IUNA
 
 
número 9 | Abril 2013
dossier 2. Sobre actuación
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Maricel Alvarez


¿Cómo fue tu formación?

Comencé a estudiar actuación (con Carlos Parilla, mi primer maestro) en coincidencia con mi ingreso a la Universidad de Buenos Aires para cursar la carrera de Letras. Estudié en paralelo ambas carreras por más de cinco años. Gradualmente, la balanza de mi interés y dedicación se fue inclinando hacia la actuación y mis estudios académicos fueron quedando de lado hasta que, finalmente, me bajé de Letras unas pocas materias antes de recibirme para dedicarme de lleno al teatro. Para ese entonces ya había comenzado la que sería una larga y fructífera relación de maestra-discípula con Laura Yusem. Con ella, a lo largo de 10 años, profundicé conocimientos técnicos, desarrollé otros saberes más subjetivos y personales -más poéticos, si se quiere- y entrené muchos y muy diversos materiales.

Alentada también por Laura, ella misma discípula de la gran Ana Itelman, me acerco a la danza contemporánea. Primero tímidamente, enfocando el trabajo físico como un complemento a mi formación de actriz, luego -ya convencida que el trabajo con el cuerpo podía ser la sólida base sobre la cual desplegar mis herramientas expresivas- con mucha pasión y dedicación. Hasta el día de hoy, entreno e investigo en diferentes técnicas del movimiento. Son muchos los maestros a los que les debo momentos de intensas o sutiles revelaciones. Pero no puedo dejar de mencionar a Ana Frenkel a cuyas clases -a veces intermitentemente, claro- no dejo de asistir desde hace ya más de 10 años.

Fui -¡todavía soy!- una alumna curiosa, participativa, aguerrida y entusiasta. Algo de mí, como futura artista, se definió lenta pero intensamente en esos años de estudio. Todos mis maestros, muy diferentes algunos entre sí, me enseñaron esencialmente lo mismo: a resistir, a generar y proponer una poética propia, a emanciparme artísticamente -temprano o tarde- de ellos, a hacer mi camino.

¿Cómo enfocás tu trabajo como actriz?

Depende mucho de los proyectos en los que participo, de los contextos de producción, de los materiales. De si se trata de cine o teatro. En fin, el enfoque siempre es "volátil". Eso implica, entonces, estar muy atenta a qué tipo de actriz requiere cada material o proyecto específico. Y tratar de adaptarse con solvencia y convicción.

Actualmente, por ejemplo, ensayo una ópera en el Colón y estoy en pleno rodaje de una película. ¡La "mutación" es tan palpable y evidente!

En los ensayos del Colón empezamos por dónde yo no empiezo nunca, por la partitura musical. Luego, la adaptación vocal a esa partitura, luego los tiempos, ritmos del decir, luego, los movimientos escénicos -pocos y muy precisos-. A eso, finalmente, se suma la capa interpretativa -que, en este caso, es de alto voltaje emocional-. El libreto es fragmentado, por lo que todo tipo de lógica orgánica se diluye, así que hay que trabajar por unidades autónomas de sentido o acción.

En la película, los ensayos arrancaron con la comprensión de la situación general y de la motivación específica de los personajes, con la construcción de un tipo físico determinado -la caracterización- a partir de la definición del vestuario y maquillaje, etc. Al set hay que llegar con la letra sabida y con la mente despejada de cualquier distracción ajena a lo que se quiere contar allí, en ese momento. Y siempre con la atención puesta en la continuidad (que en rodaje no suele ser cronológica).

Creo que, al dar estos ejemplos, puedo ser clara en cuanto a lo que me refería al comienzo de la respuesta. Se avecinan próximos proyectos que, seguramente, plantearán nuevos desafíos y nuevas perspectivas en relación al enfoque interpretativo.

¿Cómo es tu tarea como docente de teatro?

Dicto seminarios breves e intensivos a actores con formación. Encontré en esta propuesta formal la mejor manera de realizar una labor pedagógica y práctica que propiciara un verdadero "encuentro" y cruce entre quién coordina y quien se acerca a entrenar.

Más que enseñar, yo tengo la impresión que en los cursos o talleres que dicto lo que prevalece por sobre todo otro concepto es la idea de intercambio. De compartir conocimientos, experiencias, vivencias, técnicas. Lo que sucede con mayor frecuencia es que siempre me llevo la impresión de haber aprendido más de lo que yo he enseñado. Rancière dice algo hermoso: todas las inteligencias son iguales y lo que un maestro debe hacer es colaborar con la emancipación intelectual del alumno. Yo hago que los que participan en mis talleres trabajen mucho, con mucha autonomía. Tomen decisiones, prueben distintos caminos, entren en crisis. Yo, más que evaluar, coordino y acompaño, aportando, cuando es necesario, mis conocimientos técnicos, mi visión de la profesión y de la labor, que no es otra que mi mirada del mundo.

El de la enseñanza es un ejercicio que demanda mucha apertura y capacidad de mirada crítica profunda sin desvalorización del otro. Y es una tarea profundamente humana, en donde nos exponemos, tanto alumnos como docentes, en todos nuestros pliegues.

 
 
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