IUNA
 
número 3 | septiembre 2008
artículos
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Habíamos estado en contacto con César Brie y nos había prometido un artículo para la revista. Pero su trabajo no le dio respiro para hacerlo, sin embargo quiso cumplir y nos envió el siguiente email: "Les mando un texto de adaptación de Ulises al tema de los emigrantes, que forma parte de mi nueva obra que se estrenará en Noviembre (La Odisea). En el viaje de Ulises aparecen, en esta parte los monstruos: Escila, Caribdis, Polifemo y Antífates". Estamos agradecidos por permitirnos participar, en parte, de su nueva experiencia escénica y compartimos el hecho con nuestros lectores.

La Odisea

César Brie


ULISES:
Mi nombre es Ulises
Luego de quemar la ciudad de Troya
Cada uno zarpó rumbo a su destino.
Yo partí de Troya, viajando en camiones y a veces a pie.
Dejé atrás Perú, también Ecuador y llegué a Colombia.
Allí trabajé en los cafetales.

De Colombia fuimos ocultos en lancha
hasta Guatemala. Éramos cuarenta,
Navegamos lejos, el alma angustiada,
llegamos a un golfo llamado Caribdis,
remolinos de agua hechos por un río
y el mar que se opone en una corriente
que traga y escupe. Ya estábamos cerca
cuando aparecieron botes guardacostas.
El que nos llevaba, que habíamos pagado,
empuñando un rifle nos arrojó al agua.
Algunos se hundieron, no sabían nadar.
Los demás luchamos contra ese reflujo
que todo tragaba, hasta que logramos alcanzar la costa.
Quedábamos quince. Teníamos frío,
habíamos perdido todas nuestras cosas.
Habíamos perdido a los compañeros.
Los imaginé debajo del agua,
los brazos sin fuerza, las piernas inertes, las bocas abiertas,
llamando a los suyos sin sonido alguno,
Allá en su casa todavía esperan alguna noticia.
La madre, el hermano, el padre o el hijo
Nunca lo verán. ¿Dónde se perdió? Tal vez esté vivo.
Con esa esperanza seguirán temblando cada vez que escuchen
sonar el teléfono, o abrirse la puerta.
Es él! se dirán. No es él, él se ahogó
pero no hubo nadie que se los contara.
Esperan a un muerto. Los muertos no vuelven.
En el sur de México vi una procesión.
Sudamericanos, centroamericanos
Cada día cruzaban de a mil la frontera
yéndose hacia el norte, a Estados Unidos
Hasta Arriaga fuimos, siguiendo los rieles desde Guatemala.
Ocho días de viaje, sin ninguna ayuda.
A merced de todos: mareros, ladrones.
Extorsión continua de la Policía, ejército y "Migra".
En La Arrocera, cerca de una base,
son los militares los que nos asaltan.
Una adolescente quedó demorada
dentro de un retén. La violaron todos.
Desde el oficial hasta los conscriptos.
La echaron después. Pero la pagaron:
50 dólares había ganado.
Un dólar por hombre, dos días de infierno.
Quedó embarazada. Tiene quince años.
Por ahí debe andar a punto de parir.

