IUNA
 
número 3 | septiembre 2008
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01. 02. 03. 04. 05. 06. 07. 08.  

Publicaciones del campo intelectual, artístico y teatral  en la transición democrática

Fabiana Rosetti (IUNA)

 

I .Introducción y antecedentes

Desde los albores de la República, la cultura estuvo estrechamente asociada a la política, definiendo sentidos y ensayando respuestas a los grandes problemas del país. A través del periodismo y la literatura se definieron programas y cursos de acción con el propósito de incidir sobre la conflictiva  realidad argentina. En este sentido, basta recordar simplemente la figura de Sarmiento quien desde las páginas del Facundo señalaba la decadencia argentina y, a su vez, exponía la agenda, “su agenda” de modernización para superar los males del país.

A lo largo del siglo XX, la relación entre cultura y política en la Argentina fue inestable y muchas veces conflictiva. Ello motivado por la existencia de democracias débiles, tuteladas por los sectores de la reacción. Pese a la importancia excepcional que tuvieron los intelectuales en tanto hacedores de producciones culturales y “pensadores” de la problemática del país, fueron subestimados por los gobiernos y otras veces sospechados por sus posiciones liberales y de izquierda.

El intelectual, desde su función crítica e impugnadora de un estado de cosas, incomodó a los sucesivos gobiernos conservadores y de facto, que buscaban legitimarse a través de un orden cultural hegemónico a través  del control de los medios de comunicación y/o la persecución lisa y llana de toda voz crítica. De allí, la aplicación de políticas maccarthistas por parte de gobiernos con democracias débiles o de facto, que se traducía en la existencia de “listas negras” y otro tipo de amenazas y de persecución.

Los años sesenta y setenta fueron de compromiso y de acción. Los géneros discursivos, como el ensayo y la ficción, el periodismo y la dramaturgia, daban cuenta de los problemas irresolutos del país y estaban poblados de signos inconformistas, rebeldía y transgresión.

En ese mundo contestatario (en que la historia parecía alcanzar su punto culminante de autorrealización) y en que el discurso dominante se teñía de acción, la figura del intelectual se modulaba con la del militante, el activista, el cuadro, en tanto conciencia actuante, plena de compromiso.

Hasta mediados de los años setenta, momento en que comienza la represión de la Triple AAA y la persecución material y simbólica de los representantes de la cultura, el campo cultural estaba articulado por las izquierdas y el peronismo en relación directa con los sectores populares. El ideal que se imponía era el del intelectual comprometido con el pueblo y de allí que todas las producciones culturales estuvieran dirigidas y aun mismo tiempo condicionadas por ese objetivo: ejemplo de ello, eran las representaciones teatrales en villas miserias por grupos de teatro independiente y la producción del Cine Liberación (Solanas, Getino, La Hora de los Hornos), que deliberadamente planteaba su obra en lucha contra la cultura del sistema y se proclamaba al servicio de la liberación nacional.

Las revistas culturales constituyeron un género tradicional como ámbito de reflexión, debate y producción del campo intelectual, acompañando las distintas etapas del acontecer socio-político de nuestro país. En este aspecto, tuvieron que sortear los diversos avatares de nuestra historia, coexistiendo con períodos de libertad de expresión y otros de censura y franca persecución.

La Argentina se caracterizó siempre por poseer una rica tradición en materia de re vistas y suplementos literarios Caras y Caretas (1898-1939), Martín Fierro (1924-1929), Sur (1931-1979), Contorno (1957-1959), etc., así como suplementos literarios de los diarios de mayor circulación, La Nación y Clarín, los cuales constituyeron los ámbitos  privilegiados de difusión cultural.

II. La dictadura

Durante el denominado “proceso de reorganización nacional” se puso en marcha un plan refundacional, basado en un diseño institucional orientado hacia la desconcentración del poder público, aplicándose un  “monolitismo institucional “ que dejaba en suspenso la mediación entre el gobierno y la sociedad; la instauración de un régimen basado en un Estado represivo; la eliminación física y persecución de los movimiento opositores; la supresión de los derechos políticos y sociales; el descabezamiento de los movimiento populares, así como la  desconfiguración de los diversos productos simbólicos culturales de la sociedad, que. en su conjunto, tuvo como resultado la erradicación de la Racionalidad Política de la sociedad, definida ésta como un modo de la sociedad de resolver sus conflictos, a través de la política entendida como “posibilidad”.

