El cachorro de elefante, de Bertolt Brecht
por Liliana B. López (IUNA-UBA)
Ficha técnica:
Elenco:
Guillermo Aragonés, Gustavo García Mendy, Ema Peyla y Federico Aguilar.
Iluminación: Ricardo Sica.
Música
original: Gustavo García Mendy.
Escenografía:
Julieta Potenze.
Diseño
y realización de títeres, objetos y máscaras: Alejandra Farley y Juan
Benbassat.
Vestuario:
Rosana Bárcena.
Asistente
de dirección: Federico Aguilar.
Traducción:
Miguel Sáenz. Versión Argentina: Rubén Szuchmacher.
Dirección:
Ana Alvarado.
En
Espacio teatral El Kafka.
La
puesta en escena de Ana Alvarado sobre el texto de Brecht demuestra que lo
didáctico no está reñido con el humor y la creatividad. Mediante el teatro de
objetos y títeres, en el que posee una larga y exitosa trayectoria (Grupo de
titiriteros del Teatro San Martín, El Periférico de Objetos, y espectáculos con
dirección propia), en El cachorro de elefante integra actores y músicos,
en un ensamble sin fisuras. Tan armonioso resulta, que el espectador puede
olvidar, por momentos, que Jack-el pequeño elefante, no es humano. Si Brecht
pretendía que el espectador tomara distancia de aquello que ponía en escena,
para así poder reflexionar (cuestión que en el video queda bastante dudosa),
resulta difícil no sentir cierta empatía con Jack, cuyo único delito parece ser
no tener una buena defensa. Enmarcado en lo que se presenta como un espectáculo
de cabaret o de feria, por un eficaz y simpático presentador (Guillermo
Aragonés), Jack y su diestra manipuladora (Ema Peyla), con el acompañamiento
del músico, que remarcará que “solo es músico” (Gustavo García Mendy), y la
inclusión del espectador (Federico Aguilar) que interpela constantemente, se
abre y se cierra sobre sí mismo.
La
presencia “simulacro” de Brecht, en una entrevista realizada por Analía García
y proyectada en una pantalla, remite a la presencia autoral, pero de una manera
ambiguamente sospechosa, en particular cuando se lo interroga sobre el efecto
de distanciamiento o Verfremdungseffekt. La parodia de un juicio, en el
que se acusa al elefantito de atroces crímenes, demuestra, en todo caso, la
parcialidad de la justicia en mano de hábiles sofistas que pueden argumentar
falseando hasta lo evidente. El aspecto espectacular de la justicia, queda
asegurado también por la música, por momentos, con aires circenses. En suma,
aunque parezca paradójico, lo que cuestiona la ficción, es el carácter elusivo
de la verdad.