IUNA
 
número 7 | Diciembre 2011
información y críticas
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Apátrida, doscientos años y unos meses, de Rafael Spregelburd

por Liliana B. López

Ficha técnica
Dramaturgia: Rafael Spregelburd.
Actúan: Rafael Spregelburd, Federico Zypce.
Música: Federico Zypce.
Voces en off: Erik Altorfer, Félix Estaire de la Rosa, Pablo Osuna García, Ruth Palleja, Mónica Raiola, Zaida Rico.
Escenografía e iluminación: Santiago Badillo.
Fotografía: Gabriel Guz, Ale Star.
Asesoramiento histórico: Viviana Usubiaga.
Asistencia de producción: Magdalena Martínez.
Asistencia de dirección: Gabriel Guz. Dirección: Rafael Spregelburd.
Espacio: El Extranjero.

En esta singular apuesta, Spregelburd oficia el triple rol de dramaturgo, director y actor, con más presencia que otras veces. Como esto fuera poco, asume diversos roles: será, a un salto del espacio escénico, el pintor Eduardo Schiaffino o el crítico español Eugenio Auzón, el "apátrida" en cuestión. Una promisoria gimnasia, no sólo para el escenario teatral: su dinámica podría extenderse hasta contagiar otras esferas de la vida social y política. Se trata de colocarse en el lugar del Otro: artista/crítico, extranjero/nativo, o viceversa, para traspasar (aunque sea momentáneamente) la posición propia. Claro que podemos remitirnos a la presencia de una matriz brechtiana: hay presentación, más que representación. Y sobre todo, por el plano sonoro, de allí su propia calificación de Sprechhoper (ópera hablada). Federico Zypce genera un mundo (o varios) a partir de la música y los sonidos, tanto grabados, intervenidos, como generados, ampliando los espacios y traspasando las temporalidades. Desde el Himno Nacional a la cortina musical de los almuerzos de Mirta Legrand, juega con la memoria auditiva de los espectadores y amplía sus posibilidades imaginativas.

La anécdota, surgida de una investigación de Viviana Usubiaga, sitúa la acción en 1891 y coloca al arte como el objeto en discusión: según la profecía de Auzón, no habrá arte argentino hasta dentro de "doscientos años y unos meses". Para Schiaffino y sus pares, éste ya existía, y parecían probarlo las redes institucionales: curadores, museos, exposiciones, viajes de estudio a Europa, temas y motivos nacionales. El teatro se cruza con la figura del Juan Moreira y las discusiones sobre sus representaciones icónicas. Las viejas y nuevas discusiones sobre el arte y la moral, el arte y el gusto, el arte y la nacionalidad, lo culto y lo popular, serán llevadas a extremos insólitos para los tiempos que corren: del duelo epistolar se pasará al duelo físico, en el que Auzón hiere a Schiaffino.

Más allá de la anécdota, invita a pensar en las relaciones entre el crítico, el arte y el público. Auzón le propone al artista crear una distancia entre ellos, "Porque la crítica sincera debe prescindir de la amistad, de relaciones; no seré jamás su amigo. Ni usted mío. Tracemos esta zanja maloliente. El mundo del arte no es mundo social".

Si el lugar del crítico, entre los artistas y el público, se constituye en una relación de alteridad permanente, ese triángulo no debería ser un ménage à trois ni un ejercicio de francotiradores. Las posiciones serán irreductibles, pero el ejercicio imaginario de colocarse en el lugar del otro (sin saltar la zanja, manteniendo la distancia crítica) puede resultar tan apasionante y divertido como este espectáculo.

Apátrida, doscientos años y unos meses se estrenó como work in progress en agosto de 2010 en el Auditorio del Goethe-Institut Buenos Aires junto a Meiringen, Milagros del dramaturgo suizo Raphael Urweider, como parte del proyecto "Dramaturgias cruzadas", que integraba obras de autores argentinos y europeos, y su estreno definitivo se realizó el 20 de marzo de 2011 en el teatro El Extranjero.

 
 
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