En este contexto, las condiciones del “producción intelectual” en el campo cultural y artístico bajo la dictadura eran restrictivas sino totalmente nulas. El contexto represivo se reflejó en las universidades, en espacios culturales oficiales y en la sociedad civil en general.

La censura fue ejercida en distintos ámbitos, principalmente en el cine, y la existencia de listas negras de artistas y obras culturales, actuaron como forma amendrentadora de toda producción artístico-cultural.

Durante la dictadura, la cultura – como espacio de resistencia-1 encontró vías alternativas de expresión tanto en el país como en el extranjero.

En el ámbito nacional, en un contexto de censura y opresión cultural,  y reflejando el “enclaustramiento” a que se debieron someter los intelectuales, surgieron publicaciones disidentes, tales como Punto de Vista(1978), Nova Arte (1978/80),Ulises (1978), El Ornitorrinco (1977/87), dirigida por el escritor Abelardo Castillo entre otros, siendo intentos de resistencia que, con el inicio de la democracia, no consiguieron articular propuestas superadoras.

En el exterior, cabe mencionar especialmente a la revista Controversia (1979/81), que nucleó a un grupo de intelectuales exiliados en México provenientes de la izquierda marxista y del peronismo revolucionario (José Aricó, N.Cassullo, O.Terán, Juan Carlos Portantiero, entre los más significativos) quienes habían participado en su momento, en dos emblemáticas publicaciones como Pasado y Presente (Córdoba,1963/65) y Los Libros (1966/76), de aparición mensual y dirigida por Héctor Schmucler. 2

Los escritores y pensadores que integraron Controversia se plantearon la urgencia de una reconsideración crítica de sus pensamientos y el reconocimiento del fracaso como única forma posible de repensar una agenda cultural en tiempos de democracia. Los catorce números aparecidos de la revista se centrarán en esa revisión crítica, en especial, la tradicional querella entre “populistas” y “socialistas”, la historia ideológica del peronismo desde 1955 en adelante,  y la posibilidad de su regeneración como alternativa reformista y nacional de izquierda en la vida partidaria del país. Controversia representó, entonces, un espacio donde se repensó el peronismo, con el afán de recuperarlo como movimiento nacional a partir de sus banderas esenciales y “aggiornándolo” a través de sus vertientes progresistas y democráticas.

Otras publicaciones relevantes del período constitutivas de un discurso disidente fueron Humor (1978) cuya crítica velada al régimen se traducía en clave de sátira y humor, y El Porteño (1982/93) que apareció en un momento de relativa relajación de la censura motivada por la Guerra de Malvinas.

Como un intento continuador de la revista Los Libros (que en su momento representó el principal medio independiente del campo cultural de la izquierda argentina), la aparición de la revista Punto de Vista, bajo la conducción de Beatriz Sarlo y la colaboración de Ricardo Piglia, María Teresa Gramuglio y Hugo Vezzetti, entre otros, representó un avance desde posiciones de resistencia hacia la constitución de un espacio de debate, poniendo en circulación discursos de crítica cultural y teoría literaria, sociológica e histórica que implicaban una ruptura frente a los discursos autoritarios provenientes tanto de la política como de la cultura

En las páginas de Punto de Vista se procedió, en forma deliberada, a una relectura de la tradición literaria argentina y, con ese fin, se reinterpretaron temas y autores hasta entonces demonizados por la izquierda cultural. Es así que Punto de Vista revisó, a través de un nuevo paradigma de lectura, la obra literaria de Sarmiento, José Hernández, Martínez Estrada, Borges y las vanguardias.3

III. La apertura democrática.

La propuesta de renovación de Alfonsín mereció el apoyo de amplios sectores medios que deseaban creer en el inicio de una “primavera democrática”. El alfonsinismo aspiraba a un cambio en los alineamientos y clivajes sociales y culturales presentes en la política argentina desde los años 40 que se imaginaba factible en virtud de la crisis del peronismo, y que debía conciliar en el radicalismo  las demandas de libertad y justicia social.

