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número actual | diciembre 2007
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Música en escena

Gustavo García Mendy (IUNA)

Introducción I

Puestos a analizar las diversas maneras en las que la música participa e interviene dentro del discurso narrativo de un evento escénico, es necesario estudiar y conocer el espíritu que ha alentado dicha intervención.
Hace ya más de un siglo que el mundo sensible se revela y manifiesta prioritariamente a través de imágenes, y no es sino por medio del trámite visual que accedemos a eso que se ha dado en llamar la modernidad. Sin embargo, existe una sustancia mucho menos evidente que en ocasiones nos sitúa, determina y alcanza más allá de nuestra voluntad, debido a que la especie y carácter de su condición suele ser inexorable; una sustancia de volúmenes invisibles y animada por una naturaleza mucho más sutil y evanescente. El universo sonoro evoluciona por debajo de la superficie de lo evidente y, por aquello de que los oídos no tienen párpados1, propone un contrato cuyo desarrollo no requiere de nuestra aprobación, ya que no necesita permiso para dejar su huella en las profundas arenas de la conciencia. Es un intruso, un pasajero que no ha solicitado hospedaje. Esto lo vuelve un huésped sofisticado, al tiempo que peligroso.
 
 
Hacia una semántica musical
 
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" 2; con estas palabras inicia San Juan su evangelio, uno de los más metafóricos del Nuevo Testamento. Luego de su destierro a la isla de Patmos y poco antes de morir, escribe el Apocalipsis, y es allí donde se vuelve verdaderamente musical. "Yo fui en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta." 3. Y más adelante: "…Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se aparejaron para tocar." 4 Con sarcasmo pero también con razón, podríamos decir que hay más trompetas en el Apocalipsis que en toda la obra de Wagner, pero lo cierto es que hay también más sonido del que jamás se haya escrito en texto alguno. Son las trompetas de los ángeles las que van convocando una a una todas las aniquilaciones; es el sonido final y todos los sonidos. El exterminio puesto en marcha al conjuro de la música.
 
La capacidad de la música de convocar afectos y sentimientos, y de ser a un tiempo voluntad y misterio ha sido detallada e infinitamente visitada a través de la historia. Tempranamente, los griegos le confirieron una voluntad ultraterrena y entendieron su influencia en el ethos individual y colectivo, hasta el punto de establecer que la música posee su propio ethos.
Tanto Aristóteles como Platón la han considerado en su doble aspecto de beneficio y amenaza, y por ello, han elogiado las virtudes de su aprendizaje y alertado sobre los riesgos de su uso indiscriminado como si de un misterioso compuesto se tratase. En la República, Platón escribe:
"¿No es por esta misma razón, mi querido Glaucón, la música la parte principal de la educación?, porque insinuándose desde muy temprano en el alma, el ritmo y la armonía5 se apoderan de ella, y consiguen que la gracia y lo bello entren como un resultado necesario en ella (…)"6 Asimismo, Aristóteles sostiene en la Política: "Basta, para renovar las vivas impresiones que la música nos proporciona, oírla repetir aunque sea sin el acompañamiento o sin la letra(…); ahora bien, nada hay tan poderoso como el ritmo y el canto de la música, para imitar, aproximándose a la realidad tanto como es posible, la cólera, la bondad, el valor, la misma prudencia y todos los sentimientos del alma, como igualmente todos los opuestos a éstos." 7
 
Ya en la patrística latina, San Agustín advirtió y pormenorizó en sus Confesiones 8, los peligros que comportaba el estado de exaltación que se producía en el alma (su alma), cuando esta se hallaba en presencia de la música. Aseguraba también que los mismos textos, producían efectos y estados muy diferentes si en lugar de ser declamados, eran cantados.
El canto. Las palabras enlazan con la música y la animan con una semántica explícita. El arte de los trovadores, en el corazón de la edad media y en el del languedoc9 francés, inaugura un género que llega prácticamente intacto hasta nuestros días, la canción (cançó) . Se trata de un invento que ya estaba inventado pero su reinvención es formidable, es el resultado de un vínculo íntimo y singular entre la actividad poético-literaria y la práctica musical. Es una construcción; un producto nacido de la unión de dos universos diferenciados pero emparentados por procedimientos rítmicos y narrativos; y es tal su singularidad, que música y texto se subordinan entre sí como dos piezas únicas de un mismo mecanismo, al punto de volverse impensables la una sin la otra.
Transcurrirán unos quinientos años, y el anillo en torno a cualquier significación y cualquier poética, terminará de cerrarse.
 
