Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo.
por Ana Seoane (IUNA-UBA)
Versión
de Hedda Gabler de Henrik Ibsen
Autor
y director: Daniel Veronese.
Elenco:
Claudio Da Passano, Silvina Sabater, Elvira Onetto, Fernando Llosa y Marcelo
Subiotto.
Adaptación
de la escenografía de la obra Budín inglés de Ariel Vaccaro: Franco
Battista.
Asistencia
de dirección: Felicitas Luna.
Camarín
de las Musas.
Muchos
a lo largo de la historia subrayaron que la protagonista que da título a este
texto de Henrik Ibsen (Hedda Gabler, 1890) es una de las grandes
manipuladoras del teatro universal, precedido indudablemente por Lady
Macbeth de Shakespeare. Es tan maquiavélica como inteligente. Pero la
mirada del creador del siglo XIX, demostraba que las muertes se producían con
una mayor distancia, la que permiten los disparos. Daniel Veronese aquí propone
otro juego: teatro dentro del teatro. Está su declaración de principios
estéticos, cuando se aleja de la famosa avenida Corrientes: "Yo prefiero los teatros más íntimos y no estos
mamotretos.- Le hace decir a su personaje Brack. - En donde la gente está más
cerca, se la siente. Me gusta verles la cara a los actores".
Siempre se toma el trabajo de explicar el por qué de este
reiterado espacio ficcional elegido (la escenografía de la
obra Budín inglés de Ariel Vaccaro), ya que allí -según él- es donde se
representa Casa de muñecas de Ibsen. Un nuevo guiño del creador nacional
a sus fieles seguidores. Su proyecto original fue que ambas obras (su Casa
de muñecas, titulada El desarrollo de la civilización venidera y
ésta) se dieran una a continuación de otra, pero los horarios de sus elencos lo
hizo imposible.
En
Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo Veronese agrega
un toque musical, en el otro espectáculo fue el "tap" sin sonido y
aquí uno de sus intérpretes juega a interpretar ritmos. Este es un agregado
nuevo, suma otro lenguaje al de las actuaciones. El humor también se cuela,
quizás mucho más, y para lograrlo utiliza los inconvenientes de una escenografía
teatral. Sus protagonistas aparecen y desaparecen por oscuros vértices, donde
el público puede imaginar pero no ver, casi como lo que sucedía con los hechos
patéticos en el mundo griego.
Los
espectadores pueden acceder desde muy cerca - como a Veronese le gusta - de
trabajos minuciosos a nivel interpretativo. Hedda Gabler es Silvina Sabater,
con una fuerza que no necesita de gritos -un hallazgo- y pequeños gestos,
sutiles y perversos que la transforman en una araña. Toca, acaricia, pero en
realidad está midiendo a su víctima. La presencia escénica de Sabater se
respira desde la última butaca. Entra y se nota, se mueve y es difícil dejar de
mirarla. En este juego escénico así planteado absorbe la energía de sus
compañeros, porque la red la teje ella y sin piedad. A su lado, Claudio Da
Passano construye a un hombre débil, pero siempre creíble y cercano. En la piel
de su primera víctima, Marcelo Subiotto se desplaza con seguridad sobre este
plan, que le será fatal. Tanto Elvira Onetto como Fernando Llosa suman una
experiencia fundamental en personajes que nunca son secundarios, en sus paletas
interpretativas.
La
energía que se construye sobre este segundo escenario demuestra que cada uno de
estos actores está dispuesto a jugar con armas propias y personales, pero sin
escatimar recursos teatrales.
Esta
tragedia -casi literal si se mira la suerte de su protagonista- es muy actual
en una realidad contemporánea, donde la competencia perdió sus límites. El
espectáculo presenta un atroz espejo del mundo cotidiano, donde los talentos
pueden naufragar en mano de los envidiosos mediocres. Veronese lanza al final
su último dardo: "Este emotivo comentario que nos deja la señora Gabler
enmarcada en su propia escenografía me recuerda un gracioso comentario de un
eximio director teatral. -Le hace decir al personaje de Brack-. En una
conferencia le preguntaron: ¿Y en donde se posiciona usted? Porque usted
critica a unos y a otros y no se entiende a qué grupo pertenece. El teatro,
dijo este ilustre señor, da calor e ilumina, pero también nos quema. Todos
queremos entrar, pertenecer, pero también todos queremos salir huyendo. ¿Porqué
qué es el teatro en definitiva? Es un campo de batalla. Hay odio, hay amor,
acción, violencia, conflicto, muerte… en resumen: emoción." El elenco de Todos
los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo lo
ponen intensamente en práctica.