Las reglas de la urbanidad en la sociedad moderna
Ana Seoane (IUNA/UBA)
Autor: Jean Luc Lagarce
Traducción: Ingrid Pelicori.
Elenco: Graciela Araujo
Diseño de video: Graciela Schuster.
Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova.
Ambientación y vestuario: Jorge Ferrari.
Dirección: Rubén Szuchmacher.
Teatro ElKafka
De la intensa semana de homenaje al dramaturgo francés Jean Luc
Lagarce (1957-1995) que se realizó en el mes de junio quedaron algunos espectáculos
en la cartelera. Uno de ellos es este unipersonal, escrito en 1994, donde la sombra
de la muerte está muy presente, pero sin que asfixie en ningún instante, porque
la describe con una naturalidad asombrosa, casi coqueteando con ella. Aquí el texto,
la actuación y la dirección conformaron un triángulo perfecto para el arte escénico.
La propuesta se centra en una señora que relata - como lo propone
su título - cuáles deben ser esas reglas de urbanidad que hay que mantener. Su conversación
y acotaciones recorren desde el nacimiento de una criatura hasta el fallecimiento
de cualquiera… Es la vida misma, origen y fin, pero la mirada de Lagarce entrega
mucho más…juega con lo correcto e incorrecto, con la hipocresía, las apariencias
y los supuestos deberes sociales.
Hay que subrayar que si acierta el texto, acercándose al público
argentino, se debe a la excelente y cuidada traducción de la actriz Ingrid Pelicori.
Adjetivos y sustantivos fueron elegidos como verdaderas joyas para engarzar. Nada
es inútil, hasta las repeticiones tienen una intensa melodía.
El otro paso era encontrar una intérprete capaz de decir este material.
La experiencia y ternura que le entrega Graciela Araujo a su protagonista es una
clase magistral. Fue imprescindible la ayuda del vestuarista Jorge Ferrari, quien
aportó lo exterior. Serán inevitables los recuerdos de personajes femeninos célebres,
por la televisión y también otros, vinculados con la alta sociedad.
La dirección de Rubén Szuchmacher imaginó un severo despojamiento,
donde sólo algunas sillas y muy pocos objetos más invaden el espacio. Este aislamiento
se contrasta con la variedad de sugerencias, las posiciones, gestualidad, matices
y miradas con que Araujo, de la mano de Szuchmacher representó esta historia. Casi
un círculo, sólo se sienta y recorre, toma algo de agua, de una fina copa de cristal
y aconseja, marca, por momentos regaña. Desde la crítica severa, hasta la sugerencia
sutil y maternal, todo se da en este monólogo. Risa y reflexión, vida y muerte,
reflejado a través de un recorrido teatral inolvidable.