En el diagnóstico de la crisis, los problemas económicos parecían por entonces menos significativos que los políticos: lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los medios auténticos de representación de la voluntad ciudadana. En este sentido, el gobierno atribuyó una gran importancia simbólica y real a la política cultural y educativa destinada, en el largo plazo, a remover el autoritarismo que anidaba en las instituciones, las prácticas y las conciencias. En el plano de los estudios superiores, la urgencia de la democracia estuvo principalmente reflejada en el respeto de la autonomía universitaria y en la reorganización y normalización de los claustros, que se vieron beneficiados con la presencia de numerosos académicos y profesionales vueltos recientemente del exilio.

De este modo, coincidiendo con los deseos de la sociedad de participación y de ejercicio de la libertad de expresión y de opinión, largamente postergada, las consignas generales fueron la modernización cultural, la participación amplia, y sobretodo, el pluralismo y el rechazo de todo dogmatismo.

En el marco de la propuesta democrática alfonsinista tuvo especial significado, en particular durante los primeros años de gobierno, la recuperación del intelectual como heraldo de posiciones socialdemócratas, no sólo en las cuestiones de los derechos humanos y el Juicio a las Juntas Militares, sino también en la interpretación teórica del momentum histórico. Esta circunstancia se da en paralelo a un corrimiento ideológico desde el marxismo revolucionario (característico de los sesenta y setenta) al socialismo democrático o francamente liberal, perdiendo actualidad la noción pretérita del intelectual “sartreano” comprometido con su tiempo y con la lucha social revolucionaria.

En este contexto, la integración de las nuevas generaciones culturales-intelectuales estuvo más orientada a la temática de los derechos humanos, a la memoria del exterminio y del arte, que a la militancia política con identidades precisas, no estando dispuestas  a asumir las problemáticas de las vanguardias de los años sesenta y setenta.4

 

El inicio de la democracia coincidió con el auge del postestructuralismo, el advenimiento de la era posmoderna, la crisis de los socialismos reales y de la urgencia de las reivindicaciones identitarias; dichas problemáticas fueron asimiladas por nuestros intelectuales (algunos recién vueltos del exilio) quienes, tras el levantamiento de las censuras y proscripción, se abocaron a debatir estas cuestiones. Justamente, uno de los principales efectos ocurridos en la esfera cultural a partir de la democratización de 1983, fue la generación de un debate que discurría entre la importancia simbólica y real que debía adquirir la política cultural y educativa y las nuevas pautas del modelo de la industria cultural.5

Los esfuerzos iniciales a favor de una democratización de la cultura política y la convocatoria y participación de numerosos intelectuales, en gobierno de Alfonsín, no resultaron suficientes para contrarrestrar formas de liderazgo populista, marcados más por el decisionismo y la “real politik” que por reglas de juego democráticas.6 Tal fue el caso de la cuestión militar que, con las leyes de Obediencia debida y Punto Fina, sumados a los problemas económicos, generaron una gran frustración -”ilusión y desencanto”- en amplios sectores de la población y en la creencia de la posibilidad regeneradora de la democracia, o dicho de otro modo en las limitaciones de la misma.

En líneas generales, la política cultural del gobierno radical de la transición democrática impuso una fuerte idea de democratización, pero no tuvo en cuenta las condiciones estructurales e ideológicas que imposibillitaron un replanteo real en cuanto a la relación entre los diferentes sectores de la sociedad y la cultura. Pese a ello, la política cultural desplegada en ese período fue exitosa en el sentido de democratizar los canales de acceso a los bienes culturales en beneficio de un mayor porcentaje de la población.

IV. Las publicaciones.

En este clima de apertura, se verifica la expansión de publicaciones, no sólo en cantidad sino en diversidad temática y disciplinaria acompañado por una modernización o “aggiornamiento” respecto a los tópicos de debate.