A través de un puente, entramos a Arriaga.
Vamos a las combis buscando un pasaje
Y los conductores nos sacan dinero
para no entregarnos a la policía.
Marcan los boletos en la terminal
y al salir del pueblo, control policial,
la Judicial baja a los que tenemos
boletos marcados. Así nos robaron.
Nos amenazaron: "Acuérdense mierdas que no es su país".
Llegamos a Arriaga buscando a la bestia: Antífates FIT,
Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec.
Transporta cemento, combustible, aceite
Cacao y madera hasta Veracruz.
Son trenes de carga, nadie sabe el día en que pasarán.
Apenas afuera, frente a la estación está el cementerio.
Allí lo esperamos, junto con los muertos
pasamos la noche velando a la bestia.
Se van creando grupos. Hasta 400, a veces 500.
Nos vamos mezclados nicas, hondureños,
guatemaltecos con salvadoreños
Te prestas dinero y haces la llamada:
Uno:"Hasta aquí llegué"
Otro: "Mándenme dinero"
Otro: "Me voy a cuidar"
Ulises: Se aparece un cura, quiere conversar:
Le hacemos preguntas:
Uno: ¿Exorcismos, hace?
Otro: ¿Será que es verdad el Código ese, el de la película?
Otro:¿Porqué no se casan ustedes los padres?
Otro:¿El papa Juan Pablo, era como un dios?
Otro:¿Si uno se la roba pierde su poder el agua bendita?
Otro:¿El demonio hará dar vueltas el cuello
como en ese filme con el exorcista?
Ulises: El padre nos habla de Cristo y del Reino,
de unión y de ayuda, sostiene que Cristo
todavía en pañales ya era un migrante
Buscamos en mapas. Distancias y rutas,
cómo se va al norte, cómo se va al norte.
La bestia aparece en la oscuridad,
Con sus dos faroles que iluminan todo:
los rieles, los sueños, la selva, los ríos.
A veces va fuerte, corres a treparte,
pero te recuerdas casi en techniocolor,
así de bonito, los hijos que tienes,
por ellos viniste, y la dejas ir,
Aunque siempre hay quien arriesga y pierde
la pierna, la mano cuando no es la vida
que se va en pedazos que la bestia escupe.
De golpe aparece al lado de la vía un carro con café.
O algunas mujeres que arrojan panes a los que pasamos.
No las conocemos y no nos conocen. Les gritamos gracias.
Mujer: que vayan con dios.
Habíamos apenas subido 200 al ferrocarril,
cuando a darnos caza se trepó "la migra".
Todos escapamos. Uno resbaló, tropezó en las vías.
La Bestia siguió, le cortó el pie.
Así lo arrastramos hasta los arbustos. A nada sirvió.
Los polis llegaron y nos capturaron.
Nos dieron con palos. Nos robaron todo.
Zapatos, el cincho, camisa, pantalón.
Y la medicina para el mutilado:
tragarse entero un frasco de champú.
Nos abandonaron.
Trepamos de nuevo,
después de once horas colgados del tren
sin poder comer, sin poder dormir, otra vez paramos.
Quedábamos quince y éramos quinientos.
Al monte nos fuimos a esperar que al alba pasara otro tren.
Habíamos avanzado cuatrocientas millas.
Faltaban dos mil.
Teníamos hambre, teníamos sueño, teníamos frío, teníamos sed.
Juntamos la plata y a ocultas compramos
tortillas, sardinas y alguna cerveza.
Treinta días tardamos en salir de Chiapas.
Uno: De Chiapas a Oaxaca.
Otro: A Matías Romero.
Otro: De allí a Medias Aguas,
Ulises: luego a Veracruz, Puebla y el distrito,
Otro: la ciudad de México.
Otro: Y un día se llega a la puerta del infierno:
Otro: San Luis Potosí.
Los vagones tienen algunos graffitis.
En uno aparece la cifra de la bestia: 666.
Polifemo Blacky, jefe de la mara de La Salva Trucha.
Tres veces al fresco allá en California:
vendía cocaína, me pude escapar.
Mara Salvatrucha. Mi himno y mi lema:
"Quiero vida loca, sexo plata y droga".
Tatuaje en el pecho:
"Perdón madre mía".
Lágrimas tatuadas por cada prisión
y por cada muerto una calavera.
Controlamos trenes, robamos, asaltamos
Si hallamos mujeres, el peaje es violarlas.
(a un hombre que aparece)
¿Quiénes son ustedes, de dónde han llegado?
Hombre: Vinimos de Troya, Ecuador, Bolivia,
Vamos hacia el norte por gracia de Dios, no nos haga daño.
Polifemo: ¿Por gracia de quién? ¿De qué Dios me hablas?
Mi Dios es mi fuerza, yo hago lo que quiero.
Ulises: De pronto aferró a un compañero, lo alzó y arrojó debajo del tren.
Reventó en las ruedas y salpicó a todos.
Polifemo: Rica esta cerveza. ¿Cómo es que te llamas?
Ulises: Mi nombre no importa. Aquí somos nadie.
