Los sensuales
Liliana B. López (IUNA)
Esta puesta en escena
generará, seguramente, una lectura muy diferente para los que se acercan por
primera vez a un espectáculo dirigido por Alejandro Tantanián, y para los
espectadores que vienen siguiendo sus trabajos. Probablemente, causará sorpresa
a los primeros. Mientras que para los segundos, entre los que me encuentro, Los
sensuales1
da cuenta de la consolidación de un director, que lleva al límite sus deseos.
Y ésta es una palabra
clave para entrar en el mundo propuesto por la escena: el deseo es lo que
motoriza las acciones de los personajes, lo que atraviesa sus cuerpos y pone en
juego hasta sus propias existencias. Engañosamente distribuidos en tres
“casas”, cual clanes identificables, sus vínculos rebosan esta división social,
que detona a partir del asesinato de Teodoro Tigrov (Ciro Zorzoli): un crimen
que exige venganza, tal como en la tragedia griega, el drama isabelino o el
drama de honor español. Su amante, Odette Malheur (Stella Galazzi) clamará al cielo
(o al infierno) para su ejecución. A partir de este nudo, se desatarán
múltiples redes de pasiones descontroladas, vínculos incestuosos, relaciones
prohibidas o desengaños sin retorno. Los caracteriza la falta de medida: la
razón resulta derrotada por la pasión, que cuando desborda, estalla hecha
canciones. Y éstas, en muchos casos, están ejecutadas desde la competencia
interpretativa, más que desde el virtuosismo vocal. Este riesgo asumido por el
elenco, es la apuesta más fuerte del director, que en sus dos espectáculos
anteriores apeló al play-back (Los mansos, Y nada más) y a
un repertorio preexistente. En Los sensuales parece continuar con
parte del concepto probado por él en el exitoso ciclo De noche, donde
con el acompañamiento musical de Diego Penelas interpretó un variado
repertorio de canciones unidas por el vínculo entre lo nocturno y la pasión
amorosa.
En Los sensuales
se tejen historias a través de las canciones y de los diálogos, recuperando
el sentido etimológico de la palabra melodrama (teatro musical), pero
también flotan en el aire las huellas de los orígenes de la ópera, la
exaltación del sentimiento propia de los madrigales de Monteverdi, y la
melancolía romántica de Chopin y de Schumann. La puesta en escena construye una
lógica de lo sentimental a través de la apelación a los sentidos: cuerpos que
se desplazan en movimientos coreográficos, actuaciones exaltadas o
introspectivas según reclame la situación, climas eróticos o atravesados por
emociones diversas, colores y sonidos que arman y desarman avalanchas de
texturas que construyen su propio verosímil. El minimalismo espacial resulta
sostenido por el peso de las actuaciones, con códigos y recursos heterogéneos
que son aprovechados al máximo por el director.
1 Ficha técnica: Texto y dirección:
Alejandro Tantanian. Con: Ciro Zorzoli, Mirta Bogdasarian, Diego Velázquez,
Pablo Rotemberg, Javier Lorenzo, Nahuel Pérez Biscayart/ Eliseo Barrionuevo,
Stella Galazzi, Gaby Ferrero y Luciano Suardi. Escenografía y vestuario: Oria
Puppo. Luces: Jorge Pastorino. Coreografía: P. Rotemberg. Música: Diego
Penelas. Letras: A. Tantanian y Martín Tufró. Musicalización: P. Rotemberg, A.
Tantanian y D. Velázquez. Colaboración autoral: Nicolás Schuff y M. Tufró.
Entrenamiento vocal: Sebastián Holz. Asistencia de dirección: Mariano
Stolkiner. El Camarín de las Musas