Maestro de actores, director de teatro, Jorge Eines nació en Buenos Aires pero en 1976 debió instalarse en España donde reside actualmente, aunque su relación con la Argentina nunca dejó de ser fluida  y tal vez lo sea aún más, ahora que sus numerosos libros sobre la práctica teatral se editan localmente.

   En esta oportunidad, daremos cuenta del texto que Eines presentó recientemente en Buenos Aires y que gira en torno a preocupaciones  propias de un hombre que ha consagrado su vida a la pedagogía teatral. Las 25 Ventanas. El actor, el director, el ensayo…el teatro  aborda en una estructura que imbrica conceptualizaciones teórico-técnicas, cuestiones que van desde la acción dramática, el simulacro, la verdad, la construcción del personaje, la ética de la disciplina, hasta el impacto de la televisión en el teatro, la sumisión (o no) a la lógica del mercado y la no siempre bien entendida “naturalidad” escénica.

    Así es como vemos al autor invertir los valores de un modelo hegemónico de actuación

que ha hecho de la repetición de lo vivido en escena su paradigma fundamental. En una posición que funde la ética con la técnica…”no se trata de actuar lo que se aprendió en la vida. Hay que vivir lo que se aprendió en la escena”, “no se trata de poner en escena, sino de que lo que va ocurriendo nos ponga en escena a nosotros”. Del mismo modo, ya no se tratará de comprender un texto de manera intelectual sino de producir conocimiento desde el cuerpo del actor  en su tránsito hacia el personaje. Para Eines el hecho teatral no debe reproducir lo ya dado  sino –por el contrario-  revelar aquello que no estaba. En este sentido, su mirada se acerca al Pavis de “Del texto a la escena. Un parto difícil” cuando afirma que la puesta debería poner en tensión al texto dramático interrogándolo, para hacerle decir lo que ningún otro comentario verbal podría llegar a predicar acerca de él.

      Crítico de ciertas apropiaciones que supo tener el sistema  Stanislavsky, sobre todo desde los Estados Unidos, Eines reivindica al maestro ruso porque fue el primero en establecer la diferencia entre técnica y poética y a partir de allí-afirma- cambió la historia del teatro. En este sentido, rescata la idea de la verdad escénica como modelo para la interpretación pero lo hace considerando que la misma, lejos de ser un bien que se posee, es un bien que se construye en el marco imprescindible del espacio  (y del tiempo) del ensayo.

      Las razones que invitan a la lectura de Las 25 Ventanas son múltiples y fueron someramente consignadas en esta reseña. En lo personal, reivindico el gesto sostenido de seguir planteándole preguntas al  fascinante y multifacético fenómeno teatral.