Polifemo: para que no digan que yo no agradezco te haré un regalo.
Ulises: ¿Cuál es el regalo que me vas a hacer?
Polifemo: Cada día de viaje, me traerás cerveza, y cuando no lo hagas
Iré arrojando uno detrás de otro a tus compañeros.
No podrás contarlo porque tu caerás al final de todos.
Ese es mi regalo, que todo lo veas, que tú sepas todo y no sirva a nada.
Ningún testimonio, ninguna memoria, excepto la mía, la del carnicero.
Relator: Estaba borracho. Se durmió en el techo. Al rato dormía toda la pandilla
atados entre ellos para no caer.
Tomé la botella que él había dejado. La rompí en el hierro,
Pasé a la carrera, la clavé de un salto en su único ojo
y seguí corriendo hasta otro vagón.
Se alzó con un grito, perdió el equilibrio. Trastabilló a ciegas y precipitó
arrastrando así a sus compañeros.
Se hicieron pedazos. Cabezas y troncos, las piernas, los brazos
iban rebotando en las vías del tren.
"¿No podré contarlo? ¿Ningún testimonio,
ninguna memoria excepto la tuya, la del carnicero?
Ahora lo cuento, ¿pero quién soy yo?
¿Soy el testimonio? ¿Soy el vengador?
¿Mi nombre no importa?
Ya se olvida uno el nombre de las cosas. Ya no hablas como antes.
Dices chingadera, lo chingo de aquí, la chingo de allá y pierdes el nombre
Nadie te conoce y te llamas Nadie.
CIRCE - Hades - Sirenas
Migrantes segunda parte
Ulises: Quedábamos pocos:
Uno: Yo iba a Chicago,
Otro: Y yo para Houston,
Otro 2: Nosotros a Miami
Ulises: Y yo para Itaca, estado de New York.
Uno: Llegó Monterrey,
Otro: después fue Reynosa
Otro 2: y el tramo final hasta Tamaulipas.
Ulises: Dos meses tardamos. Habíamos llegado de nuevo al principio.
A la otra frontera. A Escila, Arizona
Era primavera, los gringos partían en masa a Cancún…
nosotros llegamos en masa a su tierra.
También este cruce tiene temporadas: las altas, las bajas.
Con precios distintos, distintos peligros.
De un lado y de otro encuentras desierto. Allí hay que cruzar.
Una lagartija parece ese pueblo. Se llama Sasabe.
Pensiones baratas. Pasan camionetas que venden de todo:
Guantes, calcetines, mochilas y agua.
Ulises: Se llama coyote, pollero también,
el hombre que cruza por el desierto a los ilegales.
A veces maleante, también asesino,
no es raro el coyote que se coma al pollo,
le robe, abandone y se vuelva solo.
A veces honesto, te lleva al destino. Pero siempre caro.
Es cuestión de suerte, de suerte nomás.
Miguel: "También fui burrero",
"Cuatro días a Tucson, con 20 kilos
de la diosa blanca en una mochila.
Ahora vivo en Phoenix, mi mujer es gringa,
y tengo dos hijos, una casa grande y un Ford Navigator."
Ulises: Miguel es el nombre de nuestro coyote.
Lo encontré en el pueblo, siguiendo de noche
el olorcito de la marihuana.
Miguel: Siete mil les cobro, dos mil de adelanto antes de partir,
El resto a cuenta de lo que consigan.
Ulises: "¿Y si nos agarran?"
Miguel: "Problema de ustedes. ¿Confían o no?"
Ulises: Confiamos y no. No hay otro remedio.
Procesión.
Ulises: Como un rebaño, con los bules de agua, delante el coyote,
bajo un sol de infierno
pasamos la línea entre las fronteras.
Era un alambrado en medio de nada.
Aquí ya no sirven el muro, los perros, y los policías.
Aquí quien vigila es la arena ardiente, el sol y el calor,
Quijadas abiertas nos muestra el desierto.
Nos come, nos traga, oculta, protege,
nos mata, nos quiebra, nos hierve y delata.
Todos: Aquí estamos mister, looking for trabajo.
Welcome mis cachorros.
Miguel: De lejos vigilan los voluntarios del Minuteman.
Tienen largavistas. Camionetas y armas
para defenderse de tí que no tienes
la fuerza siquiera para respirar.
Patrullan en grupo, no son policías.
Son algo peor. Lo hacen por placer.
Defienden su patria de los miserables.
Si logran cazarte se fotografían contigo a su lado.
Safari de hombres. Y luego te entregan a la policía.
Hombre: Pero a veces no.
Si no les caes bien, te llevan muy lejos, dentro del desierto,
te quitan zapatos, el agua, el sombrero,
la ropa de abrigo, todos tus papeles
y allí te abandonan para que le implores
al sol que se cubra, se vaya, se oculte,
y luego en la noche, si aún estás vivo, ruegues por calor.
Pero son clementes.
Te dejan el tiempo para conversar,
Para despedirte de tu enamorada, tu hermano, tu madre,
para preguntarte: ¿Qué hago yo aquí?