Se plantea, entonces, la necesidad de una revisión crítica del paradigma marxista para producir un nuevo pensamiento a tono con la socialdemocracia europea y con las demandas de una sociedad democrática; este nuevo paradigma posibilitaría la superación de viejos antagonismos y la creación de nuevos espacios de reflexión.

            La recolocación de Punto de Vista produce tensiones en otros sectores de la izquierda que se niegan a realizar los mismos desplazamientos ideológicos y que tendrán como medio de difusión a una serie de publicaciones, de corta existencia, dirigidas a un espectro de lectores generacionalmente más joven, tales como Pie de página (1983-85), Mascaró (1984/86) y Praxis (1983/86), entre otros. La línea de dichas publicaciones acusará su origen desde las revistas de disidencia a la dictadura militar y se mantendrá, durante  el período democrático, bajo las consignas de la izquierda marxista.

Otras publicaciones importantes del período fueron La Ciudad Futura (1986- 2003), fundada por José Aricó y dirigida por Juan Carlos Portantiero y Jorge Tula, revista cultural, de existencia relativamente prolongada, cuyo enfoque se centraba en el tratamiento de diversas problemáticas a través del análisis de destacados pensadores.  Por su parte la revista Unidos (1983/1991) 7 continuidad de Vísperas, desde el campo nacional-popular  tendrá una perspectiva político-cultural, que como Ciudad Futura integrarán importantes intelectuales y universitarios de retorno del exilio a partir de 1983.

 

Asimismo, las nuevas condiciones en el campo de la cultura, en especial en el periodismo, posibilita la aparición de las siguientes publicaciones:  Caras y Caretas, El Periodista; Debates en la sociedad y la cultura (1984/1985) dedicada alas ciencias sociales y dirigida por Jorge Balán;  Espacios de crítica y producción (Filosofía y Letras, UBA), Mutantia y Zona de lucidez implacabe, referida a temas  ecológicos y dirigida por Miguel Grimberg; la segunda y tercera época de Crisis ;Clásica (música); : Conjetural (1983) dirigida por Jorge Jinkis y  Zona erógena, dirigida y editada por Fernando Urribarri, ambas sobre temas psicoanalíticos y sobre temas propiamente literarios Diario de Poesía (1986) y Puro Cuento (1986) dirigida por Daniel Samoilovich y Mempo Giardinelli, respectivamente.

                                                                                      

Hacia finales de los ochenta aparece la revista Babel (1988-91) que, pese a su corta existencia, constituyó una bisagra hacia los noventa. La revista, que reunió a una nueva generación de escritores e intelectuales 8, reflejó la transmutación producida en el campo del pensamiento cuyo inicio tuvo lugar con el fracaso del proyecto cultural alfonsinista hasta llegar a la “falta de ideas” del período neoliberal menemista.

Babel posibilitó, asimismo, una reforma de la tradición literaria intelectual,  situándose en una zona de cruce entre la línea del pensamiento sobre la crisis de la modernidad con una crítica de la izquierda intelectual. La revista editó 20 números, bajo la dirección de Martín Caparrós y Jorge Dorio y contó con la colaboración de intelectuales y escritores de diversas franjas generacionales e ideológicas, Daniel Guebel, Alan Pauls, Horacio González, César Aira, Nicolás Cassullo, Horacio Tarcus, Beatriz Sarlo, Héctor Schmucler, José Aricó, Ricardo Sidicaro, entre otros.

IV. 1. Revistas especializadas en teatro.

En el campo de las revistas especializadas en teatro, podemos mencionar, desde una variable cronológica las siguientes publicaciones:

En octubre de 1980 aparece el primer número de la revista del Teatro Municipal General San Martín. Buenos Aires, cuyo editor responsable era Kive Staiff y con dirección de Jorge Araóz  Badii, y asesoría literaria de Luis Gregorich. A partir de 1983, Gerardo Fernández dirige la publicación. La calidad, trayectoria y refinamiento en su edición, define a  esta publicación como  fundamental para recorrer el teatro argentino en su historia como así también en los dedicados trabajos realizados a partir de las obras de temporada que ofreciera el Teatro. Por sus páginas pasaron colaboradores tales como Gerardo Fernández, Antonio Rodríguez de Anca, Jorge Laffourgue, Luis Ordaz, Griselda Gambaro, Francisco Javier, Ernesto Schoó, Raúl Castagnino.

