaje (inicial y momentáneo) de Noelia
Leonzio, quién saliendo del público, se retira de la sala como un espectador
enfurecido por lo que está viendo.
Es pertinente aclarar
que si bien en el presente análisis hemos hecho hincapié en la disolución de
los límites entre puesta en escena y performance y entre actor y personaje,
muchos otros límites están problematizados en esta obra, los cuales pueden ser
objeto de producciones futuras.
Finalmente, podemos
afirmar que tal como lo hemos expuesto, y como podemos analizar también a
través de la gráfica del programa y del afiche de la obra, que ni la escena
está tan vacía, ni el blanco es tan blanco. Octubre (un blanco en escena)
se encuentra repleta de pequeñas manchas que constantemente llaman la atención
sobre distintos aspectos de la escena teatral.
Bibliografía
Cornago Bernal, Oscar (2004)
“Cultura y performatividad: la puesta en escena del proceso” en Revista
Gestos, año 19, N° 38, noviembre, California, Estados Unidos, pp. 22
De Marinis, Marco (2005) En
busca del actor y del espectador. Comprender el teatro II. Buenos Aires:
Galerna
Falcoff, Laura (2009) “La
prohibición de entretener” en Clarín.com (versión digital del diario), sección
Espectáculos, viernes 24 de abril.
http://www.clarin.com/diario/2009/04/24/espectaculos/c-00702.htm
Pavis, Patrice (2008) “Puesta en escena, performance:
¿cuál es la diferencia?”. Trad. Silvina Vila. En Telondefondo, año 4, N°
7, julio. www.telondefondo.org, pp. 37
Pavis, Patrice (2000) “El personaje novelesco, teatral y
cinematográfico” en Teatro XXI. GETEA, FFyL, UBA, N° 11, primavera, pp.
7
Schechner, Richard (2000) Performance, teoría y
prácticas interculturales. Buenos Aires: Libros del Rojas.