Una cita con la teatralidad sin fronteras: Festival de Teatro Sudafricano. Proyecto 34º S
Por Ana Seoane (IUNA-UBA)
Fue la primera vez
que llegaron tres espectáculos sudafricanos a la Argentina,
elegidos por la mirada de una compatriota. Hasta ahora las selecciones la
hacían los argentinos, como ocurrió con las autoridades del FIBA. Así, en
el 2005 se presentó en el V Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires Daddy,
I´ve seen this piece six times before and I still don´t know why there´re
hurting each other...por “City Theater & Dance Group”.
La productora Nikki Froneman seleccionó tres propuestas bien distintas
que se vieron desde el 22 hasta el 27 de abril, en el “Auditorio Astor
Piazzolla” del Centro Cultural Borges. La consigna fue tener en común un mismo
paralelo y definió al Proyecto 34°S “como un intercambio teatral y
artístico entre dos ciudades, Buenos Aires y Ciudad del Cabo, ambas situadas en
el paralelo 34° latitud Sur”.
Los tres grupos
elegidos no tuvieron ni historias, ni trayectorias, ni estéticas semejantes. Se
buscó la diversidad y esto posibilitó el asistir a una realidad más cercana
sobre la verdadera teatralidad de Sudáfrica.
Gumbo por la Compañía FTH:K
Autores: Rob
Murray/Floss Adams.
Elenco: Rob Murray,
Liezl de Kock, Lysander Barends y Marlon Snyders.
Música original:
Ma!Man Francois le Roux.
Escenografía:
Jacob. Kirchner.
Dirección: Tanya
Surtees.
Es Gumbo el
tercer espectáculo de “FTH: K”, que en sus principios asegura ser: “una joven
compañía de teatro y educación que pretende revolucionar la industria teatral
sudafricana a través del desarrollo de creadores e intérpretes sordos y
oyentes. En la actualidad entrenan a través de su programa único
(Tell-Tale-Signs) a la primera generación de sordos para su inclusión en la industria
profesional de las artes escénicas”.
Sin traducción y
poco texto, la imagen que iban desarrollando nunca adquirió el peso de una
dramaturgia propia. Ellos mismos -en el programa de mano - deseaban llegar a un
cuento de hadas con actores terribles, pero sobre el escenario, ni lo uno, ni
lo otro se hizo presente. Se asemejó a las numerosas propuestas de teatro
realista que pasaron por nuestros escenarios y los esfuerzos expresivos de
varios de sus intérpretes no sirvieron para afianzar una historia, endeble y
con escasos recursos.
La escenografía
excesivamente precaria y obvia tampoco prestó ayuda a una previsible historia
de buenos y malos, donde el cliché imperó todo el tiempo.
Tal vez la
importancia del grupo a nivel educativo empaña sus búsquedas estéticas. El
buscar educar artísticamente a actores sordos es más importante que conseguir
establecer una teatralidad inolvidable. Quizás la productora y a cargo de esta
selección - Nikki Froneman - se dejó llevar por las buenas intenciones del
proyecto y del grupo, más que por una crítica severa del materia que se iba a
exponer. Sobre todo si se tiene en cuenta el alto nivel de exigencia del
público porteño, habituado a ver espectáculos excelentes de todas partes del
mundo, sin necesidad de evaluar los motivos educativos del proceso. La gente se
queda sólo con los resultados - muy concretos - que exigen a cambio de pagar su
entrada.
Living in strange
lands
Dramaturgia: Anton
Krueger.
Elenco: Renos Nicos
Spanoudes y Anton Krueger.
Asesoramiento de
luces: Monique May.
Dirección: Lynne
Maree.
Traducción para
subtítulos: Jimena Ruiz Echazú.
La traducción del
título sería Viviendo en tierras extrañas, y éste casi unipersonal
representa dos tiempos, uno en la cárcel y otro con los recuerdos del pasado
del Tsafendas, asesino del Primer Ministro Henrik Verwoerd. Para los argentinos
fue la historia -casi siempre desconocida o por lo menos lejana -lo que hizo
que el espectador emprendiera una infructuosa batalla. O leer la traducción
(pésimamente ubicada en el sector derecho del escenario) o dejarse llevar por
la sugestiva y notable actuación de Renos Nicos Spanoudes. Este intérprete
demostró méritos propios y no casualmente llegó precedido del título de ser uno
de los mejores actores sudafricanos. Presencia escénica, voz, matices, todos
los lenguajes de un notable estuvieron exhibidos con sencillez en esta
propuesta. Pero lamentablemente el deseo de entender lo que decía llevó a esta
innecesaria competencia entre la palabra escrita y la interpretación de
Spanoudes.
