Una posible y válida lectura de Macbeth en este siglo XXI
Shakespeare falsificado
Basada en Macbeth de William Shakespeare.
Compañía Central de Inteligencia Teatral
Dramaturgia y dirección: Luis Barrales.
Elenco: Juan Pablo Miranda, Taira Court, María Paz Grandjean, Rodrigo Soto, Cecilia Herrera, Benjamín Westfall y Aliocha de la Sotta.
Música: Marcello Martínez.
Diseño de escenografía e iluminación: Cristian Reyes.
Vestuario: Loreto Monsalve.
Asistente de dirección: Pablo Manzi.
Sólo hicieron dos funciones en el Patio de Actores pero para los asistentes fue una lección de cómo se puede leer hoy un texto clásico. El subtítulo del
espectáculo Shakespeare falsificado, que llegó desde Chile fue Reconstitución falsificada de un manuscrito censurado y en el programa de
mano su autor y director, Luis Barrales, reproduce parte de lo que su elenco dijo sobre el escenario.
Hay una investigación previa sobre Macbeth de William Shakespeare como su fecha de escritura y tiempo histórico del estreno. A partir de estos
datos inventa una nueva historia, "falsifica" aunque algunas circunstancias se asemejen mucho al original que conocemos, y sobre todo mantendrá el final de
cada uno de los personajes.
En la lectura que hace Barrales del matrimonio Macbeth no es ambicioso, sino que se lo ve sensible a las penurias que pasa su pueblo por culpa de sus
gobernantes y los crímenes son sólo para terminar con tanta guerra y hambre. Además las mujeres -como sucedió a mediados de nuestro pasado siglo XX y en el
actual XXI- tienen una importancia vital a la hora de las decisiones. Ya no son brujas las que predicen el futuro, son simplemente pobres que piden
cambios.
Más allá de esta posible versión textual está cómo se trasladó al escenario. Hay un continuo juego de salir y entrar de los protagonistas, sin importar ni
las edades, ni los sexos. Son los propios actores los que cuestionan a sus personajes, los enjuician y se preocupan por sus destinos. Las escenas se juegan
prioritariamente en el centro, ya que los laterales son usados para los cambios. Muchos de estos comentarios que hacen los actores/protagonistas resultan
distanciadores, siguiendo las propuestas de Bertolt Brecht, donde el intérprete participa con su juicio crítico sobre lo que interpreta.
La música va subrayando acciones, acompaña y recrea a veces con sutilezas, otras con ferocidad. El vestuario cumple una notable funcionalidad, ya que no
sólo colabora con la caracterización de los personajes y la época de la acción, sino que revela ingenio, síntesis y humor. En lo visual, sea iluminación,
vestuario como escenografía predominan ampliamente los grises -¿otro homenaje a Brecht? Esta neutralidad favorece a que el primer plano lo adquieran las
interpretaciones. Hay energía, precisión y cierta violencia en cada uno de los trabajos actorales.
¿Violar o no violar el texto? Barrales escribió una nueva obra, buscando también una versificación propia, que sonara de manera como se imagina el
espectador actual al célebre verso blanco inglés. El mayor acierto está en la idea de cómo se puede leer en este nuevo siglo un clásico, cómo se pueden
correr los límites, respetar a sus criaturas, pero darles una nueva vida, más cercana a la nuestra. No hay una búsqueda de contemporaneidad, por eso sus
trajes significan épocas pasadas, pero tampoco hay mímesis, ni arqueología, simplemente hay teatro.
Durante el año 2012 se pudo conocer otra creación con el sello Barrales: Niñas arañas. Ahí focalizaba la acción en este mismo siglo con los
problemas de la marginalidad. Despojaba también el espacio escénico y centralizaba su planteo en las actuaciones y en lo que el texto decía y cuestionaba.
Aquí, en este Shakespeare falsificado Barrales demostró cómo con herramientas de la escena independiente, término que adquiere ribetes
latinoamericanos, se puede acercar la esencia de un genio inglés del siglo XVI al público actual. Una vez más se lo descubre sensible y crítico a los
problemas de hoy que también debieron ser los de antes: el hombre, el poder, su abuso y los pueblos, como sus víctimas.