IUNA
 
número actual | diciembre 2007
información y críticas
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Festival 2 Fridas: Homenaje- Celebración de la vida y obra de Frida Kahlo

Ana Seoane (IUNA/UBA)

Pies pa´volar

Compañía Nandayure.
Bailarines: Liliana Cepeda, Analía Guzmán, Juan Pablo González, Juan Pablo Tapia, Mariana Banfi, Micaela Toranzo, María Gimena González, Alejandro Dambrosio, Luciano Rosso, Macarena Pérez San Martín y Silvana Alberto.
Música: Lasha de Sela, Lila Down, Trío Monte Alban, Juan Reynoso, Calexico y Gotán Project.
Iluminación: Marcelo Alvarez.
Escenografía: Augusto Selmo, Sol Romani y Lucía Arias.
Asesoramiento actoral: Juan Pablo Miranda.
Dirección de arte y realización. Shon Monje.
Vestuario: Silvia Parada y Micaela Toranzo.
Coreografía y dirección: Analía González y Andrés Cárdenas Godoy.
  
  
Al cumplirse cien años del nacimiento de la artista plástica mexicana Frida Kahlo (1907-1954) dos grupos de danza le rindieron homenaje, transformando sus propuestas en teatro-danza. La compañía “Nandayure”, contó con las coreografías de la argentina Analía González y el coreógrafo invitado de Chile, Andrés Cárdenas Godoy. El espectáculo se estructuró con ocho secuencias. La primera (“La piñata”) ubica la historia en la infancia de Frida Kahlo, interpretada por la joven Analía Guzmán. Así se van sucediendo cronológicamente distintos momentos de Kahlo. La mujer madura, seductora y también enferma está encarnada excelentemente por Liliana Cepeda, quien con pocos movimientos desnuda la energía inquietante de la pintora. Ella es maestra de bailarines y despliega su profesionalismo y experiencia con una profanidad artística inolvidable.
Hay una mirada metafórica sobre la vida y la obra de Frida Kahlo, donde aparecen sus problemas físicos, no sólo su accidente sino también sus abortos y también su amor por el muralista Diego Rivera. Surgen sus lazos políticos con el comunismo, pero por sobre todo está México, sus colores, su música y su pasión. El juego visual que proponen en la secuencia de “La cantina” consigue con un alto grado de síntesis dibujar el cruce entre la vida y la muerte, el vino-sangre y las calaveras, máscaras y vestidos, desplazamientos y choques.
El excelente grupo de bailarines sólo usará sillas y mesas blancas, todo lo otro son cuerpos, maravillosamente vestidos, con intensos colores y texturas de Silvia Parada y Micaela Toranzo. La historia se teje dramáticamente y cualquier espectador algo informado podrá reconstruir esta vida. La música se destaca por recorrer al país azteca desde compositores más clásicos como es el caso del Trío Monte Alban o el “Paganini de la tierra caliente”, como se lo conoce al violinista Juan Reynoso hasta el joven dúo Calexico (suma de California y México). También se escuchan temas de intérpretes que descienden de mexicanos como son los casos de Lasha de Sela y Lila Down, de reconocimiento internacional.
Compañía “Nandayure” consiguió revivir el arte y la pasión de Frida Kahlo a través de esta fusión de teatro y danza. Imperdible.
  
  
Su-Frida viva la vida
Compañía Duggan Danza.
Idea y dirección: Teresa Duggan.
Equipo creativo: Teresa Duggan, Analía Cabanne y Azul Borestein.
Intérpretes. María Laura García (Frida adulta), Daniela Velásquez (Frida niña), Giancarlo Scrocco (Diego Rivera) y Marcela Figini (Cristina Kahlo).
Coreografía: Teresa Duggan en colaboración con el elenco.
Música original: Eduardo Felenbok.
Vestuario: Nam Tanoshii.
Iluminación: Miguel Solowej.
  
Diferente fue la propuesta de teatro danza de la “Compañía Duggan”, ya que no convocó a un cuerpo de baile, sino que con cuatro únicos intérpretes pasó revista a la vida y la obra de Frida Kahlo. Hay muchas coincidencias en las miradas, ya que también aquí se verá duplicada la imagen de Frida, en dos momentos extremos de vida, pero no es la única mujer que se despliega sobre el escenario. Está la otra espalda, la de Cristina Kahlo, la hermana que también posó y amó a Diego Rivera.
Esta visión es más literal, donde el sometimiento, el engaño y la violencia tanto de la pasión como de la ideología adquieren la dimensión de primer plano. Las coreografías son gestos que se desplazan en el aire, arrastrándose, buscando tener un lugar dentro de un marco o reflejándose en el espejo, pero casi siempre con pinceles en la mano. El dibujo de un nombre sobre una parte del cuerpo del otro, implica una marca, una huella de la que será difícil deshacerse, más allá de la belleza con la que está coreografiado.
Vida y muerte de Frida surge por medio de esta danza teatro como una historia, con principio, medio y fin. El vestuario de Nam Tanoshii eligió telas tornasoladas y buscó como recurso la superposición, dándole más densidad a los cuerpos. La música original de Eduardo Felenbok recorre las distintas gamas, pero logrando un notable equilibrio entre lo popular y lo clásico. Sonidos que acompañan los momentos dramáticos y secuencias que siguen los hilos de estas vidas, intensas tanto en lo artístico como en lo más íntimo.
Son notables las personificaciones de cada uno de estos intérpretes, tanto María Laura García en la piel de Frida madura hasta Daniela Velásquez que recrea la niña o la contundencia de Giancarlo Scrocco para encarnar a Rivera, sin dejar de lado a Cristina Kahlo de Marcela Figini. Jugando con las palabras sufrida y vida esta compañía expone otra mirada distinta, con diferentes recursos, pero con idéntica pasión sobre la artista mexicana.
  
Conclusión: El alto nivel estético que alcanzan en estos últimos años los espectáculos de teatro-danza hace que la Argentina vaya conquistando su propio lugar. Aquella huella que dejó Pina Bausch creció, se fortaleció y tiene un andar propio y personal, sobre todo por el alto grado de síntesis y el excelente entrecruzamiento de artes que consiguió sobre los escenarios.
  
          
 
 
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