A comienzos del S.XVII y como resultado de las tertulias intelectuales desarrolladas por la Camerata florentina, nace una nueva criatura que, en tanto formidable, es para algunos monstruosa: la ópera. 10 Por primera vez, la música, el texto y la escena conviven en un mismo organismo para dar vida a un género nuevo, y este género no es sino el área de contacto de estas tres disciplinas, ese punto de intersección. Tres cabezas para un cuerpo inexistente.
A requerimiento del drama, la palabra adquiere entonces otro sentido y recibe un tratamiento mucho más elaborado al que poseía en la polifonía del siglo anterior, al tiempo que surge una argumentación teórica que intenta enlazar la música con las connotaciones afectivas que la misma trae consigo; este corpus argumentativo es conocido como teoría de los afectos. Esta teoría de los affetti sugiere que la música, a partir de su inmenso poder evocador, puede transmitir sentimientos y sensaciones capaces de afectar el alma del oyente en una dirección cercana a los mismos y establece que su facultad consiste en la capacidad de evocar sentimientos respecto de los hechos y no los hechos en sí.
En pleno siglo XIX, y a bordo del dionisíaco navío de su intempestiva fatalidad, Friedrich Nietzsche se interna en esas mismas aguas, aunque animado por un espíritu bien distinto. Categóricamente crítico del Gesamtkunstwerk 11 wagneriano, sostuvo siempre una postura monolítica en lo concerniente a la música como voluntad y como objeto; escuchemos lo que dice:
"Pongamos por ejemplo los sentimientos de amor, de temor y de esperanza: la música no puede expresarlos por caminos directos, por lo que llena cada uno de estos sentimientos con representaciones. En cambio, estos sentimientos sirven para simbolizar la música, y esto es lo que hace el lírico traduciendo el mundo de la Voluntad inasequible a los conceptos y a las imágenes, en el mundo simbólico de los sentimientos. (…) Pero de todos aquellos que sólo pueden comprender la música por sus efectos, hay que decir que se quedan siempre en el vestíbulo y no consiguen penetrar hasta el santuario: porque la música, como he dicho, no puede expresar sino sólo simbolizar los efectos." Y más adelante concluye enfáticamente, "Ante las mas altas manifestaciones musicales, sentimos muchas veces la grosería de cualquier imagen". 12
Para ejemplificar esto, elige los últimos cuartetos de Beethoven, así como también su Novena Sinfonía, en la cual afirma que no se escuchan, ni tampoco importa, los versos de Schiller.
 
Música y lenguaje
Tortuoso e imposible sería el intento de enumerar y detallar, todos los múltiples e íntimos lazos que el sonido y la música han mantenido con la actividad humana, y que han sido a través de la historia, portadores de buena parte de la representación simbólica que han llevado adelante pueblos y personas. Los dioses y los espíritus han hablado a los hombres a través de elementos sonoros y los hombres les han contestado a través de la música. En tribus alejadas de la matriz de la civilización, la práctica musical supone un contacto ritual con los espíritus, ya que sus voces pueden ser oídas a través de flautas y tambores.
Tanto Margaret Mead, en sus estudios de las primitivas tribus de Nueva Guinea 13, como Lévi-Strauss en sus experiencias con los indios del Mato-Grosso 14 (aunque en su caso, analizados y expuestos desde una postura básicamente estructuralista), han dado cuenta del vínculo existente entre la música y las entidades divinas. También han detallado minuciosamente, la importancia de la presencia sonora en el desarrollo de la sexualidad y la diferenciación de los géneros.
Todas estas conclusiones emergen en el marco de la confrontación sincrónica de las culturas y, llegados a estas tierras, sería bueno intentar establecer a qué aludimos exactamente cuando hablamos aquí de cultura; en esta dirección, acercamos unas palabras de Giorgio Agamben respecto de la doble naturaleza de la herencia humana "El homo sapiens puede definirse como la especie viviente que se caracteriza por una doble herencia, en tanto que añade al patrimonio hereditario endogenético, un patrimonio cultural, exogenético, de los cuales, el más importante es sin duda, el lenguaje." 15
Una vez aquí, debemos hacer un alto y afirmar que la música, definitivamente no es un lenguaje. El lenguaje humano, como señala Roman Jakobson, es el único sistema de signos compuesto de elementos (los fonemas) que, justamente porque sirven para pasar de lo semiótico a lo semántico, son significantes y al mismo tiempo están privados de significado. Ciertamente, la música no posee, como el lenguaje, un "demiurgo", cual es el fonema, que transmute lo uno en lo otro; sin embargo, la música siempre es acontecimiento, lo cual también es un problema. Respecto de esto, podemos leer en Adorno: "Cuanto más se asemeja la música a la estructura del lenguaje, tanto más cesa al mismo tiempo de ser lenguaje, de decir algo, y su alienación sólo llega a ser perfecta con su humanización." 16
Puestos a ensayar una definición, diremos que la música es la manipulación cultural del sonido. No desarrollaremos aquí este concepto, pero sí diremos que desde una perspectiva estrictamente semántica, la música exhibe un rostro poderosamente evocador y es por eso que debe ser utilizada con cuidado. Su emparentamiento con otros universos debe ser sabiamente administrado, y en el caso particular del teatro, es de vital importancia llevar control sobre todos los mecanismos que se activan cuando las situaciones y acontecimientos, o los eventos que se despliegan en un espacio escénico, son alcanzados por la presencia de un elemento que comporta y acerca implicancias afectivas propias.
 
