Decálogo – Primera parte
por Mónica Berman (IUNA-UBA)
El Centro Cultural Ricardo Rojas, a
través de su coordinador del Área de Teatro, Matías Umpierrez, propuso este año
una nueva experiencia: vincular los diez mandamientos con diez propuestas
teatrales.
Así como Dios otorgó a Moisés los
diez mandamientos, del mismo modo se le “entrega” a una dupla
director-dramaturgo, un mandamiento para que devenga espectáculo teatral.
En el momento de escritura de este
texto otros tres espectáculos que responden a otros tantos mandamientos se
están estrenando.
Es necesario reconocer que
seguramente algunos mandamientos parecen más sencillos como punto de partida
para la dramaturgia que otros, la razón estriba en que algunos implican cierta
acción que se pone en juego a partir de algún mandato positivo o de alguna
prohibición. Como sostiene Todorov, las prohibiciones son transformaciones
capaces de producir un relato: “No desearás a la mujer de tu prójimo”
seguramente guarda potencialmente un germen de narración.
En estos casos, además, los metadiscursos,
gacetillas, textos en los programas de mano, publicaciones del Rojas, son
fuertemente orientadores. En más de una ocasión funcionan como el único vínculo
estrecho entre la obra y el mandamiento.
Después de haberlos leído es imposible borrar la
información pero cuando se reflexiona sobre esto es probable que surja la
objeción respecto de si los mandamientos se inscriben tangencialmente respecto
de la obra o no.
En este artículo haremos una breve
referencia a dos de las propuestas y profundizaremos algo más en la tercera
porque consideramos que es la que responde de manera más eficaz a la consigna
de trabajo a partir del mandamiento que le tocó en suerte.
Empecemos por “Santificarás las
fiestas” título compartido con “El amor perfecto de dos paraguas
disfuncionales”escrita por Concepción León Mora y dirigida por Andrea Garrote.
¿Debemos recordar que el mandamiento mencionado es una de sus condiciones de
producción?
Decíamos que los metadiscursos
ligaban la propuesta con el mandamiento, el trabajo de Andrea Garrote es este
sentido es excepcional, su lógica argumentativa es impecable:
"Santificarás las Fiestas"
es el tercer mandamiento. Pero, si el sentido religioso de las fiestas no ha
sobrevivido y el verbo santificar nos resulta extranjero en la boca, ¿cómo se
entiende el mandamiento a cumplir? Con la redundancia: Festejarás las Fiestas.
Festejar como imperativo encierra una paradoja que, como tal, envuelve semillas
de conflicto al vaciarse el festejo como una disposición de espíritu. La orden
se nos vuelve abstracta. Concretamente, ¿qué tenemos que hacer? Juntarnos a
comer. Comerás en las fiestas. Ay, qué difícil puede ser esperar el primero de
año cuando comer -esa orden de la naturaleza- se nos ha vuelto un trastorno cotidiano”
Temáticamente se inscribe una
fiesta, una de esas en las que ser feliz es casi una obligación, en la que es
necesario juntar a la familia, aunque no haya familia en sentido estricto, en
la que hay que comer aunque los trastornos alimentarios estén a la orden del
día.
Como no hay novio se lo inventa. Un
taxi boy que falla es reemplazado por un transeúnte mojado y desocupado en una
noche de fiesta. Mojado parcialmente porque lleva un paraguas.
Lo que sucede en la calle se
inscribe en una pantalla, la llegada al hogar incluye a los espectadores casi
en la mesa familiar. La biblioteca del Rojas deviene casa con una naturalidad
fascinante.
La familia oscila entre el mandato
de festejar ¿festejar qué? y ceder blandamente a la indiferencia.
En el título aparece la palabra
“disfuncional” y es innegable que la calificación es casi un acto de
objetividad, desplazada. No son los paraguas los disfuncionales, sino quienes
los portan pero qué implica ser funcional, ¿acaso es positivo perder el
prefijo? En este caso, por suerte, la mirada es optimista y aunque el metadiscurso
es tentador en términos argumentativos como la obra vale la pena, se puede leer
desde múltiples lugares. Gracias a Dios.
