Producir y percibir tecnológicamente
Gerardo Camilletti (IUNA)
Ante la enorme tecnologizaciòn que se produjo en las últimas décadas
en todos los ámbitos de la cultura, era de esperar que el teatro no quedara como
una especie de lugar de resistencia a la "contaminación tecnológica". Sin duda,
porque una de las razones es que la idea de "resistencia" a lo tecnológico, además
de ser un capricho, supone un falso antagonismo. Tampoco es que deba hacer, necesariamente,
un vínculo entre las artes del espectáculo y la tecnología. Es decir, cuando no
hay un vínculo entre lo tecnológico y el teatro sólo por mostrar un gesto de "resistencia",
creo que el teatro corre el enorme riesgo de terminar siendo una especie de arte
de catacumbas, apenas un manifiesto en contra de la asimilación de las nuevas tecnologías.
Como quien escribe a mano, no por el placer que da la escritura en el gesto de la
mano desplazándose sobre el papel, sino por negarse sin mayor fundamento a la utilización
del teclado; sólo por sostener la tradición de la escritura en nombre de escritores
anteriores a tales invenciones.
Tampoco sé si revisten mayor interés desde el punto de vista artístico
–salvo por la destreza con que usan los recursos- aquellas producciones tecnologizadas
sólo por no quedar afuera del siglo.
En definitiva, trato de formular una serie de preguntas acerca de los
modos en que se vincula lo tecnológico con el teatro, la tecnologización como forma
naturalizada de producir y de percibir.
Uno de los supuestos que se impone en la observación de estos fenómenos
es que el desarrollo tecnológico y la informática han producido enormes cambios
en los modos de percibir el mundo y, en consecuencia, en los modos de representarlo.
Con lo cual, indudablemente, la tecnología y la informática reconfiguran el lenguaje,
o mejor, reconfiguran los códigos de intercambio entre productores y receptores.
Esto no tiene que ver, necesariamente ni con el conocimiento teórico sobre lo tecnológico
ni con su uso práctico o instrumental. Tiene que ver, más claramente, con la experiencia
tecnológica.
Hay una indudable modificación en las prácticas de comunicación cotidianas,
aunque habría que discutir el carácter comunicativo de algunas que no son más que
prácticas expresivas en las que el receptor o destinatario es un sujeto tan hipotético
que ni siquiera queda claro cuál sería el "lector" modelizado en ese aparato expresivo.
Baste pensar en algunos sitios web o algunos blogs que se elaboran sólo por el placer
de producirlos aún sabiendo que alguien en algún lugar va a acceder a ellos.
Retomando, si las prácticas de comunicación contemporáneas están modificadas
o afectadas por lo tecnológico y la producción (los modos de ejecución de la expresión)
cambia, igualmente será posible pensar que los modos de percepción vayan acomodándose
y "formateándose" para una nueva recepción. Quiero decir que, más allá de los gustos,
podría suponerse una reconfiguraciòn o "gramática" del percibir diferente, afectada.
Por dar un ejemplo: la fotografía o la filmación digitales corren el ojo del lugar
tradicional, el ojo ya no se encierra en el visor obliterando lo que está alrededor
del objeto cámara, sino que se pone fuera de la cámara y comienza a percibir una
doble imagen, la real y su reflejo en escala. Incluso ambos ojos ya están abiertos
percibiendo ambas imágenes en escala. Este fenómeno que bien puede relacionarse
con la mirada especular del sujeto barroco, permite al espectador que filma o fotografía
tener un doble registro en simultáneo y también una doble posición en el espacio.
Esto es, puede conservar dos puntos de vista –en sentido literal- y registrarlos
a la vez. Lejos de ser un problema, llega a ser una práctica que da cuenta del placer
por la complejidad dada, en este caso, por el modo de percepción visual.
Este placer, vinculado con una tendencia al placer por los procedimientos
estaría postulando un placer por ser conciente del modo en que se percibe.