 
La música como intervención
 
Como sabemos, la música asume diversas formas al momento de manifestarse en su estado puro, es decir, sin otra asistencia que la de su propia naturaleza (sonatas, sinfonías, tríos, cuartetos, preludios, suites, conciertos, etc.); estas formas y géneros le son propios y, al tiempo que vehículos, son los ropajes con los cuales se hace presente y percibimos como aquello a lo que llamamos, justamente, música. Sin embargo, cuando no se desarrolla y manifiesta de forma autónoma, la música es también lo propio de algunos géneros y disciplinas combinadas: la ópera, el ballet, la canción
Asimismo y en esta dirección, sostenemos enfáticamente una idea que consideramos central: la música no es lo propio del teatro. No en lo que a la tradición occidental concierne. Ni el teatro griego, ni el isabelino, ni Racine ni Corneille, ni siquiera Molière a pesar de Lully, ni Chejov, ni tampoco una significativa cantidad de importantes obras del teatro del siglo XX, guardan con la música un lazo indisoluble y, mucho menos, imprescindible. En tal sentido, es posible llevar adelante la puesta en marcha de buena parte del teatro universal sin asistencia musical alguna, y excepto en aquellas obras en las que está expresamente solicitada por el autor (Brecht, Tennessee Williams, Sartre, Anouhil), la música es un elemento cuya intervención es un acontecimiento a considerar, una opción. Ensayando un paralelo con el universo del cine, citaremos unas palabras del formidable realizador Andrei Tarkovski, que entendemos concernientes y apropiadas: "En el fondo yo tiendo a pensar que el mundo ya suena de por sí muy bien y que el cine en realidad no necesita música, con tal de que aprendamos a oir bien." 17
 
Es preciso comprender que la música trae consigo una semántica propia, así como también una estructura y un tiempo que es de naturaleza exclusiva.18 Por ello, cuando el elemento sonoro se incorpora a la trama escénica animado por un despliegue musical, se suma un estrato de gran magnitud en la construcción del corpus total, lo cual supone una inexorable ampliación de los márgenes perceptivos y requiere, por parte del espectador, un aumento considerable en los niveles de atención. Este incremento se pretende rico en tanto supone el reclamo de una atención más sofisticada, sin embargo, corresponde analizar los riesgos que comporta la presencia de la música al momento de rasgar el velo del "silencio" escénico; en esa dirección, encontraremos que se trata de una intervención determinada por la intención y por lo tanto, ha de estar atravesada por el sentido.
 