Espacialmente la
propuesta presentó el despojamiento de una celda. Mínimos elementos sirvieron
para evidenciar la credibilidad necesaria e imprescindible. Lo importante se
centró en la actuación, en la inmediata comunicación entre este actor y el
público. Su presencia ocupó todo el escenario. Sus pequeños gestos y sus
palabras encantaron con la magia habitual del verdadero intérprete, sin
artilugios técnicos, sólo con pasión interpretativa. Una vez finalizada esta
historia negra de un pobre asesino, él saludó con una modestia que deshacía y
que volvía confirmar la sencillez que sólo tienen los grandes.
Anton Krueger, el
autor de Living in strange lands es un especialista en textos
post-apartheid. Hace recordar y vuelve casi a la misma intención que hizo que Tabori
estrenara en 1987 Mein Kampf (Mi lucha). Considerada como comedia
de humor negro, donde mostraba al joven Adolf Hitler, como a un artista
incomprendido. Aquí también Krueger buscó demostrar que detrás de los asesinos
se oculta una vida oscura y triste. De esta manera parece haber querido
explicar lo más inexplicable: cómo un hombre le quita la vida a otro.
Every year, every
day, I am walking por el Grupo Magnet Theatre
Creación: Magnet
Theatre.
Elenco. Jennie
Reznek y Faniswa Yisa.
Dirección: Mark
Fleishman.
Música: Neo
Muyanga.
Coreografía: Ina
Wichterich.
Diseño de
iluminación: Daniel Galloway.
Los antecedentes de
estos creadores logran entrecruzar teoría y práctica. El director de este
espectáculo - Mark Fleishman - no sólo es profesor asociado, sino también está
a cargo de Departamento de Arte Dramático de la Universidad de
Ciudad del Cabo. Es quien dirige todas las producciones del grupo “Magnet
Theatre”. Además es escritor y publicó varios artículos académicos sobre teatro
sudafricano.
Jennie Reznek no
sólo es miembro fundadora del grupo, sino también graduada de la escuela de
Arte Dramático de la Universidad de Ciudad del Cabo
y estudió dos años con Jacques Lecoq, en París. Trabajó como acróbata y payaso
y también asume la dirección de movimiento y coreografías del grupo.
Ellos eligieron
definirse como “teatro físico/teatro imagen” aunque sería más apropiado señalar
“teatro sin barreras”. Es apasionante ver cómo con mínimos elementos y todo el
ingenio dos intérpretes se pueden desplegar desde la máxima alegría hasta el
máximo dolor. Fuego y luego cenizas que vuelan, porque son sólo de papel.
Alfombras que se mueven de sitio, casi con magia. Pero por sobre todo una intérprete
con las posibilidades técnicas de Jennie Reznek, quien nuevamente demostró que
el idioma universal reside en el cuerpo del intérprete. La historia está
contada pero si conmueve y se entiende no es por el relato en sí, sino por el
arte que emprende Rezneky su compañera de elenco Faniswa Yisa, aunque el peso
dramático siempre recayó sobre la primera.
Se transformó en un
desafío apasionante ver cómo ellas emprendieron el camino de las tristezas y
desventuras, pero también conquistaron sonrisas y sorpresas, regalos sencillos
que aparecen y desaparecen. La amargura de la guerra, con violencia incluida,
está muy presente en esta caravana de sueños y pesadillas que desfilaron ante
los espectadores.
El escenario se vio
transformado (gracias a Jennie Rezneky y Faniswa Yisa) en un carrusel de
fantasías, donde los colores de las colchas representaron ese multifacético
mundo de Sudáfrica, donde negros y blancos luchan por conseguir su propio
espacio para vivir.
Conclusión
Dos de estos tres
espectáculos se transformaron en citas interesantes con un mundo teatral
desconocido como es el de Sudáfrica. Una vez más se demuestra que las buenas
actuaciones no tienen fronteras, y que un intérprete de verdad sobre el
escenario no necesita de traductores para comunicarse. Dos nombres se
transformaron en inolvidables, ellos son los de Jennie Rezneky y Renos Nicos
Spanoudes, ambos dejaron huellas en los espectadores. Ojala vuelvan a escuchar
nuestros aplausos y nosotros volverlos a ver.