IUNA


Agamenón.
Crédito Ernesto Donegana
 
 
 
 
 
 
 
 
 
número 8 | Septiembre 2012
información y críticas
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García Whebi / Rodrigo García por dos

Por Liliana B. López (IUNA)

Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta.

Ficha técnica:

Autor: Rodrigo García

Elenco: Emilio García Wehbi

Pasantías: Fernanda Díaz y Mateo de Urquiza.

Ayudantía de dirección y participación escénica: Pablo Ramírez

Diseño gráfico para el programa y la escena: Leandro Ibarra

Música y sonorización: Marcelo Martínez

Imagen y video: Santiago Brunati.

Iluminación: Alejandro Le Roux

Escenografía y asistencia de dirección: Julieta Potenze

Dramaturgia, puesta en escena y dirección: Emilio García Wehbi

Agamenón. Volví del supermercado y le dí una paliza a mi hijo.

Ficha técnica:

Autor: Rodrigo García

Elenco: Pablo Seijo, Emilio García Wehbi y Marcelo Martínez

Reemplazo Actoral y Ayudantía de Dirección: Pablo Ramírez

Pasantías: Fernanda Díaz, Mateo de Urquiza y Sara Valero

Realización de Vestuario: Mariana Paz

Fotografía: Ernesto Donegana

Diseño Gráfico: Leandro Ibarra

Música: Marcelo Martínez

Video: Santiago Brunati

Escenografía, Asistencia de Dirección y Producción Ejecutiva: Julieta Potenze

Puesta en Escena y Dirección: Emilio García Wehbi

En el Teatro Beckett

Ya estrenadas dos puestas en escena de la que promete ser una trilogía de textos de Rodrigo García, dirigidas e interpretadas por Emilio García Wehbi, resulta interesante observar que, más allá de sus particularides específicas (cada texto, cada puesta es un mundo, no nos cansaremos de repetirlo), hay aspectos en que se iluminan mutuamente. Tópicos recurrentes, guiños al espectador, similares modos de presentación escénica, y, sobre todo, la marca a fuego de un director que apuesta por el teatro performático, por la transgresión y la provocación al espectador, que lo sacuda de cualquier comodidad que pudiera aportarle una propuesta cultural contemporánea.

Los textos de Rodrigo García ya conllevan ese presupuesto como marca de origen, y García Whebi lo potencia en su terminación espectacular, con una relación de cierta autonomía respecto del texto dramático. Puede esto comprobarse al leerlos, sin marcas de enunciación escénica, prácticamente discurso del personaje "hablado" por otras voces. Whebi, como performer, enunciará todas las voces que lo atraviesan, en Prefiero que me quite el sueño... desde sí mismo o desde otros dispositivos, pantallas y televisores. Las voces de sus hijos, que no comprenden el porqué de esa repentina decisión de gastar los ahorros en una visita al Museo del Prado, entrando sin pagar la entrada, en lugar de visitar Disney. Las tentadoras ofertas con las que la publicidad nos acosa y nos endeuda, el slogan que taladra los cerebros en las sociedades consumistas. Las imágenes de animales, que parecen recordarnos nuestro origen y, quizás, nuestro destino.

Cada vez menos humano, una montaña de libros en escena nos recuerda la crisis de la cultura ilustrada. Por eso, ir a ver las pinturas de Goya resulta una tarea vital, tanto o más como la cinta de correr que no lleva a ningún lado. Contratar un filósofo famoso (casi un oximoron) para que nos dé algunas respuestas durante una noche en la que no se reparará en gastos. Estos son algunos mojones en una escena que despliega acciones desopilantes, como el "emplumamiento" que lo hace devenir animal, tanto como la máscara de gorila.

Preguntas a las que conduce, sobre el hombre y su destino, sobre el arte y su posibilidad de supervivencia a través de la intervención, como la de las pinturas de Goya de la serie de la guerra, intervenidas casi vandálicamente por los hermanos Chapman. La tristemente célebre fotografía de Thomas Hoepker, en la que un grupo de jóvenes mira con indiferencia la caída de las Torres Gemelas, refuerza estos interrogantes. Quizás los filósofos cínicos habrían encontrado una de las primeras respuestas, en un camino paralelo y marginal al de la cultura dominante: la apatía, la ascesis que esquiva el sufrimiento, ya que quien nada posee y nada quiere, nada teme.

El tener y el poder serán retomados en Agamenón, donde el héroe de la guerra de Troya vuelve al hogar, pero desde el supermercado. Troya es ahora el consumo, la guerra es siempre económica. Devenido en macho latinoamericano, explica la enseñanza que supuestamente deja la violencia sobre los cuerpos de los débiles, mientras se fríen alas de pollo. La comida chatarra resulta la meca del hombre urbano, y el payaso va perdiendo simpatía cuando explica las relaciones de dominación en el mundo globalizado.

La intervención artística aparece también en el programa de mano: si en Prefiero que me quite el sueño... es un aguafuerte ("Esto es peor"), en Agamenón será un foto-collage de Bansky, el grafitero anónimo. La niña que huía de las bombas de napalm en Vietnam, corre de la mano del payaso de la multinacional y del ratón Mickey. La infancia, la economía y las representaciones de la violencia en las tiras animadas de décadas atrás cuyos destinatarios eran niños, se enhebran con las imágenes del cortometraje Je vous salue, Sarajevo, de Jean-Luc Godard. En esta Nueva Troya, el poder económico digita el poder político, y lo que resta, son toneladas de basura, como las que invaden el escenario.

 
 
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