En ocasiones la búsqueda de un sentido hace serie con la elección de un procedimientoComo sabemos, la organización musical puede ser justamente un procedimiento, una escritura, la manera de vertebrar un dispositivo. Una modalidad rítmica y discursiva de gobernar y concebir la organización total de un espectáculo 19. Sin embargo, estamos hablando aquí de la presencia de un elemento que una vez liberado de la cárcel del pensamiento, toma carnadura y se vuelve sustancia; estamos hablando de la inclusión de aquello a lo que usualmente llamamos música, en el flujo narrativo de un despliegue teatral. Un elemento que articula con los otros dentro del découpage general del mecanismo completo de una dramaturgia. "Cuando no se recurría a la música, la interpretación se hacía más fácil. Por qué? Pues porque no existía ese elemento. El actor únicamente se tenía que preocupar por el vestuario, el escorzo y la declamación. Pero llegó la música y hubo que abrirse las ventanas o romper los cristales para que entrara en el escenario y quedase incorporada." 20
A menudo, tanto actores como directores expresan, y usualmente con entusiasmo, la necesidad espiritual de una música presente, ya sea como elemento aglutinante entre sectores o como refuerzo extradiegético del drama, pero en ocasiones es demasiado peso para el delgado hilo de la fascinación, y la naturaleza propia del mecanismo teatral la destierra de suyo 21. Finalmente, se deshecha por la vía de la economía lo que se solicitó desde la ambición.
Es bueno pues comprender que no se puede todo y que, advertidos como estamos de que elegir es también resignar, algún riesgo hay que asumir. En relación a esto acercaremos aquí, y no sin picardía, un ingenioso y bien hallado párrafo de Michel Chion a propósito del tránsito del cine mudo (sordo) al sonoro. " Greta Garbo, en los tiempos del cine mudo, tenía tantas voces como le podían prestar, individualmente, sus admiradores. El cine hablado le ofreció sólo una, la suya." 22
 
En el comienzo de este artículo hablábamos de la naturaleza incorpórea y evanescente de la música, de su facultad casi líquida de volcarse en todos los espacios y llenar todos los intersticios. Lejos de ser un obstáculo, esta propiedad debe utilizarse en beneficio de la escena. Si bien en ocasiones puede asumir un rol central en torno al cual orbiten los demás elementos en el armado de un dispositivo, la música puede también pasar inadvertida y, aún así, estar presente. Puede ser indispensable sin ser protagonista, como esos instrumentos de la orquesta cuya presencia no es del todo evidente, pero si acaso faltan, su ausencia pone de manifiesto su importancia en el mecanismo sonoro total.
El uso de esta propiedad de la música es un procedimiento difundido y ciertamente correcto. Incorporar o construir ex profeso una música que ahuyente el vacío y consista solamente en ser soporte sonoro sin ningún otro peso que el de la intrascendente presencia, es evidentemente un mérito, al tiempo que una función; pero establecer el precepto categórico de que toda la música que acompaña y asiste en el drama basa su mérito en el hecho de pasar inadvertida, es sin duda un error. Como dijimos antes, la música debe también saber brillar intensamente, habitar el espacio escénico de manera franca y ostensible, desplegarse en el tiempo y desaparecer.23 De igual manera es preciso también saber resignar, y comprender que en muchas situaciones la música debe pasar inadvertida, debe ser construida con esa intención y debe ser sencillamente ese "telón de fondo" del que renegaban Adorno y Eisler 24. Debe pues ceder ante el drama y el texto, sobre todo en los diálogos y "recitativos" y aún en lo que se sabe insustancial; la música no debe nunca competir por atraer la atención porque entonces molesta, el contrato audiovisual está mal construido y puestos a establecer un predominio del drama o de la música, encontraremos que no se luce ni lo uno ni lo otro.
Al comienzo mismo de El origen de la tragedia, que no por casualidad se inicia con el subtítulo: El espíritu de la música, origen de la tragedia, Nietzsche situó a la música en el eje mismo de la dialéctica en torno al arte, y en el corazón mismo del mundo dionisíaco.
"La evolución progresiva del arte es el resultado del espíritu apolíneo y del dionisíaco (….) Apolo y Dioniso son las divinidades del arte que despiertan en nosotros, la idea del extraordinario antagonismo entre el arte plástico apolíneo y el arte desprovisto de formas, la música, el arte de Dioniso" 25
 
La música es un animal salvaje. No importa cuán creído se encuentre el domador del control que ejerce sobre ella, no debe confiarse. La naturaleza de su voluntad, como ya señalamos, suele ser ingobernable y por eso, se debe tener cuidado al abrir la jaula; ya puede abandonar su morada y pasearse con elegancia y mansedumbre ante la vista de todos para ser admirada, como también abismarse y hacerse de su propio instinto, salir a quemarse el alma y devorar todo cuanto encuentre a su paso; domador incluido.
 
