IUNA












El matadero. Crédito Guadalupe Gómez Verdi
 
 
 
 
 
 
 
 
 






















El matadero. Crédito Guadalupe Gómez Verdi
 
número 4 | julio 2009
información y críticas
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El matadero. Un comentario.

por Liliana B. López (IUNA-UBA)

Ficha técnica:

Elenco: Federico Figueroa (Mazorquero), Pablo Travaglino (Cajetilla), Alejandra Ceriani (Toro/ vaca). Coro: Martín Díaz (tenor), Adrián Barbieri (tenor), Juan Francisco Ramírez (barítono), Alejandro Spies (barítono), David Neto (bajo), Pol González (bajo).

Asistencia de Dirección Artística: Julieta Potenze.

Asistencia de Dirección Musical: Juan Michelli.

Asistencia de Escenografía: María Emilia Pérez Quinteros.

Vestuario: Mariana Paz.

Coreografía y Movimiento: Maricel Álvarez.

Iluminación: Alejandro Le Roux.

Escenografía: Norberto Laino.

Libreto y Régie: Emilio García Wehbi.

Composición y Dirección Musical: Marcelo Delgado.

En el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas

Este espectáculo, realizado en el marco de la conmemoración de los  veinticinco años de actividad del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, amalgama en una original síntesis, un ideologema fundacional de nuestra cultura con un formato operístico. El carácter marcadamente político de los materiales trabajados, se potencia mediante los lenguajes de la escena, en una cruel amalgama. El espectador resulta asaltado sensorialmente desde que ingresa en la sala, por medio del oloroso humo que despide un asador, iniciando la serie de los significantes que remiten a la carne y al cuerpo. Cuerpo animal, cuerpo social, cuerpo político, resultan entrelazados por la violencia que se genera sobre ellos. Y la historia ha demostrado que la violencia política se ejerce, fundamentalmente, sobre los cuerpos. Aún por su desplazamiento, al arrojarlos al exilio, del que provienen la mayoría de los materiales textuales utilizados e intervenidos: de Esteban Echeverría, El matadero, y de Hilario Ascasubi, La refalosa, publicado como carta de amenaza de un gaucho mazorquero a los unitarios. El enunciador escénico del segundo, será el brutal Matasiete del relato de Echeverría, que se caracteriza más por su capacidad de acción que por la sutileza discursiva. El “come carne”, el facón, será protagonista de un riesgoso juego con un cuerpo cuyo sexo resulta ambiguo: el Toro-Vaca, o la vaca que resulta toro, a la que Alejandra Ceriani prestó su destreza y plasticidad corporal, especialmente en el avance hacia la platea, una operación que involucra al espectador en la escena. Las dicotomías culturales se expresan mediante todos los lenguajes: el vestuario, los colores, los objetos, las voces, la jaula instalada en el centro como metáfora del país. De un lado, el blanco, lo prolijo, la cultura aristocrática, el torneado caballo, la música culta. Del otro, el rojo, el barro, la sangre, la amenaza, la composición popular.  El coro observa y comenta, sufre y participa. Sin embargo, el maniqueísmo se diluye desde el vamos: cuando el unitario proclama “Que viva el cáncer!”, el anacronismo dispara la serie hacia delante -que no se detiene en 1952, sino que avanza hacia un presente sin término. El cruce vigoroso entre danza, ópera, literatura, instalación y teatro performático, ha resultado un valioso aporte para seguir reflexionando sobre nuestro pasado y sus futuras reformulaciones.  

 

 
 
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