La revista Teatro Abierto, de salida trimestral, hace su aparición en Buenos Aires, en  octubre  de1982. Con la dirección general de Ricardo Monti y la dirección técnica de Carlos Pais, contó con la asesoría de actores y autores de la talla de Alfredo Alcón, Heddy Crilla, Griselda Gambado, Jaime Kogan, Carlos Gorostiza, entre otras destacadas presencias, y con un equipo de redactores de renombre tales como Maximo Soto, Mauricio Kartun, Roberto Perinelli, entre otros.

La publicación fue proyectada en el marco de un hito fundamental de la historia del teatro argentino como fue Teatro Abierto – bastión de resistencia cultural y de expresión popular – en contra de la dictadura.

En el primer y finalmente único ejemplar aparecido de la revista, la dirección destacaba como objetivos fundamentales el detalle trimestral de las actividades teatrales en nuestro país, el relevamiento histórico del teatro argentino, a través de la programación de investigaciones históricas, la asistencia a la formación teórica, mediante la colaboración de investigadores y críticos literarios, la creación de un espacio a los artistas el intercambio de opiniones o planteo de  cuestiones en debate.9 Se manifestaba  abierta a todas las corrientes teatrales argentinas y foro de las más variadas experiencias estéticas, con el convencimiento de constituir un valiosos aporte en la apertura democrática y la recomposición de la esfera pública en el país.

En este histórico número, se reseñaban trabajos de la talla de Mauricio Kartún, Máximo Soto, Nora Mazziotti y el texto completo de “Ya nadie recuerda a Frederic Chopin” de Roberto Cossa.

Revista de Estudios de Teatro. Instituto Nacional de Estudios de Teatro. (Buenos Aires, segunda época, 1984-1986) Director del Instituto: Osvaldo Calatayud.

Esta publicación, sin lugar a dudas, representó un claro ejemplo de reconfiguración  de la institucionalidad democrática que, en términos culturales, se operó en lo específicamente teatral .La recomposición del Estado democrático, a través de uno de sus organismos, la Secretaría de Cultura de la Nación, llevó adelante la publicación de una revista  dedicada al campo teatral argentino desde una perspectiva histórica y   contemporánea.

La revista contó entre sus principales colaboradores a Osvaldo Pelletieri, Jorge Dubatti, Raúl Castagnino, Teodoro Klein y Beatriz Seibel, entre otros.  Entre sus números principales se destaca el dedicado al Centenario del estreno de Juan Moreira (Nº 13, 1986) que incorporaba la versión de la obra de 1891 como así también el del Efemérides del Teatro Nacional (N·14,1986) que consistió en  una rigurosa compilación histórico-teatral argentina, con abundancia de bibliografía y fines claramente didácticos  como rezaba su introducción. Siguiendo en la misma línea de divulgación y propósitos didácticos, el Instituto publicó, los Cuadernos  de Divulgación, con recopilaciones de materiales obtenidos en ocasiones de Seminarios.

Espacio de Crítica e Investigación Teatral (1986/1993), publicación fundada por FUNDART (Fundación para el Desarrollo de la Creación Artística) y dirigida por  Osvaldo Quiroga y Eduardo Rovner. Obtuvo el premio Ollantay, otorgado por el CELCIT (Venezuela, 1989) y el premio Leónidas Barletta (1990).

Por sus logrados números, pasaron destacables colaboradores nacionales  tales como: Luis Ordaz, Ricardo Monti, Carlos Pacheco, Susana Anaine, Pedro Espinosa, Perla Zayas de Lima, Osvaldo Pelletieri, Francisco Javier, Roberto Cossa, Julia Elena Sagaseta, Beatriz Trastoy, Juan  Carlos Gené, Manuel Iedvabni, así como relevantes figuras del quehacer teatral internacional: Tadeusz Cantor (Polonia), Fernando de Toro y Carlos Genovese (Chile), Edilio Peña (Venezuela), Giorgio Strehler y Eugenio Brba (Italia), entre otros.