El otro mandamiento, “No tomarás el
nombre de Dios en vano” acompañada por “Todos los miedos”, fue escrita por
Mariana Chaud y dirigida por Romina Paula.
Un accidente de auto y otra serie de
acontecimientos son reconstruidos por sus protagonistas de manera fragmentaria
y diversa. En este caso el mandamiento se explicita en el marco de la acción:
juran en nombre de Dios. Y lo que dicen es falso.
En la penumbra percibimos el auto
semidestruido. La oscuridad será una pieza clave en la construcción de la obra.
Es imposible percibir de manera adecuada (¿existe esa posibilidad?) Nada
resulta lo que parece. Pero la referencia no implica fronteras débiles, por el
contrario, se confunde estar sano con estar paralítico, estar vivo con estar
muerto.
Los diálogos, construidos desde la
más llana trivialidad, no hacen más que contrastar con la situación que nos
presentan. Ahora bien, si no hubieran puesto el auto en la cancha del Rojas,
seguramente uno se iría pensando que todo, aún el accidente, fue una fabulación
construida por estas tres chicas.
En algún punto lo que se hace
creíble es aquello que es del orden de los objetos, el vehículo chocado está
presente, la botellita con líquido, el celular, pero todo lo que atraviesa el
orden de las palabras vacila.
Parafraseando el mandamiento, no
sólo el nombre, sino toda palabra será tomada en vano. Lo que se dice no tiene
ninguna clase de valor. Aún más parecen haber caído todos los parámetros que
garantizan algún valor posible.
En alguna medida es la muestra del
mandamiento incumplido. Pero jurar por Dios en vano no tiene consecuencias, es decir,
no tiene más consecuencias que un objeto material destruido. Nada
verdaderamente relevante les sucede, ni siquiera una situación que podría
considerarse límite, las transforma. El mandamiento, entendido como una “ley” a
seguir, no tiene lugar. Es decir, estas dos propuestas, juegan con el
mandamiento borrado, eludido.
En el último caso de esta serie, “La
gracia. Amarás a Dios sobre todas las cosas” de Lautaro Vilo, con dirección de
Rubén Szuchmacher, la elección es diferente. Ya desde el título no hay una
búsqueda de desacralizar sino por el contrario, la orientación del paratexto
inscribe la obra en el marco de lo religioso.
Tal vez sea arriesgado decir esto
pero aquí el mandamiento se pone en juego, se lo lleva hasta las últimas
consecuencias. Probablemente sin esta instrucción que no es del orden de lo
humano, lo que ocurre no hubiera tenido lugar.
En el principio es la oscuridad pero no
el silencio. La música abre las puertas de un universo aún desconocido.
Rubén Szuchmacher sabe claramente
que la música está ligada (culturalmente) a alguna imagen, por eso, deja la
sala a oscuras. Una vez que la atención se centre en la música y que uno se
haya “dispuesto a”, terminará la pieza musical y comenzará el lugar de la
imagen y de la palabra. El sonido de la música, afirma el director, nos prepara
para el sonido de la palabra. Una palabra que se presentará acelerada, sin
pausa, sin descanso.
Cuando se hace la luz emerge la
contradicción: cierto mobiliario, un ser vendado de manera íntegra, estaqueado
en una cama, la clara actitud de una visita, nos remite a un hospital. Pero
estos personajes y objetos están enmarcados y el marco construye otras
referencias.
La mujer enseguida comienza a hablar
y ya no habrá de detenerse. El primer gesto del hombre, inmóvil ante la voz de
ella, es constituirse en un temblor, la presencia, es evidente, le produce
miedo, tal vez, el grado sea aún mayor, pánico.
La indefinición, tal vez, la
contradicción patente se produce en la conjunción del espacio, la iluminación y
el relato.
