IUNA











Every year,every day, I am
walking B Crédito Mark
Wessels 2009
 
 
 
 
 
 
 
 
 













Linving in strange lands
Crédito Anton Krueger 2009
 
número 4 | julio 2009
información y críticas
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Una cita con la teatralidad sin fronteras: Festival de Teatro Sudafricano. Proyecto 34º S

Por Ana Seoane (IUNA-UBA)

Fue la primera vez que llegaron tres espectáculos sudafricanos a la Argentina, elegidos por la mirada de una compatriota. Hasta ahora las selecciones la hacían los argentinos, como ocurrió con las autoridades del FIBA. Así, en el  2005 se presentó en el V Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires Daddy, I´ve seen this piece six times before and I still don´t know why there´re hurting each other...por “City Theater & Dance Group”.
La productora Nikki Froneman seleccionó tres propuestas bien distintas que se vieron desde el 22 hasta el 27 de abril, en el “Auditorio Astor Piazzolla” del Centro Cultural Borges. La consigna fue tener en común un mismo paralelo y definió al Proyecto 34°S  “como un intercambio teatral y artístico entre dos ciudades, Buenos Aires y Ciudad del Cabo, ambas situadas en el paralelo 34° latitud Sur”.

Los tres grupos elegidos no tuvieron ni historias, ni trayectorias, ni estéticas semejantes. Se buscó la diversidad y esto posibilitó el asistir a una realidad más cercana sobre la verdadera teatralidad de Sudáfrica.

Gumbo por la Compañía FTH:K

Autores: Rob Murray/Floss Adams.

Elenco: Rob Murray, Liezl de Kock, Lysander Barends y Marlon Snyders.

Música original: Ma!Man Francois le Roux.

Escenografía: Jacob. Kirchner.

Dirección: Tanya Surtees.

Es Gumbo el tercer espectáculo de “FTH: K”, que en sus principios asegura ser: “una joven compañía de teatro y educación que pretende revolucionar la industria teatral sudafricana a través del desarrollo de creadores e intérpretes sordos y oyentes. En la actualidad entrenan a través de su programa único (Tell-Tale-Signs) a la primera generación de sordos para su inclusión en la industria profesional de las artes escénicas”.

Sin traducción y poco texto, la imagen que iban desarrollando nunca adquirió el peso de una dramaturgia propia. Ellos mismos -en el programa de mano - deseaban llegar a un cuento de hadas con actores terribles, pero sobre el escenario, ni lo uno, ni lo otro se hizo presente. Se asemejó a las numerosas propuestas de teatro realista que pasaron por nuestros escenarios y los esfuerzos expresivos de varios de sus intérpretes no sirvieron para afianzar una historia, endeble y con escasos recursos.

La escenografía excesivamente precaria y obvia tampoco prestó ayuda a una previsible historia de buenos y malos, donde el cliché imperó todo el tiempo.

Tal vez la importancia del grupo a nivel educativo empaña sus búsquedas estéticas. El buscar educar artísticamente a actores sordos es más importante que conseguir establecer una teatralidad inolvidable. Quizás la productora y a cargo de esta selección - Nikki Froneman - se dejó llevar por las buenas intenciones del proyecto y del grupo, más que por una crítica severa del materia que se iba a exponer. Sobre todo si se tiene en cuenta el alto nivel de exigencia del público porteño, habituado a ver espectáculos excelentes de todas partes del mundo, sin necesidad de evaluar los motivos educativos del proceso. La gente se queda sólo con los resultados - muy concretos - que exigen a cambio de pagar su entrada.

 

Living in strange lands

Dramaturgia: Anton Krueger.

Elenco: Renos Nicos Spanoudes y Anton Krueger.

Asesoramiento de luces: Monique May.

Dirección: Lynne Maree.

Traducción para subtítulos: Jimena Ruiz Echazú.

La traducción del título sería Viviendo en tierras extrañas, y éste casi unipersonal representa dos tiempos, uno en la cárcel y otro con los recuerdos del pasado del Tsafendas, asesino del Primer Ministro Henrik Verwoerd. Para los argentinos fue la historia -casi siempre desconocida o por lo menos lejana -lo que hizo que el espectador emprendiera una infructuosa batalla. O leer la traducción (pésimamente ubicada en el sector derecho del escenario) o dejarse llevar por la sugestiva y notable actuación de Renos Nicos Spanoudes. Este intérprete demostró méritos propios y no casualmente llegó precedido del título de ser uno de los mejores actores sudafricanos. Presencia escénica, voz, matices, todos los lenguajes de un notable estuvieron exhibidos con sencillez en esta propuesta. Pero lamentablemente el deseo de entender lo que decía llevó a esta innecesaria competencia entre la palabra escrita y la interpretación de Spanoudes.