En su primer número de setiembre de 1986, la dirección de la revista bajo el rótulo de “Algunos Objetivos”, delineó sus propósitos básicos: “Pretendemos ser un espacio a las opiniones de críticos, investigadores, dramaturgos, directores, escenógrafos, intérpretes y otros relacionados con el quehacer teatral. También intentamos ser un lugar destinado a la confrontación de ideas y tendencias, al intercambio de propuestas, al debate, a la polémica y la reflexión.(…) La permanente autocrítica y el adherir a una Estética que exprese las complejas y no siempre racionales relaciones de nuestro mundo cotidiano, son también objetivos nuestros”.10

Esta revista, de salida semestral, recorría con rigor y calidad conceptual y poética, trabajos históricos de teatro, trabajos críticos y filosóficos del arte así como Congresos y Festivales de carácter nacional e internacional. Encuadrada en el contexto de la época, tenía una mirada latinoamericana y federalista del teatro vernáculo en el marco de  un permanente intercambio y diálogo con el  mundo teatral europeo.

A partir del Nº 3  aparece la sección Breves de Teatro que ofrecía una agenda de los espectáculos teatrales nacionales e internacionales del país así como una sección dedicada al teatro en las provincias, en el Nº 5, la carta de Lectores posibilitó el intercambio de opiniones con su público lector.

En todos los números de la revista, se publicitaba la enseñanza teatral, a través de la difusión de una gran cantidad de escuelas y talleres destinados a la formación de actores.

Es de destacar el ejemplar aparecido  durante el año 4 de la publicación,

 Números 6 y 7 de Abril de 1990, que estuvo dedicado principalmente a “la palabra teatralidad” y que contó con la participación de otras revistas nacionales e internacionales: Teatro de Argentina, Actuemos de Colombia, Conjunto Tablas de Cuba, Apuntes de Chile, Latin American Theatre Review  Gestos de Estados Unidos y El Público primer acto de España.

En 1987, reaparece en su tercera época, la revista Argentores, publicación oficial de la Sociedad General de Autores de la Argentina, bajo la dirección de Roberto Talice.

En la misma aparecen consignadas las autoridades, su Junta directiva y sus Consejos Profesionales de Teatro, de Radio, de Cine y de Televisión. En las palabras liminares de su primer número expresaba, como reflejo de la situación de crisis institucional que vivía el país, lo siguiente: “ARGENTORES reinicia la edición de su revista en un momento conflictuado y conflictivo, bien distinto por cierto de la paz octaviana que encontrara en sus anteriores etapas”  haciendo , asimismo, un llamado de colaboración “ de todos aquellos que sientan amor por esa eterna pasión de la humanidad que es el Teatro, en todos sus avatares antiguos y modernos”.11

El primer número de reaparición consistió en un verdadero homenaje al teatro con la imagen en su portada de las máscaras clásicas de la tragedia y la comedia, la publicación del original de la primera edición en París de Ubu Rey de Alfred Jarry y dibujos sobre el teatro oriental y sus máscaras.

En 1987, la revista también se hizo eco de las discusiones y debates acerca de la Ley del Teatro, en tratamiento por esos días en el Congreso Nacional.

Teatro, publicación semestral editada por el Centro Latinoamérica de Creación e Investigación Teatral – CELCIT- aparecida en setiembre de 1990. Su director, Carlos Ianni, contará con la colaboración de un prestigioso Consejo de Redacción ( Juan Carlos Gené, Francisco Javier, José Monleón, entre otros), y con un Consejo Asesor integrado por Eugenio Barba, Osvaldo Dragún, Patrice Pavis, Eduardo Rovner y autores. La revista continúa publicándose y puede ser “bajada” por Internet.

A modo de conclusión, se puede afirmar que en el marco  de  la apertura democrática  operada en nuestro país, la circulación de revistas aportó en calidad y diversidad a la reconfiguración de lo público, recomponiendo los canales clásicos de divulgación para la reflexión, la crítica y el debate.

Es de destacar que, en la actualidad, asistimos a una flexibilización del espacio público y de acceso a los bienes culturales producida por las nuevas redes tecnológicas las que universalizan la difusión del mensaje y operan como macroesferas de comunicación.