Esto, que es apenas un ejemplo, parece suficiente como para pensar en
una importante cantidad de espectáculos que proponen al espectador una escena complejizada
porque el espectador cuenta con las competencias para percibir de una manera compleja.
No quiero decir en modo alguno que los espectáculos sean puro procedimiento, pero
sí es posible pensar que, de no desarrollarlos, el margen de espectadores se reduciría
a aquellos cuya "gramática de percepción" no ha sido tocada/improntada por la experiencia
tecnológica.
Tal vez esto explique también por qué ciertos espectáculos cuya organización
narrativa no es lineal o que admiten gran cantidad de secuencias o planos de percepción
en simultáneo, tengan mayor número de espectadores "encantados/fascinados" que poseen
un vínculo más habitual, más natural con las prácticas tecnológicas. No estoy sugiriendo
en absoluto que tengan mejor comprensión del espectáculo pero sí que sus condiciones,
sus competencias les permiten un acceso más fluido, más natural que el de espectadores
para quienes la propuesta, tal vez sólo por manejar planos paralelos o cortes en
la linealidad, se vean ante una experiencia que los confunde o que los aturde.
De la observación de espectáculos y de la lectura de algunos textos
dramáticos afectados por lo tecnológico surgen preguntas sobre el modo de abordarlos
correctamente.
Parece necesario acordar que frente a ciertas formas de teatralidad
no hay una teoría específica con la cual podamos llevar adelante un análisis más
o menos exitoso, sino que, precisamente, las características que encontramos en
este tipo de teatro requieren de un marco teórico que muchas veces es propuesto
por los mismos textos, es decir, cada texto estaría dando instrucciones de lectura
proponiendo una teorización ad hoc que, en general resultará del cruce
o la combinación de varias disciplinas. Esto no significa una carencia de rigor
metodológico. Ciertamente los modelos de análisis hasta ahora planteados pueden
resultar insuficientes.
De todos modos, no intento formular una teoría "general" del teatro
sino más bien una que proponga modelos de análisis que se adapten a un objeto cuya
estructura tiende a ser inestable desde el punto de vista de lo que se considera
tradicionalmente "teatro", por lo tanto: una teoría mixta y flexible.
Lo que planteo no es ir como tabula rasa hacia el objeto de estudio
esperando que el texto delate su modelo (lo cual sería sumamente ingenuo y provocaría
algunos resultados un tanto descabellados y arbitrarios) sino, al contrario, la
propuesta es ampliar deliberadamente el horizonte de posibilidades metodológicas
empleando algunos métodos propuestos por otras disciplinas de las que se puedan
extraer modelos de análisis y categorías análogas reutilizándolas para nuestro objeto.
Desde luego creo que también se puede echar mano sobre disciplinas aparentemente
distantes del análisis teatral como las matemáticas, las ciencias naturales, las
distintas teorías sobre tecnología, etc. Claro que el investigador de teatro que
a menudo ha tomado de disciplinas "subsidiarias" (en este caso prefiero considerarlas
"solidarias") algunos postulados, lo ha hecho tal vez con cierto pudor, con cierta
sensación de estar parasitando de métodos más rigurosos; esto quizá se deba al prejuicio
que supone que los objetos que estas disciplinas estudian, en general, suelen manifestarse
más estables que las formas teatrales y por lo tanto pueden hacerse generalizaciones/universalizaciones
dada la presunta predictibilidad de su estructura y comportamiento. Sin embargo,
es sabido que, precisamente, tal estabilidad puede ponerse en duda también en estos
objetos, al menos así lo vienen demostrando distintas teorizaciones sobre el caos
o la geometría fractal, entre otras.
Indudablemente, aquellas producciones teatrales vinculadas a un modo
tecnológico de organizarlas o de presentarlas requerirán de diversas teorías sobre
el lenguaje tecnológico e informático. Es decir, entender el funcionamiento de lo
tecnológico, la informática y las redes virtuales de información y comunicación,
ampliarían de manera sustancial las posibilidades de acercamiento a estas producciones
a las que me referiré.
