Elenco: Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel, Claudio Rissi
Escenografía y vestuario : Gabriela A. Fernández
Iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño sonoro: Eliana Liuni
Fotografía: Malena Figo
Asistencia de escenografía: María Laura Voskian
Asistencia de dirección: Alan Darling
Dirección: Mauricio Kartun.
TEATRO DEL PUEBLO.

Terrenal, el último espectáculo escrito y dirigido por Mauricio Kartun, viene a reeditar un procedimiento que -no por haber sido empleado en otras de sus obras- resulta menos contundente, certero y eficaz. En la mejor tradición borgiana, la que supo amalgamar el criollismo y la cultura universal inscribe Kartun su Pequeño Misterio Acrata para venir a juntar con pluma maestra el mito bíblico y la cultura popular, lo general con lo particular, la lucha fratricida de Caín y Abel en el marco de un lote perdido de la pampa autóctona camino al Tigris, ni más ni menos.

El antagonismo de los personajes bíblicos, transpolado a estas tierras es el eje a partir del cual va a oscilar la lectura política con la que trabaja la obra y que designa como representante clownesco de la propiedad privada, la acumulación del capital y el individualismo al hermano Caín, en tanto queda reservada para el otro -no menos paródico, por cierto- la posibilidad de pensar el mundo y vivir la vida al margen de la cadena de la producción. Naturalmente, el margen tiene un costo y Abel lo paga con la vida, como en las Escrituras. Especies de Vladimiro y Estragón confinados a la tierra baldía que su padre les legó al partir hace veinte años sin destino conocido, Godot se hace realidad cuando aparece corporizado en la figura de Tatita, un Claudio Rissi de colección que plasma así la escena con una energía impactante, factible de ser leída desde su calidad de presencia, su voz, y la impronta particular de su fraseo y modo de decir.

El aspecto trágico de los sucesos se vuelve hilarante en Terrenal porque la apuesta al humor lo impregna todo. Uno podría comenzar por señalar el dispositivo del texto dramático que se resuelve en la hibridación del habla gauchesca -infrecuente trabajo de plasmación de la oralidad- con citas cultas que ponen a Marx y a Nietszche en boca de este Caín de las pampas- infatigable productor morronero, el dueño de la balanza; en la de su hermano Abel, vendedor de carnada sólo en domingo, ácrata y nómade; y en la del Tatita, quien - émulo paródico del gaucho Fierro- hace él también su regreso y vuelta al terreno del que alguna vez se alejó.

La actuación se hace cargo del aspecto cómico y encuentra en el registro clownesco y el de varieté el pulso que necesita para plasmar la risa trágica. Claudio Martínez Bel (Caín) y Claudio Da Passano (Abel) imprimen a sus respectivos personajes rutinas propias del género que provocan la hilaridad del público al tiempo que inscriben en ese mismo gesto la cuota de fatalidad luctuosa propia del mito de partida. No escasean las bofetadas ni los malabares cuando se trata de marcar la oposición entre los hermanos, no le falta por arma a Caín la máscara de fumigador bélico para liquidar el tesoro de Abel: sus toritos. Munidos de trajes algunos talles más pequeños que sus cuerpos Martínez Bel y Da Passano se complementan coreográficamente para dar entidad física a lo irreconciliable.

La puesta cuenta con escasos elementos escenográficos: un telón raído, un balde, un banquito apenas y sin embargo la escena rebosa de sentidos éticos, políticos y poéticos. Yo entiendo que provienen de esa rara alquimia que algunas veces nos proporciona el teatro, cuando concurren, como en este caso, batalladores de la escena que juntan por un par de horas el cielo con lo terrenal.