En definitiva, la afirmación de la esfera pública nacional y su reordenamiento  a escala multinacional12 ha generado como consecuencia inmediata una cierta democratización de los canales de acceso a los bienes simbólicos culturales en beneficio de un mayor porcentaje de la población. Por eso mismo, es dable pensar que frente a la realidad de la globalización y la existencia ineludible de los mass-media, se impone  la continuidad  de políticas culturales de divulgación, con el prurito puesto en lo universal y a la vez jerarquizando los contenidos. En este aspecto, las revistas culturales siguen siendo más indispensables que nunca.

 

 

Bibliografía.

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Cassullo, Nicolás. (2007) Las cuestiones. Buenos Aires, F.C.E.

García Canclini, Néstor. (1999) Las industrias culturales en la integración latinoamericana. Buenos Aires, EUDEBA.

Patiño, Roxana. (2006)  Revistas Literarias y culturales argentinas de los ´80. España, Asociación Argentina de Revistas Culturales.

Sarlo, Beatriz. (1994) Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Buenos Aires, Ariel.

Suriano, Juan. (2003) Nueva Historia Argentina. Dictadura y Democracia. Tomo IX. Buenos Aires, Ed. Sudamericana.

Tarcus, Horacio (ed.)( 2007) Catálogo de revistas culturales argentinas. Buenos Aires, Ce.Din.Ci.

Wortman, Ana. (2002)” Vaivenes del campo intelectual político cultural en la Argentina”. En: Daniel Mato (coord.): Estudios y Otras prácticas Intelectuales Latinoamericanas. Caracas, CLACSO, Universidad Central de Venezuela.

Revistas Teatrales.

Argentores. Buenos Aires. 3· Epoca. (1987-1988)

Cuadernos de Divulgación. I.N.E.T, Buenos Aires, (1987-1988)

Espacio de crítica e investigación teatral. Buenos Aires. Ed. Espacio, (1986-1990)

Revista de Estudios de Teatro. I.N.E.T, Buenos Aires, (1986-1987)

Teatro Abierto. Buenos Aires. (1982)

Teatro. CELCIT., Buenos Aires, (1990)

Teatro. Teatro Municipal Gral. San Martín. Buenos Aires, (1980-1985)



1 Brunner, José J (1992) América Latina: cultura y modernidad. Grijalbo, México

2 Otras publicaciones argentinas de carácter cultural en el exilio: Comunicación y Cultura. México, (1978-1984) Dir.: Héctor Schmucler  y  Testimonio Latinoamericano.Barcelona,( 1980-1983) Dir.: Alvaro Abós, Jorge Brugalat y Hugo Chumbita, sólo los dos últimos números.

3 Patiño, Roxana. (2006) Revistas Literarias y culturales argentinas de los 80. Asociación Revistas Culturales, España.

4 Cassullo, Nicolás. (2007) Las cuestiones. F.C.E., Buenos Aires.

5 Wortman, Ana. (2002)” Vaivenes del campo intelectual político cultural en la  Argentina”. En: Daniel Mato (coord.): Estudios y Otras prácticas Intelectuales Latinoamericanas. Caracas, CLACSO, Universidad Central de Venezuela.

6 Wortman, Ana. (2002) Ob. Cit.

7Unidos. Dir.: Carlos Chacho Alvarez, a partir del N· 20 cambia por Mario Wainfeld.

8 (2) El núcleo central de Babel había conformado antes el equipo de redacción de Tiempo Cultura, el suplemento cultural del diario Tiempo Argentino (1982-86), que operará como instancia modernizadora y de foro de temas clave del pensamiento contemporáneo.

9 Teatro Abierto. Buenos Aires, N 1, Octubre de 1982, p.1

10  Espacio de crítica e investigación teatral. Buenos Aires, Año I, N· 1, Setiembre de 1986, p.5

11 Argentores. Buenos Aires, 3· Epoca, N· 1, 1987, p.3.

12 García Canclini, Néstor. (1999) Las industrias culturales en la integración latinoamericana. Buenos Aires, EUDEBA:

 
 
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