Miguel: Tropiezas, te alzas, temblando de frío
sigues la huella de la camioneta,
Aparece el sol y tú lo bendices,
luego de media hora ya no puedes más.
Los pies hechos llagas, te sientas,
te duermes, sueñas que llegaste.
Por eso te encuentran con una sonrisa.

Ulises: Luego de dos días, ya muertos de sed, llegamos a un rancho.
Una camioneta oculta detrás.
Nos acomodamos luego de beber
La noche sin luna, marchamos al lado de la carretera.
Nos detenemos detrás de unas piedras
Voz: ¿Y ahora qué hacemos?
Miguel: Ahora esperamos.
Voz: ¿A quién esperamos?
Miguel: A los federales.
Cuando ellos nos pasen, nos vamos detrás.
Sin luz no se mueven.
Así todo el tiempo los estamos viendo.
Nunca se dan cuenta.
Aquellos que cazan los están siguiendo.
La luz que nos busca es la que nos guía. "
Uno: abran, ya no se respira
Otro: Si no hay ventanilla
Otro: ¿quien se tiro un pedo?
Otro: Nunca falta alguien que siempre aprovecha de estas situaciones y te toca el culo
Otro: Abajo, abajo
Otro: Callar y dormir
Miguel: Silencio, callen carajo.
Ulises: Silencio total hasta que llegaron.
Nos fuimos detrás a sólo cien metros, comiendo su polvo.
Al rato notamos un resplandor que venía de frente.
Miguel: De prisa, al desierto, es la otra patrulla.
Ulises: Con la misma arena cubrimos el carro.
Miguel: "Nos hemos ahorrado unas treinta millas"
Ahora a caminar.
Ulises: Hicimos a pie 40 kilómetros de puro desierto.
Miguel: Así te lo aprendes, te lo grabas todo.
No pasas dos veces por la misma ruta. Sabes dónde vas,
pero es otra pista cada vez que la haces. Jamás es la misma.
Ulises: Hay quince mil hombres de la policía que cazan migrantes.
Y el muro que han hecho, como esa muralla
que hicieron los chinos, ya tiene mil millas.
La tercera parte de esta frontera.
Relator 4: Oímos ladridos.
Miguel: Esa es la patrulla, los perros de Escila.
Ulises: Miguel saca carne de su mochila. La rocía con algo,
luego va dejando como pulgarcito un rastro detrás.
Miguel: "Es pimienta, cuate, mezclada a mostaza".
Ulises: A lo lejos vemos llegar a los perros.
Aterrorizados vemos que Miguel se aleja arrojando la carne detrás.
Los perros lo siguen, encuentran la carne y se la devoran.
Luego estornudan, aúllan y lloran. Pierden el olfato.
Cuando anochecía cruzamos el río. Domingo de Pascua.
Al rato encontramos un furgón oscuro.
Con ese furgón llegamos a Phoenix.
Y de allí en buses a nuestros destinos.
A empezar la vida de los emigrantes.
Están todos en el proscenio.
Ulises: "¿Se acaba? ¿Se acaba? ¿En esta orilla
finalmente acaba nuestra pesadilla?
"cuando esta se acaba, una nueva empieza".
Sueño americano. Lo llaman progreso,
Esta es una tierra de personas frías
que en nadie confían. Siempre tienen prisa,
Pasan la jornada cada uno en lo suyo.
Se arreglan la ropa
Ulises: ¿Y lo tuyo qué es?
Lo tuyo es vivir escondido siempre, trabajando duro por buena moneda.
Aprender inglés:
Todos: Yes sir, I can do,
Se acuclillan y esperan
Ulises: hacer los trabajos que los demás gringos no quieren hacer.
Peones de albañil, recoger tomates, trabajar la tierra,
juntar la basura, colar el acero en las fundiciones.
Bajar a las minas sacando carbón, o asbesto o estaño.
Leen una carta
Lo mismo que hacías allá en tu Bolivia, pero es otro el trato.
Así pasa el tiempo. Envías el dinero para tu familia.
Te mandan las fotos: "Ya está hecha la casa"
Cuando haya amnistía, estarás allí,
en la madrugada haciendo la cola,
a ver si perdonan tu primer pecado, tu entrada ilegal.
Se tocan la cara
Tal vez algún día te vuelvas persona, te otorguen la visa,
y tengas de nuevo el nombre perdido
hace muchos años encima de un tren,
cuando Antífates, rugiendo y jadeando
te arrastró hasta aquí.
Se cubren el rostro.
Nadie te llamabas, ahora eres Ulises
Ulises Mamani, Ulises Morales.
Guardan la carta, agitan un pañuelo y retroceden.
cada mes envías dinero a tu pueblo.
Tus hijos estudian con ese dinero
pero no los ves.
Te llega el video de su promoción, de su casamiento,
de su funeral.
Dicen que en la Iglesia han pueso una placa donde está tu nombre
Ulises Quispe, el benefactor.
Serás el pasante de la última fiesta.
Pero tú Ulises ¿Dónde estarás?
¿Dónde te quedaste? ¿Aquí o allá?
¿Es verdad que tienes un nombre de nuevo?
Tu casa, tu tierra, ¿la puedes nombrar?.
Cuando estás aquí, quieres regresar,
y cuando te vas, añoras volver.
"Ahora estoy bien, les dices a todos"
¿Pero por qué lloras si ahora estás bien?
Han quedado todos en el fondo semiocultos por las cañas que se han cerrado en cortina delante de ellos. Ulises se alza y lentamente atraviesa las cañas hasta unirse al grupo semioculto detrás. la luz se apaga lentamente
Fin del primer acto


 
 
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Departamento de Artes Dramáticas - IUNA / French 3614 / 1425 / Buenos Aires Argentina /
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