IUNA
 
número 3 | septiembre 2008
información y críticas
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Los sensuales

Liliana B. López (IUNA)

Esta puesta en escena generará, seguramente, una lectura muy diferente para los que se acercan por primera vez a un espectáculo dirigido por Alejandro Tantanián, y para los espectadores que vienen siguiendo sus trabajos. Probablemente, causará sorpresa a los primeros. Mientras que para los segundos, entre los que me encuentro, Los sensuales1 da cuenta de la consolidación de un director, que lleva al límite sus deseos.

Y ésta es una palabra clave para entrar en el mundo propuesto por la escena: el deseo es lo que motoriza las acciones de los personajes, lo que atraviesa sus cuerpos y pone en juego hasta sus propias existencias. Engañosamente distribuidos en tres “casas”, cual clanes identificables, sus vínculos rebosan esta división social, que detona a partir del asesinato de Teodoro Tigrov (Ciro Zorzoli): un crimen que exige venganza, tal como en la tragedia griega, el drama isabelino o el drama de honor español. Su amante, Odette Malheur (Stella Galazzi) clamará al cielo (o al infierno) para su ejecución. A partir de este nudo, se desatarán múltiples redes de pasiones descontroladas, vínculos incestuosos, relaciones prohibidas o desengaños sin retorno. Los caracteriza la falta de medida: la razón resulta derrotada por la pasión, que cuando desborda, estalla hecha canciones. Y éstas, en muchos casos, están ejecutadas desde la competencia interpretativa, más que desde el virtuosismo vocal. Este riesgo asumido por el elenco, es la apuesta más fuerte del director, que en sus dos espectáculos anteriores apeló al play-back (Los mansos, Y nada más) y a un repertorio preexistente. En Los sensuales parece continuar con parte del concepto probado por él en el exitoso ciclo De noche, donde con el acompañamiento musical de  Diego Penelas interpretó un variado repertorio de canciones unidas por el vínculo entre lo nocturno y la pasión amorosa.        

En Los sensuales se tejen historias a través de las canciones y de los diálogos, recuperando el sentido etimológico de la palabra melodrama (teatro musical), pero también flotan en el aire las huellas de los orígenes de la ópera,  la exaltación del sentimiento propia de los madrigales de Monteverdi, y la melancolía romántica de Chopin y de Schumann. La puesta en escena construye una lógica de lo sentimental a través de la apelación a los sentidos: cuerpos que se desplazan en movimientos coreográficos, actuaciones exaltadas o introspectivas según reclame la situación, climas eróticos o atravesados por emociones diversas, colores y sonidos que arman y desarman avalanchas de texturas que construyen su propio verosímil. El minimalismo espacial resulta sostenido por el peso de las actuaciones, con códigos y recursos heterogéneos que son aprovechados al máximo por el director.


1 Ficha técnica: Texto y dirección: Alejandro Tantanian. Con: Ciro Zorzoli, Mirta Bogdasarian, Diego Velázquez, Pablo Rotemberg, Javier Lorenzo, Nahuel Pérez Biscayart/ Eliseo Barrionuevo, Stella Galazzi, Gaby Ferrero y Luciano Suardi. Escenografía y vestuario: Oria Puppo. Luces: Jorge Pastorino. Coreografía: P. Rotemberg. Música: Diego Penelas. Letras: A. Tantanian y Martín Tufró. Musicalización: P. Rotemberg, A. Tantanian y D. Velázquez. Colaboración autoral: Nicolás Schuff y M. Tufró. Entrenamiento vocal: Sebastián Holz. Asistencia de dirección: Mariano Stolkiner. El Camarín de las Musas

 

 
 
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