La patria fría. Grotesco ambulante.
Dramaturgia: Andrés Binetti y Mariano Saba.
Dirección y luces: Andrés Binetti.
Elenco: Marcelo Aruzzi, Natalia Bavestrello, Oscar Cayon, Ezequiel Lozano, Osvaldo Djeredjian, Juan Pascarelli, Eduardo Peralta y Mariano Saba.
Asistencia de dirección: Michelle Wejcman.
Escenografía: Magalí Acha.
Vestuario: Ana Algrabati.
Sonido y música: Guillermina Etkin.
Teatro "Anfitrión".
En el año 2007 Andrés Binetti estrenó La piojera o un procedimiento justicialista. Allí se refería al abandono, más precisamente se centraba en
esos desolados protagonistas que vivían en un bar donde antes pasaba un tren. Con este dato escribía sobre otra Argentina, la pasada. Ahora y junto a
Mariano Saba, ambos dramaturgos ubican la acción en un espacio muy significativo para los argentinos: un circo. Ámbito donde mitológicamente nació
nuestra escena nacional con la versión del Juan Moreira a fines del siglo XIX. En este espacio circular los espectadores ocupan un área muy
cercana al de sus protagonistas, porque las acciones se desarrollan en la intimidad de la carpa y el público de ficción está afuera, siempre expectante
como la propia historia. Con la excusa de la falta de repercusión de esta presentación llega un crítico, en realidad el periodista del diario local
encargado de hacer las notas culturales. Es hacia él donde disparan los dardos más feroces sobre el periodismo.
Entre un enano que han crecido y un equilibrista adicto al alcohol, todo es posible en este submundo de seudo artistas. El circo no es sólo una salida
laboral, también presenta la posibilidad de deshacerse de algún familiar incómodo. Esta cierta marginalidad de sus protagonistas no impide que
presentes notables claroscuros, tan perversos como tiernos. No es casual el subtítulo elegido:"grotesco ambulante", ya que como aquellas criaturas
escénicas la miseria los acosa, haciéndoles aparecer lo peor de cada personalidad.
En este otro espacio cerrado, ya no es la habitación del conventillo, sino un ámbito donde confluye el ensayo y el trabajo, sin dejar de lado los
sentimientos, comienza a hacerse cada vez más presente el afuera. Es en ese exterior donde está una "señora" regalando pelotas de fútbol o arrojando
máquinas de coser desde el tren. Quieren verla, pero sólo oyen una marcha a la que sólo algunos quieren tapar con otra música.
La dirección de Andrés Binetti no le teme a las cercanías y ya lo demostró en varios espectáculos anteriores. Por eso estas actuaciones son palpables,
no evitan ninguna mirada: viven simplemente concentrados de manera asombrosa. Estas caracterizaciones exponen sus maquillajes corridos, sus medias
rotas y sus zapatos gastados como unas heridas inevitables. Otro lenguaje tan potente como el de la actuación es el musical, hay algunos instrumentos,
ciertas melodías truncas y sonidos extraños que van penetrando en este ámbito. Desde las cadenas eternas de un león que jamás se ve, hasta ese mínimo
público que se esconde detrás del telón.
Como en el grotesco criollo estos protagonistas son también perdedores, pero sin ninguna animalidad latente. Se relacionan como pueden, buscan el
afecto y lo dan casi si retaceos.
Tanto la escenografía de Magalí Acha como el vestuario de Ana Algrabati consiguen plasmar dos lenguajes no verbales de gran intensidad. Ellas recurren
a objetos y vestuarios que permiten identificar al mundo del circo y sus criaturas. Las actuaciones de Marcelo Aruzzi, Natalia Bavestrello, Oscar
Cayon, Ezequiel Lozano, Osvaldo Djeredjian, Juan Pascarelli, Eduardo Peralta y hasta del propio coautor, Mariano Saba demuestran que no hay papeles
menores, sino composiciones para recordar. Cada uno en la piel de estos perdedores consigue credibilidad y en esta propuesta escénica este rasgo es
intencionalmente buscado. La patria fría invita a reflexionar sobre la sociedad, la que se ve menos, pero que nos incluye y que demuestra aquí
la calidez de sus pasiones.