Si había una percepción de hospital,
la construcción no apela a una sinécdoque (una serie de objetos y sujetos en
lugar de la totalidad imposible de representar) porque el artificio queda en
primer plano, no hay posibilidad de inferir, solamente, centro de salud porque
es imposible eludir el marco. El diseño de luces de Gonzalo Córdova, rechaza
toda probabilidad de que ese hospital sea verosímil como tal.
Ciertos signos construyen
“sanatorio” de manera evidente, mientras que otros signos, construyen la
imposibilidad de aquél. ¿Cuál será la referencia? ¿Espacio de interrogatorio?
¿Teatro? Todo el tiempo la mujer aparece iluminada de manera insistente, para
que otros la miren, para ser objeto de focalización.
Por otro lado, esta luz que no es la
única pero que predomina, revela los detalles de todo el espacio que rodea la
escena y la constituye como tal. Se percibe el escenario y dentro suyo el
recorte, el lugar en el que uno de los personajes permanece y el límite hasta
donde el otro personaje se desplaza.
Ahora bien, la historia se inscribe
a partir de un trabajo sobre la ambigüedad, juega magistralmente con los
indicios y con registros lingüísticos variados, la que habla no busca ocultar
sino descubrir pero su palabra es caótica y desordenada, y la “verdad” se
revela a medida que se devana el ovillo enredado y confuso de su decir. Este es
el lugar del mandamiento, cuando llegamos a comprender lo sucedido, la ley
divina se hace presente.
El trabajo de Berta Gagliano
construye un diálogo donde no lo hay, el hombre, Juan Manuel Torres, está
absolutamente mudo. Ella se asume como andamiaje para sostener la voz ausente
del otro, del que escucha, del que no habla pero es fuerte presencia para
producir la intervención.
Y en el final, volverá la música.
Entre el principio, Penderecki y el final, Bach, se establece un pasaje. En el
inicio era la tensión, afirma el director de la puesta, en el final se inscribe
la calma, se retorna de nuevo a un orden posible del mundo. Porque la
protagonista a través del perdón que otorga al otro, obtiene la gracia para sí.
Y cómo se explica ese perdón si no es a través del mandamiento, “Amarás a Dios
sobre todas las cosas”, es decir, lo amarás cuando parece imposible, cuando
ninguna persona en una circunstancia humana sería capaz de hacer lo mismo.
Fichas Técnicas
El
amor perfecto de dos paraguas disfuncionales.
Santificarás
las fiestas.
Texto:
Concepción León Mora
Adaptación
y Dirección: Andrea Garrote.
Elenco:
Amanda Busnelli, Marina Cohen, Daniela Rico Artigas y Alejandro Zingman.
Ambientación:
Pedro Piana.
Vestuario:
Guadalupe Cuevas.
Música
Original y Guitarras: Federico Marquestó
Fotografías:
Guido Lublinsky y Lucila Pérez Lascano.
Edición:
Fernanda Heredia.
Dirección
Fotomontaje: Daniela Goggi y Andrea Garrote.
Asistencia
Video: Rocío Pérez Lascano.
Diseño
de luces: Pedro Piana y Andrea Garrote.
Asistencia
de dirección: Lucila Pérez Lascano
La gracia.
Amarás a Dios
sobre todas las cosas.
Texto:
Lautaro Vilo.
Dirección:
Rubén Szuchmacher.
Elenco:
Berta Gagliano y Juan Manuel Torres.
Ayudante
de dirección: Alejandro Vizzotti.
Diseño
de iluminación: Gonzalo Córdova.
Escenografía
y vestuario: Jorge Ferrari.
Todos los miedos.
No tomarás el
nombre de Dios en vano.
Texto: Mariana Chaud.
Dirección: Romina Paula
Elenco: Pilar Gamboa, Julia Martínez Rubio y
Laura Paredes
Iluminación: Matías Sendón
Diseño de espacio: Matías Sendón
Realización escenográfica:
Mario Ganini
Asistencia general: Leandro Orellano