El uso de diversas tecnologías en el espectáculo teatral no es novedoso,
tampoco necesariamente característico del teatro de los últimos años del siglo XX
y los primeros del siglo XXI. Sin embargo, los avances en este campo han permitido
un uso más acentuado, tal vez incluso, más deliberado.
Como sabemos, la experiencia de consumo, los avances en las formas de
comunicación en red, el perfeccionamiento de los objetos de la tecnología, han propiciado
cambios sustanciales en las formas de concebir y organizar el mundo y las relaciones
sociales. No sólo la absoluta naturalidad con la que se ha incorporado al lenguaje
terminología propia de la informática ( "tildarse", "envirusar", "chatear", "clickear",
"forwarear", "reenviar", "nik", "hackear",
etc) para referirse a situaciones que, de otro modo, sólo podrían ser referidas
por perífrasis inexactas o por términos que en ciertos sectores sociales resultan
arcaicos o poco prácticos1.
No sólo en esto la informática ha dejado sus marcas. También lo hace
produciendo un cambio en cuanto a la concepción y vivencia del tiempo y del espacio.
La aparición del espacio virtual promueve sin duda alguna, a una redefinición
de lo real y de lo tangible suspendiendo en cierta medida el valor positivo que
se le otorga a lo contundente, lo presente. Es decir, la fuerza que tiene en un
acto comunicativo o de consumo aquello que está en "algún" lugar indefinido, incierto,
es de tal contundencia que lo que verdaderamente aparece frente a los ojos del sujeto
como una existencia concreta, pierde su valor o su peso habitual y entonces comienza
a compartir con lo virtual una entidad tan decisiva como para llegar incluso a producir
emociones, enamoramientos y todo tipo de sensaciones que nada tienen que ver con
la experiencia de la emoción que puede producir una ficción que es del todo ilusoria.
Lo virtual no es ficción. Lo virtual está es un modo de lo real.
Se reformula el concepto de espacio. Hay otro espacio que provoca una
borradura de las distancias acercando o alejando los sitios más recónditos y, por
ende, hace reinterpretar la noción de "aquí". Por ejemplo, en una situación en la
que dos sujetos están comunicándose por medio de un programa de chat o videochat
pueden, en la realidad "no virtual", estar a una distancia enormísima el uno del
otro e, incluso, ser absolutamente desconocidos entre sí; sin embargo, la situación
comunicativa en la que se encuentran los ubica en un mismo lugar (que no es un no-lugar
sino que es "otro" lugar) en donde son capaces de confiarse las cosas más privadas
aún sin saber el nombre real de cada uno ya que en general se usan los "nik" (alias)2.
Entonces, tenemos sujetos que pueden experimentar con tanta "realidad" su vida diaria
y tangible como esa "otra" realidad. Al respecto, cabe señalar que los más anclados
en lo tangible terminan buscando una instancia en la que puedan encontrarse físicamente
con ese otro que sólo tenía entidad informática.
También la concepción del tiempo cambia. Es necesario recordar que resulta
muy difícil sostener aún que el tiempo es lineal y que en él se ordenan los acontecimientos
de manera causal. Sin embargo, los acontecimientos ocurren en momentos diversos
o simultáneos y es la percepción la que tiende a ordenarlos pero de ninguna manera
ocurren primero uno, después el otro, y así sucesivamente, sino que se dan de manera
casual y a veces se cruzan organizando realidades aparentemente estables. La experiencia
tanto tecnológica como informática colabora en gran medida con esto. La velocidad
con la que se transmiten mensajes, con la que se hacen cálculos complejísimos, incluso
la velocidad con la que se puede llegar a hacer una comida en el microondas, la
posibilidad de mantener simultáneamente más de un intercambio verbal con personas
distintas mientras se está escribiendo un documento y mientras el programa de antivirus
revisa una pc en un solo ordenador en un mismo momento, hace algo más que poner
en crisis el concepto de tiempo, lo multiplica.
