Como si afuera hubiese nada
Dramaturgia y dirección: Guillermo Hermida.
Elenco: Carolina Barbosa, Lucrecia Gelardi, Miguel Forza de Paul, Miguel Israilevich, Javier Rodríguez, Luciana Dulitzky, Mariano Farran y Guillermo
Hermida.
Coreografía: Verónica Pecollo.
Escenografía: Mirella Hoijman.
Vestuario: Mariana Seropian y Analía Manouelian.
Luces: Ricardo Sica.
"Portón de Sánchez"
Sánchez de Bustamante 1034
Primero actor, después dramaturgo y director, Guillermo Hermida vuelve a ser intérprete, es como si no pudiese alejarse demasiado del escenario.
Su primer espectáculo, donde también evidenciaba la misma triangulación de responsabilidades fue Cupido sin detenerse (2008), luego
dejó la actuación sólo para escribir y dirigir La verdad fugaz (2010).
Este año estrenó Como si afuera hubiese nada donde entabla cierto hilo conductor con sus dos anteriores creaciones. Sus temas se repiten
casi obsesivamente como el amor, la amistad y la soledad. Aquí la excusa es una fiesta de casamiento donde varios amigos festejan y se enfrentan, unos
creen haber encontrado el amor de sus vidas, otros le temen, algunos le huyen y a todos les cuesta aceptar la realidad.
Representan una generación entre 30 y 40 años, con indefinidas vocaciones, es como si deambularan por la vida y trabajan, pero sin pasión.
Cada uno va desnudando su debilidad, así algunos se sienten atraídos, pero temen el rechazo, también están las que enfrentan el reloj
biológico. No es una propuesta psicológica, ni de tesis, ya que evidentemente no busca dar respuestas, sólo abre interrogantes. Con estos
conflictos y líneas argumentales Hermida director plantea escénicamente un espacio muy enmarcado escenográficamente, casi como una casa de
muñecas, sin cuarta pared. La escenografía de Mirella Hoijman sigue esta consigna y le aporta elementos significativos para crear los distintos
ambientes, pero con un diseño siempre cercano al minimalismo.
Sus personajes salen y entran de la acción, por puertas visiblemente falsas, tanto como lo serán las bebidas o los sentimientos. Todo es
ficción por eso se cortan los diálogos en ciertas escenas e irrumpe la música. Tienen necesidad de bailar y cantar, casi como un brebaje
para el olvido. Los cuerpos se mueven, se agitan, pero no llegan a verse, pueden tocarse, pero no se saben acariciar. Las coreografías de
Verónica Pecollo resuelven estéticamente con un diseño de pasos que se adapta a la especialidad permitida.
Uno de los grandes aciertos de Como si afuera hubiese nada es la no pretensión del espectáculo. Ilumina conflictos, pero sin linternas
voraces, es como si velas nos acercara donde late el dolor de cada uno de estos solitarios. El miedo sobrevuela, temen perder el amor o no encontrarlo, que
se escape o que huya, cualquiera de estas circunstancias es posible, aunque nunca sea la deseada.
La utilización de la música y el micrófono acercan a la propuesta al teatro posdramático, al igual que sus fracturas de acción,
pero son rasgos, huellas de nuestra más actual teatralidad. Lo que lo hace puramente argentino es cómo el rostro de cada uno de sus personajes
revela tragedia y comedia. En medio de la risa puede asomar la muerte, en plena tristeza surge una carcajada. No es un nuevo grotesco criollo, solamente la
esencia de la escena porteña, donde se conjugan los estados y todo válidamente puede entrecruzarse.
Las actuaciones salen en la búsqueda de la credibilidad, evitan la cuarta pared, se comunican entre ellos y olvidan a los espectadores. Aunque a veces
en esta indiferencia hacia el público se puedan perder algunos textos, ciertos finales caen pero no empañan la magia que va envolviendo a las
plateas.
Sería injusto citar a algunos de sus intérpretes y olvidar a otros. Tanto Carolina Barbosa, Lucrecia Gelardi, Miguel Forza de Paul, Miguel
Israilevich, Javier Rodríguez, Luciana Dulitzky, Mariano Farran, como el mismo autor y director, Guillermo Hermida demuestran profesionalismo. En una
cartelera teatral independiente donde los estudiantes tienen mucho para mostrar, aunque sean procesos y no resultados, estos actores de Como si afuera hubiese nada evidencian su formación, su plasticidad y sus herramientas actorales ya definidas.
Aquí se juega con una gran paleta de identificaciones: ¿quién no se verá allí reflejado? Hay mujeres, hombres y homosexuales,
todos laten, no existen los prejuicios. Todos son aceptados, porque cada uno mostrará su herida de amor no correspondido. La sangre es del mismo
color, como las almas tienen el mismo peso.