(UNA/UBA)
Versión libre de Andrés Bazzalo de Ubú rey de Alfred Jarry.
Elenco: Luis Campos, Adriana Dicaprio, Mariel Lewitan, Mariano Falcón y Francisco Ramírez.
Diseño de vestuario: Adriana Dicaprio
Diseño y realización de figuras en sombra: Mariel Lewitan, Mariano Falcón y Francisco Ramírez.
Asesoramiento artístico y realización de carros: Gustavo Di Sarro.
Diseño de iluminación: Fabián Molina Candela.
Asistencia de dirección: Florencia Salto.
Dispositivo escénico y dirección general: Andrés Bazzalo.
Teatro El Grito.
Desde hace algún tiempo el director Andrés Bazzalo siente la necesidad de reescribir los clásicos. Los acerca al espectador de hoy y le suma siempre una territorialidad nacional. Así lo hizo con su Otelo al que bautizó Escrito en el barro (2007) y ubicó su acción durante la Guerra contra el Paraguay, en nuestras fronteras. A pesar de esta libertad y otras que se toma siempre fue fiel a los conflictos que planteaba William Shakespeare. En su versión el protagonista ya no era negro sino mucho mayor que su mujer, algo que le entregaba la misma inseguridad proclive a la enfermedad de los celos. En este caso se acercó a otro texto también importante, símbolo de la vanguardia teatral y que es Ubú rey de Alfred Jarry, estrenada en 1896. Bazzalo simplificó no sólo el título sino que concentró muchas de las acciones, pero tal como lo proponía el creador francés fue la puesta el gran imán del espectáculo.
Eligió como estética el color rojo, en vestuario y escenografía. Siguió el juego propuesto por Jarry, pero en vez de muñecos o máscaras utilizó figuras de sombras diseñadas y realizadas por los propios actores. Hay una notable movilidad en el dispositivo escénico que imagino también Bazzalo y realizó Di Sarro.
Siguen estando presentes tanto la sombra de Macbeth, como la de Hamlet y revitalizó el humor y el desparpajo, que hoy ya no resultan las simuladas “malas palabras” que pronunciaba Papá y Mamá Ubú, sino los guiños políticos a la ambición desmedida y a la corrupción eterna. Los crímenes tampoco resultaban siniestros a finales del siglo XIX, sino que eran cotidianos. Ejecutar, cortar cabezas, matar o morir siguen siendo en esta puesta en escena juegos, con ritmo y creatividad.
En la década del 60, el crítico George Wellwarth señalaba que esta obra de Jarry era “una particular versión del típico cuento de hadas” y este aire lo traslada a la perfección Bazzalo y su equipo creativo. Pero este clima nunca deja de respirar la “perversidad” del tema, que no es otro que el poder y sus mecanismos.
No sólo la imaginación de desplegar módulos que se corren en un escenario tan reducido es clave en la puesta en escena de Bazzalo, su otro punto alto es la dirección de actores. Encontró en ellos un sólido modelo de cómo trabajar y recrear a partir de los personajes. Imposible será olvidar la composición de Luis Campos como Papá Ubú, él consigue desplegar una energía notable en cada escena. A la par está la creación de Adriana Dicaprio como Mamá Ubú. Ambos sostienen los protagónicos brindando matices a sus criaturas, siempre al borde del ridículo y nunca cayendo en ese abismo. Junto a ellos se multiplican en los distintos personajes Mariel Lewitan, Mariano Falcón y Francisco Ramírez. Los tres consiguen momentos sobresalientes y este quinteto escénico impulsa un ritmo vertiginoso, sin que se pierdan los textos. Hallazgo difícil de conseguir en los escenarios porteños. Esta renovada y actualizada versión de la obra de Jarry se transforma en una invitación al buen teatro, donde ningún lenguaje fue dejado de lado, todos se conjugan con imaginación y profesionalismo. Música, actuaciones, vestuario escenografía, iluminación y sobre todo tener muy en claro que lo que se va a representar es un mensaje de artistas de hoy hacia espectadores que comparten este mismo tiempo político. Para estar atentos y reflexionar.