BIBLIOGRAFIA
 
ADORNO, T.W. - Sobre la música Ed. Paidós - Barcelona 2000
ADORNO, T.W. y EISLER, H. - El cine y la música Ed. Fundamentos - Barcelona 1981
AGAMBEN, G. - Infancia e historia Ed. Adriana Hidalgo editora – Buenos Aires 2007
ARISTÓTELES - Política Ed. Espasa Calpe – Madrid 2007
BARBA, E. - Más allá de las islas flotantes Ed. Firpo & Dobal editores – Buenos Aires 1987
CHION, M. - La voz en el cine Ed. Cátedra – Madrid 2004
-------------------.El sonido Ed. Paidós Ibérica – Barcelona 1999
LÉVI-STRAUSS, C. - Tristes Trópicos Ed. Paidós Ibérica – Barcelona 2006
----------------------------. Mirar, escuchar, leer Ed. Siruela – Madrid 1989
MEAD, M. - Macho y hembra Ed. Alfa Argentina – Buenos Aires 1976
MEYERHOLD,V. - El actor sobre la escena Ed. Grupo editorial Gaceta – México 1986
NIETZSCHE, F. - El origen de la tragedia Ed. Siglo Veinte – Buenos Aires 1985
PAVIS, P. - Diccionario del teatro Ed. Paidós – Buenos Aires 2005
PLATÓN - República Ed. Espasa Calpe – Madrid 2006
QUIGNARD, P. - El odio a la música Ed. Andrés Bello Española 1998
SAN AGUSTÍN - Confesiones Ed. Alianza Editorial – Madrid 1998
SAN JUAN - El evangelio según San Juan Ed. Sociedad Bíblica Americana – Nueva York 1939
SAN JUAN - Apocalipsis Ed. Sociedad Bíblica Americana – Nueva York 1939
TARKOVSKI, A. - Esculpir en el tiempo Ed. RIALP S.A – Madrid 1997
 


Notas

1 Ver PASCAL QUIGNARD, El odio a la música. / Concepto extraído a su vez de una idea lacaniana que sitúa al oído como el único agujero del cuerpo que no puede cerrarse.
2 SAN JUAN Evangelio Cap. I
3 SAN JUAN El Apocalipsis Cap. I
4 SAN JUAN El Apocalipsis Cap.VIII
5 En tiempos de Platón, la armonía no supone, en música, lo que hoy entendemos por tal; alude a los modos y en tal sentido, refiere a la altura de los sonidos.
6 Libro III, cap. XII.
7 Libro V, cap. V.
8 Ver Confesiones (397-400) Libro X, cap. XXXIII
9 Región del sudeste de Francia en donde a comienzos del S.XII floreció el arte trovadoresco.
10 "La música no puede nunca emplear medios. La ópera, como género artístico, es una idea extraviada al tiempo que una idea equivocada de la estética." F.NIETZSCHE, Sobre la música y la palabra (1871) El origen de la tragedia Pag 162.
11 Obra de arte total.
12 NIETZSCHE, F. Sobre la música y la palabra (1871)
13 MEAD, M. Macho y hembra (1949)
14 LÉVI-STRAUSS. C. Tristes trópicos (1955)
15 AGAMBEN,G. Infancia e historia (1978 / 2001) (pág. 80)
16 ADORNO,T.W. Sobre la relación actual entre filosofía y música (1953) (pág. 77)
17 TARKOVSKI, A. Esculpir en el tiempo (pág. 188)
18 "El tiempo musical es realmente musical…" T.W.ADORNO (pág. 74)
19 "El trabajo sobre el ritmo nos hizo encontrar algunas dificultades muy fructuosas: Cómo entrelazar los acentos de la música con los acentos energéticos de las acciones" BARBA, E. Más allá de las islas flotantes
20 MEYERHOLD, V. El actor sobre la escena
21 "El empleo de la música en el teatro no debe tener como objetivo la melodeclamación sino como en el teatro chino y japonés, su propósito debe ser el de mantener al público en tensión" MEYERHOLD,V. El actor sobre la escena (pág. 112)
22 CHION, M. La voz en el cine (pág. 21)
23 " Lo propio del sonido es pasar, huir, estar inmutablemente atado al tiempo y dependiendo del movimiento" LÉVI-STRAUSS, C. Mirar, escuchar, leer
24 ADORNO, T.W. y EISLER, H. El cine y la música (pág. 23)
25 NIETZSCHE, F. El origen de la tragedia (pág. 37)
 
 
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Departamento de Artes Dramáticas - IUNA / French 3614 / 1425 / Buenos Aires Argentina /
ISSN 1851 - 0361