El desarrollo de la civilización venidera
por Ana Seoane (IUNA-UBA)
Versión
de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen.
Autor:
Daniel Veronese.
Elenco:
Carlos Portaluppi, María Figueras, Ana Garibaldi, Mara Bestelli y Roly Serrano.
Adaptación de la escenografía de la obra Budín inglés de Ariel Vaccaro.
Asistencia
de dirección: Felicitas Luna.
Dirección:
Daniel Veronese.
"El
Camarín de las Musas"
Algunos
afirman que cuando Daniel Veronese empezó a trabajar con el clásico de Ibsen: Casa
de muñecas (1879) tuvo muy presente la película Escenas de la vida
conyugal (Secretos de un matrimonio) de Ingmar Bergman (1973). Del
creador noruego tomó la esencia de sus personajes, aunque descartó los que eran
propios del siglo XIX como la niñera y algunas criadas, modificó la sexualidad
del doctor Rank, pero fundamentalmente del cineasta sueco impuso la violencia, verbal
y psíquica. Pero todo el espectáculo evidenció su propio sello
"periférico": la perversión.
Lo
primero que se escucha en El desarrollo de la civilización venidera
aparece dicho por la ahora Doctora Rank: "Hay personas que pueden
faltarnos de un día para el otro. Desaparecen, nos abandonan, dan un portazo ¿Y
después qué…? ¿Cómo vivir después de eso?". Mientras que la primera frase
del original de Ibsen está en boca de su protagonista (Nora) quien se muestra
preocupada por esconder el árbol de Navidad para que sea una sorpresa para sus
hijos. Esconder, omitir, como una forma de la mentira; mientras que para
Veronese, partir es uno de los caminos hacia la desaparición, en un país con
una historia muy negra, como la Argentina.
El
espectáculo de Veronese, autor y director está centrado en un mismo ámbito, sus
personajes abren y cierran puertas que no conducen a ningún lado y los
espectadores lo saben. Este nuevo juego busca y encuentra cómplices; pero esta
vez el creador argentino es más fiel al original que en otras oportunidades. Es
como si esta historia de engaños y mentiras piadosas, donde la gran pregunta parece
ser: "¿es igual omitir información a mentir?" fue tan fuerte que no
le permitió modificar mucho. Agregó más perversión sobre todo cuando la
supuesta amiga ya tiene la salvación en sus manos y retrasa esta salida para
ver cómo Nora se hunde, cómo esa mujer feliz conoce la otra cara de la vida, la
más oscura, pero también real.
Al
utilizar la misma escenografía de otro espectáculo - aunque modificó y
concentró sus medidas - hace que ese tránsito pase a un segundo plano. Al
mismo tiempo también usará este mismo ámbito para su otra versión de Ibsen. Al
ser un escenario ya usado, parecería que para el público dejara de ser ficción,
su uso, le hizo perder ficcionalidad, para dotarlo de realismo. Otro hallazgo
es el de haber encontrado para su Nora una intérprete (María Figueras) con
cierta experiencia en la danza. Estos sencillos pasos de "tap" la
acercan a esta realidad nacional, donde estos conocimientos están presentes en
muchas mujeres. Figueras le aporta a su protagonista una mayor debilidad, es
más "muñeca", más niña, casi una adolescente que esconde los papeles
de los caramelos que su marido/amor no quiere que coma. Frente a ella en un
interesante juego de opuestos aparece Carlos Portaluppi, quien también tiene un
rostro juvenil, pero que consigue impactar con una violencia y ferocidad
impensada.
Daniel
Veronese entrega esta otra mirada sobre Casa de muñecas, con un final
mucho más abierto, más dubitativo y sobre todo más masculino que el que
proponía Ibsen. El dramaturgo noruego le abría la puerta para que Nora creciera.
Hizo que la muñeca no sólo hablara sino que también se revelara y partiera
hacia un nuevo e incierto destino. Nuestro autor - en cambio - no le permite la
salida. Se la hace mucho más difícil. Se la complejiza a través de la violencia
psíquica y física (hay sangre que corre) y le agrega a su Torvaldo Helmer/Jorge
un machismo feroz, que parece sugerir la palabra final. Los interrogantes se
multiplican en este siglo XXI, la presión económica y los miedos le permitirán
a esta nueva Nora ¿enfrentarlo y partir? Ibsen imaginaba y marcaba un sonido,
al que le agregaba la desesperación tardía del marido, dando así más respuestas
que preguntas a su público. En Buenos Aires los espectadores decidirán cómo
concluye la historia de esta pareja.