Festival 2 Fridas: Homenaje- Celebración de la vida y obra de Frida Kahlo
Ana Seoane (IUNA/UBA)
Pies pa´volar
Compañía Nandayure.
Bailarines: Liliana Cepeda, Analía Guzmán, Juan Pablo González,
Juan Pablo Tapia, Mariana Banfi, Micaela Toranzo, María Gimena González, Alejandro
Dambrosio, Luciano Rosso, Macarena Pérez San Martín y Silvana Alberto.
Música: Lasha de Sela, Lila Down, Trío Monte Alban, Juan Reynoso,
Calexico y Gotán Project.
Iluminación: Marcelo Alvarez.
Escenografía: Augusto Selmo, Sol Romani y Lucía Arias.
Asesoramiento actoral: Juan Pablo Miranda.
Dirección de arte y realización. Shon Monje.
Vestuario: Silvia Parada y Micaela Toranzo.
Coreografía y dirección: Analía González y Andrés Cárdenas Godoy.
Al cumplirse cien años del nacimiento de la artista plástica mexicana
Frida Kahlo (1907-1954) dos grupos de danza le rindieron homenaje, transformando
sus propuestas en teatro-danza. La compañía “Nandayure”, contó con las coreografías
de la argentina Analía González y el coreógrafo invitado de Chile, Andrés Cárdenas
Godoy. El espectáculo se estructuró con ocho secuencias. La primera (“La piñata”)
ubica la historia en la infancia de Frida Kahlo, interpretada por la joven Analía
Guzmán. Así se van sucediendo cronológicamente distintos momentos de Kahlo. La mujer
madura, seductora y también enferma está encarnada excelentemente por Liliana Cepeda,
quien con pocos movimientos desnuda la energía inquietante de la pintora. Ella es
maestra de bailarines y despliega su profesionalismo y experiencia con una profanidad
artística inolvidable.
Hay una mirada metafórica sobre la vida y la obra de Frida Kahlo,
donde aparecen sus problemas físicos, no sólo su accidente sino también sus abortos
y también su amor por el muralista Diego Rivera. Surgen sus lazos políticos con
el comunismo, pero por sobre todo está México, sus colores, su música y su pasión.
El juego visual que proponen en la secuencia de “La cantina” consigue con un alto
grado de síntesis dibujar el cruce entre la vida y la muerte, el vino-sangre y las
calaveras, máscaras y vestidos, desplazamientos y choques.
El excelente grupo de bailarines sólo usará sillas y mesas blancas,
todo lo otro son cuerpos, maravillosamente vestidos, con intensos colores y texturas
de Silvia Parada y Micaela Toranzo. La historia se teje dramáticamente y cualquier
espectador algo informado podrá reconstruir esta vida. La música se destaca por
recorrer al país azteca desde compositores más clásicos como es el caso del Trío
Monte Alban o el “Paganini de la tierra caliente”, como se lo conoce al violinista
Juan Reynoso hasta el joven dúo Calexico (suma de California y México). También
se escuchan temas de intérpretes que descienden de mexicanos como son los casos
de Lasha de Sela y Lila Down, de reconocimiento internacional.
Compañía “Nandayure” consiguió revivir el arte y la pasión de Frida
Kahlo a través de esta fusión de teatro y danza. Imperdible.
Su-Frida viva la vida
Compañía Duggan Danza.
Idea y dirección: Teresa Duggan.
Equipo creativo: Teresa Duggan, Analía Cabanne y Azul Borestein.
Intérpretes. María Laura García (Frida adulta), Daniela Velásquez
(Frida niña), Giancarlo Scrocco (Diego Rivera) y Marcela Figini (Cristina Kahlo).
Coreografía: Teresa Duggan en colaboración con el elenco.
Música original: Eduardo Felenbok.
Vestuario: Nam Tanoshii.
Iluminación: Miguel Solowej.
Diferente fue la propuesta de teatro danza de la “Compañía Duggan”,
ya que no convocó a un cuerpo de baile, sino que con cuatro únicos intérpretes pasó
revista a la vida y la obra de Frida Kahlo. Hay muchas coincidencias en las miradas,
ya que también aquí se verá duplicada la imagen de Frida, en dos momentos extremos
de vida, pero no es la única mujer que se despliega sobre el escenario. Está la
otra espalda, la de Cristina Kahlo, la hermana que también posó y amó a Diego Rivera.
Esta visión es más literal, donde el sometimiento, el engaño y
la violencia tanto de la pasión como de la ideología adquieren la dimensión de primer
plano. Las coreografías son gestos que se desplazan en el aire, arrastrándose, buscando
tener un lugar dentro de un marco o reflejándose en el espejo, pero casi siempre
con pinceles en la mano. El dibujo de un nombre sobre una parte del cuerpo del otro,
implica una marca, una huella de la que será difícil deshacerse, más allá de la
belleza con la que está coreografiado.
Vida y muerte de Frida surge por medio de esta danza teatro como
una historia, con principio, medio y fin. El vestuario de Nam Tanoshii eligió telas
tornasoladas y buscó como recurso la superposición, dándole más densidad a los cuerpos.
La música original de Eduardo Felenbok recorre las distintas gamas, pero logrando
un notable equilibrio entre lo popular y lo clásico. Sonidos que acompañan los momentos
dramáticos y secuencias que siguen los hilos de estas vidas, intensas tanto en lo
artístico como en lo más íntimo.
Son notables las personificaciones de cada uno de estos intérpretes,
tanto María Laura García en la piel de Frida madura hasta Daniela Velásquez que
recrea la niña o la contundencia de Giancarlo Scrocco para encarnar a Rivera, sin
dejar de lado a Cristina Kahlo de Marcela Figini. Jugando con las palabras sufrida
y vida esta compañía expone otra mirada distinta, con diferentes recursos,
pero con idéntica pasión sobre la artista mexicana.
Conclusión: El alto nivel estético que alcanzan en estos últimos
años los espectáculos de teatro-danza hace que la Argentina vaya conquistando su
propio lugar. Aquella huella que dejó Pina Bausch creció, se fortaleció y tiene
un andar propio y personal, sobre todo por el alto grado de síntesis y el excelente
entrecruzamiento de artes que consiguió sobre los escenarios.