Bastarda sin nombre.
Dramaturgia: Cristina Escofet
Elenco: Roxana Randón
Vestuario: Julieta Guiser
Diseño de luces: Marco Pastorino
Música original e intérprete: Mateo Margulis
Asistencia de dirección: Enrique Velay
Dirección: Javier Margulis
"Espacio Abierto"
Pasaje Carabelas 255
Volver a Eva Perón como personaje implicaba un gran desafío. Parecía que estaba todo escrito, desde lo autobiográfico hasta lo paródico, pero Cristina
Escofet demuestra que no es así. Plantea una mirada distinta de esta misma mujer, se focaliza en su origen, ilumina el vínculo con su madre, sus
hermanos y esa culpa, la de haber nacido donde no se la esperaba. Hay un gran trabajo de investigación previa para sumar detalles hasta ahora
desconocidos. Más allá de los datos está el camino poético que la autora encontró para plasmarlo. Su recurso escénico fue imaginar que una mujer cree
ser Evita, de esta manera se aleja del camino de la similitud para acercarse al de la poesía.
Cristina Escofet cuida cada palabra y sus frases conllevan a potentes imágenes, con las que consigue recorrer desde las caricias hasta los zarpazos. La
propuesta textual se dimensiona al ser interpretada por una actriz que no responde al modelo de la verdadera Eva Duarte de Perón. Roxana Randón asumió
este desafío desde la otra posibilidad que tiene una actriz: la interioridad de su personaje. Su voz y su presencia escénica van construyendo esta
nueva ficción la que recorre con intensidad la infancia, de la mano de la niña marginada y sensible que sin quererlo es testigo y víctima de las
primeras injusticias. Después aparecerá la adolescente rebelde y supuestamente más fuerte.
Crear otra realidad distinta de la que se ve, aquella que no se palpa pero se presiente es lo que consigue Javier Margulis al dirigir a Randón. Hay
momentos en que también entrecruza un diálogo entre la música y la palabra, pero no siempre consigue la misma fluidez en estos diálogos. La intérprete
hace una entrega notable, recuerda, sufre, se emociona y todo el tiempo trasmite, nunca se aleja del personaje, no lo juzga, ni lo expone, simplemente
lo vive. Es difícil quedarse afuera de esta encarnación, que emociona sin frivolidad, con detalles y suma sencillez.
Desde Los Toldos, ésta que no es Duarte inicia el camino, desde Magaldi, Libertad Lamarque, hasta Perón, la Fundación y el cáncer. El derrotero es
intenso, pero nunca deja de ser poético. Escofet se aleja de los lugares comunes y ya transitados, prefiere la síntesis y la sugerencia. La historia la
terminarán los espectadores, es a aquellos a quienes les presenta un cuadro diferente, más inquietante, menos frecuente de esta mujer transformada en
mito. La dupla Escofet y Randón es intensa, Margulis supo unirlas escénicamente, propuso mínimos elementos, pocas acciones y pura intensidad de la
palabra en la piel de la actuación.