A pesar de poder leerse esto negativamente como una forma de alienar
o de aumentar la capacidad productiva del tiempo en desmedro del ser humano, creo
que le provee de una capacidad notable para capturar más cosas de las que creía
poder hacer cuando tenía la certeza de que los sucesos se encadenaban "causalmente".
Tiempo, espacio, lenguaje y relaciones interpersonales afectados por
la experiencia tecnológica e informática.
Por otro lado, Andrew Darley (2002), en un exhaustivo análisis de
las formas visuales digitales, observa que el desarrollo tecnológico en el ámbito
de la cultura visual digital ha promovido cierto retroceso en el interés por el
aspecto narrativo (en particular en el cine) y a cambio de esto, un interés enorme
por los mecanismos de producción. Es decir, por los procedimientos a través de los
cuales, el espectador se asombra y disfruta de la sensación que le provoca el procedimiento
en sí mismo: "una experiencia en la que el significado [...] queda sobrepasado o
detenido por sensaciones de puro goce, de emoción visceral y casi de vértigo." (2002:
95). Si bien esta observación la hace a propósito de las producciones visuales digitales
en donde la tecnología y la informática tienen una presencia insoslayable, es interesante
observar algunos rasgos que están presentes también en las producciones que comentaré,
por ejemplo en lo que respecta al mayor interés por los procedimientos a cambio
del aspecto narrativo.
El teatro no es ajeno a esto. No sólo da cuenta de estos cambios sino
que considero que hay un tipo de teatralidad que se construye a partir de lo informático
y de lo tecnológico formulando así un lenguaje que podríamos considerar como el
correlato del tiempo en el que se produce.
Observaré, por lo tanto, de qué manera la tecnología, los avances tecnológicos,
sobre todo aquellos vinculados a la informática, intervienen en el lenguaje de la
escena organizándolo, estructurándolo en su totalidad. Es decir, la tecnología
no como una incorporación al espectáculo teatral (espectáculos que incorporan el
video, la proyección de imágenes, etc.3), ni siquiera como mero fenómeno de intertextualidad
o intermedialidad4,
sino como lenguaje.
En otro orden, tampoco es irrelevante tener en cuenta que el cambio no sólo se
da en la producción teatral sino que estos cambios pueden advertirse en las formas
de "leer" el teatro. Esto es, habría espectáculos que permitirían ser abordados
a través de una lectura tecnológica y habría un tipo de receptor, que por su vínculo
con lo tecnológico, tendría un modo de leer tecnologizado/informatizado condicionado
por esto.
Particularmente, los cambios producidos en la informática, la informática
misma y la reconceptualización de la noción del tiempo y del espacio que por ella
se produce, afectan no sólo la organización del espectáculo teatral sino la de la
escritura, modificando también la presentación de los acontecimientos, produciendo
un cambio en la lógica causa-efecto por una relación causal de los acontecimientos
generando una fuerte arbitrariedad en la construcción de ficciones teatrales.
Además de una ampliación léxica que supone la incorporación de terminología
informática, muchos textos se escriben reproduciendo formas de escritura técnica
haciendo uso del, por ejemplo "cortar y pegar", "insert", que facilitan o al menos
dan cuenta de fragmentaciones de secuencias y discursos. Textos que son hipertextos5,
es decir, textos que "están ahí" y que son apropiados por un (personaje) hablante
de manera aleatoria y/o intercambiable.
Podemos también observar que hay textos en los que los personajes que
ejecutan discursos sin que impliquen un diálogo o una direccionalidad clara, de
la misma manera en que aparecen los textos en la web, en el chat, como "ventanas"
que se abren a propósito de nada y que van organizando el discurso accidentalmente
dándole un formato de aparente de linealidad, naturalizando el acontecimiento como
si fuese una aparición "lógica" dejando que la superficie oculte lo que está por
debajo: la aparición azarosa.