Espacialmente la propuesta presentó el despojamiento de una celda. Mínimos elementos sirvieron para evidenciar la credibilidad necesaria e imprescindible. Lo importante se centró en la actuación, en la inmediata comunicación entre este actor y el público. Su presencia ocupó todo el escenario. Sus pequeños gestos y sus palabras encantaron con la magia habitual del verdadero intérprete, sin artilugios técnicos, sólo con pasión interpretativa. Una vez finalizada esta historia negra de un pobre asesino, él saludó con una modestia que deshacía y que volvía confirmar la sencillez que sólo tienen los grandes. 

Anton Krueger, el autor de Living in strange lands es un especialista en textos post-apartheid. Hace recordar y vuelve casi a la misma intención que hizo que Tabori estrenara en 1987 Mein Kampf (Mi lucha). Considerada como comedia de humor negro, donde mostraba al joven Adolf Hitler, como a un artista incomprendido. Aquí también Krueger buscó demostrar que detrás de los asesinos se oculta una vida oscura y triste. De esta manera parece haber querido explicar lo más inexplicable: cómo un hombre le quita la vida a otro.

Every year, every day, I am walking por el Grupo Magnet Theatre

Creación: Magnet Theatre.

Elenco. Jennie Reznek y Faniswa Yisa.

Dirección: Mark Fleishman.

Música: Neo Muyanga.

Coreografía: Ina Wichterich.

Diseño de iluminación: Daniel Galloway.

Los antecedentes de estos creadores logran entrecruzar teoría y práctica. El director de este espectáculo - Mark Fleishman - no sólo es profesor asociado, sino también está a cargo de Departamento de Arte Dramático de la Universidad de Ciudad del Cabo. Es quien dirige todas las producciones del grupo “Magnet Theatre”. Además es escritor y publicó varios artículos académicos sobre teatro sudafricano.

Jennie Reznek no sólo es miembro fundadora del grupo, sino también graduada de la escuela de Arte Dramático de la Universidad de Ciudad del Cabo y estudió dos años con Jacques Lecoq,  en París. Trabajó como acróbata y payaso y también asume la dirección de movimiento y coreografías del grupo.

Ellos eligieron definirse como “teatro físico/teatro imagen” aunque sería más apropiado señalar “teatro sin barreras”. Es apasionante ver cómo con mínimos elementos y todo el ingenio dos intérpretes se pueden desplegar desde la máxima alegría hasta el máximo dolor. Fuego y luego cenizas que vuelan, porque son sólo de papel. Alfombras que se mueven de sitio, casi con magia. Pero por sobre todo una intérprete con las posibilidades técnicas de Jennie Reznek, quien nuevamente demostró que el idioma universal reside en el cuerpo del intérprete. La historia está contada pero si conmueve y se entiende no es por el relato en sí, sino por el arte que emprende Rezneky su compañera de elenco Faniswa Yisa, aunque el peso dramático siempre recayó sobre la primera.

Se transformó en un desafío apasionante ver cómo ellas emprendieron el camino de las tristezas y desventuras, pero también conquistaron sonrisas y sorpresas, regalos sencillos que aparecen y desaparecen. La amargura de la guerra, con violencia incluida, está muy presente en esta caravana de sueños y pesadillas que desfilaron ante los espectadores.

El escenario se vio transformado (gracias a Jennie Rezneky y Faniswa Yisa)  en un carrusel de fantasías, donde los colores de las colchas representaron ese multifacético mundo de Sudáfrica, donde negros y blancos luchan por conseguir su propio espacio para vivir.

Conclusión

Dos de estos tres espectáculos se transformaron en citas interesantes con un mundo teatral desconocido como es el de Sudáfrica. Una vez más se demuestra que las buenas actuaciones no tienen fronteras, y que un intérprete de verdad sobre el escenario no necesita de traductores para comunicarse. Dos nombres se transformaron en inolvidables, ellos son los de Jennie Rezneky y Renos Nicos Spanoudes, ambos dejaron huellas en los espectadores. Ojala vuelvan a escuchar nuestros aplausos y nosotros volverlos a ver.

 
 
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