Viaje de invierno, de Alejandro Tantanián
Idea: Alejandro Tantanián. Músicos y cantantes: Diego Penelas, Rodrigo Quirós y Alfredo Zucarelli. Vestuario y escenografía: Oria Puppo. Iluminación: Jorge Pastorino. Diseño sonoro: Martín Vacarezza. Fotografía y asistencia general: Ernesto Donegana. Arreglos musicales: Diego Penelas. Dirección musical: Diego Penelas. Dirección: Alejandro Tantanián. Espacio: Metropolitan 2
Como lo indica su título, este espectáculo de Alejandro Tantanián, invita a recorrer un camino musical por diferentes épocas y estilos, cuyo eje es el tópico del viaje. Con un sólido acompañamiento instrumental, Tantanián interpreta -en el sentido vocal, pero también teatral- cada una de las canciones que hilvanan una travesía que se detiene en estaciones; ellas abarcan una amplia paleta de sentimientos -el amor, el olvido, la crítica social, la alegría- que cubren la mayoría de las posibilidades de la existencia, y que demandan gran exigencia interpretativa.
Uno de los momentos más intensos es su ejecución del bellísimo poema de Rosalía de Castro, Negra sombra; o La muchacha del circo, de Romero y Matos Rodríguez. También resulta una creación el cruce entre El último organito, de Homero Manzi y Der Leiermann, de Schubert / Müller, demostrando una vez más, que la música puede derribar épocas, fronteras o estilos.
En esta ocasión, introdujo la novedad de incorporar a invitados especiales, por ejemplo, la compositora e intérprete Cecilia Zabala.
Tangos, milongas, valses, baladas o ritmos "pop", se suceden sin que los contrastes molesten. Y eso se debe a las cualidades interpretativas de Tantanián, que en cada ejecución encuentra el tono adecuado, la expresión que se ajusta al contenido. En otras palabras, a la teatralidad de cada presentación. Un camino que viene intensificando, como director, en sus puestas en escena de los últimos años. Si en Los mansos (2005) los actores hacían playback, en Los sensuales (2008), se atrevían a cantar, sin ser muchos de ellos cantantes.
Paralelamente, produjo la trilogía musical De lágrimas (2002), De protesta (2004) y De noche (2008), donde cada espectáculo se sostenía alrededor de un eje temático que organizaba los materiales seleccionados, de extracción culta o popular.
En todos los casos, queda demostrado que para conmover al espectador, no es suficiente el virtuosismo vocal, sino saber transmitir el concepto que cada tema encierra.