Esto se observa, entre otras cosas, en diálogos en los que la progresión
temática se construye arbitrariamente incluyendo tópicos inesperados. No es que
esto no pueda observarse también en un texto escrito en la década del ’40, sin embargo,
lo observamos como una marca de época muy usual dada la naturalidad con la que estos
fenómenos aparecen en algunas situaciones comunicativas como la que mencionamos
más arriba, el chat, en donde, en tanto "marco de la comunicación", la tematización
está supeditada a la velocidad con la que se transmite el mensaje, haciendo que
la inmediatez obligue a descartar el tópico que "llegó tarde". Formulando así una
textualidad en la que esos "accidentes" o cortes son parte de la organización dialógica
y produciendo una relación particular con el tiempo.
Si bien las marcas que la nueva tecnología
deja en algunos textos dependen de la lectura que el receptor haga de ellos, la
mayoría de estos aparecen, en buena medida, estructurados a partir de los medios
o el discurso tecnológico. Dando cuenta de ello tanto en el tratamiento temático
como en la construcción de los personajes y su discurso.
Más allá de que a partir de estas consideraciones sobre estos textos
en particular se puedan hacer ciertas generalizaciones sobre la escena teatral contemporánea,
no puedo dejar de aclarar una vez más, que estos son sólo algunas de las múltiples
manifestaciones del teatro de fines del siglo XX y principios del siglo XXI
Bibliografía citada
-
Darley, Andrew. 2002. Cultura
Visual digital. Espectáculo y nuevos géneros en los medios de comunicación.
Trad. Enrique Herrando Pérez y Francisco López Martín. Barcelona: Paidós
-
Piscitelli, Alejandro. 2002. Ciberculturas
2.0: en la era de las máquinas inteligentes. Buenos Aires: Paidós
-
------------------------.1994. "El
tiempo se acaba. Del péndulo a la máquina virtual". En: Bleimacher, Silvia (comp).
1994. Temporalidad, determinación, azar. Lo reversible y lo irreversible.
Buenos Aires: Paidós.
Notas
1
Incluso habría que considerar de qué manera los modos de comunicación por mensajes
de texto de telefonía móvil operan sobre el uso corriente de la lengua escrita una
síntesis en el plano del significante que, para quienes tienen una relación habitual
con este medio de comunicación resulta absolutamente sencillo decodificar inmediatamente
frases que, las más de las veces, carecen de vocales. Baste remitirnos a algunas
publicidades cuyas frases se construyen de esta manera, dejando en evidencia, claro
está, cuáles son los destinatarios del producto publicitado.
2
Habría que considerar en este punto, cosa que no haré ya que excede al objetivo
de este trabajo, las modificaciones que el sujeto produce sobre la construcción
de su personalidad, permitiéndole el uso de niks, la experimentación de zonas alternativas
pero no ficcionales de su subjetividad, y por lo tanto desterritorializarse y devenir
otras facetas de su propio ser social, es decir, experimentar el modo en que puede
comportarse en situaciones inhabituales sin dejar de ser de alguna manera "la misma
persona". En este aspecto, el rol del usuario de chat estaría emparentándose al
de un performer, salvando las distancias en términos estéticos, claro está.
3
En estos casos bastaría con poner en funcionamiento un equipo de música en escena.
¿Cuántos tocadiscos se han usado en el teatro argentino? Y sin embargo están tan
lejos de ser espectáculos tecnológicos.
4
Por intermedialidad entendemos suscintamente los "intercambios entre los medios
de comunicación, especialmente en lo que se refiere a sus propiedades específicas
y a su impacto en la representación teatral". Cf. Pavis, Patrice,
1998. Diccionario del teatro. Barcelona: Paidos. SV
Intermedialidad
5
Alejandro Piscitelli define "hipertexto" como "conglomerados de información no secuencial,
navegables a través de palabras clave semi-aleatorias". Cf.
Piscitelli, Op.cit. Capítulo 6